Capítulo 14

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Antes de salir de casa, había preparado una pequeña nota en donde acepto la invitación de Evan a tomar el té de la tarde, mañana. Sólo faltaba tener el coraje para ir a la casa Harford y dejarla. Tenía dos opciones; Una: Deslizarla anónimamente en el buzón o debajo de la puerta,pero correr el riesgo de ser vista por alguna persona o cámara de seguridad; y la otra era: Ir con todas mis agallas, tocar la puerta y entregarla a quien abra la puerta.

Mi tío, como adulto y padre responsable, me tenía un casco de motocicleta especial para mí. Abrí el asiento y metí los libros que me dio Dominic para las lecciones de Haesen, con otros apuntes míos de la escuela y algunos bolígrafos. Tomé las llaves de la pequeña gaveta de la cochera y me fui a una velocidad alta hasta la casa de Evan.

Evan vivía en una zona alta de la ciudad, como tenía pensado, su padre era uno de los magnates extranjeros de la ciudad, y justamente vivían en la zona con más cámaras de seguridad en todo el país.

"Familia Harford. Mil novecientos noventa y nueve"

Se leía en la fachada de la inmensa mansión, no exagero al decir inmensa, su fachada era muy parecida al palacio de Estocolmo, era una arquitectura totalmente hermosa y señorial.

Decidí tomar la segunda opción y adentrarme a la casa con todas mis agallas y tocar la puerta. Bajé de la moto y me quité el casco, arreglé un poco mi cabello, me sentía totalmente desentonada entre tanta elegancia. El jardín inmenso con las flores y rosas perfectamente cuidadas, las fuentes impecables y el césped recién cortado.

Suspiraba y me repetía que todo está bien. Para justificarme y sentirme más confiada, me metí a la cabeza que no era impertinente, que sólo estaba en la casa de mi prometido. <<Estás en la casa de Evan. Estás en la casa de tu prometido>> La mano me tembló para tocar el timbre de la puerta, el sonido retumbante de campanas de iglesia sonó haciendo tres huecos en el aire profundos, era una tonada algo tétrica para un timbre de casa.

No creía que me abriera alguno de los Harford, no sería propio, pero cabía la posibilidad de que alguno de ellos lo haga, después de todo esta es su casa. ¡Maldita sea! ¿A quien quería engañar? Estaba más que nerviosa e intimidada por el complejo de casa, más bien, por la familia que vive aquí. Cuando iba a darme media vuelta para irme, la puerta se abrió.

Salió una señora muy bajita, incluso más que yo, uno cincuenta metros era lo máximo que calculaba su estatura, era blanca y vestía un uniforme antiguo de sirvienta, negro con el mandil blanco y una cofia blanca en la cabeza, dejando ver solo unos mechones rebeldes castaños claros que se le salían de la cofia.

-¿Qué desea? -Me preguntó con un tono un tanto brusco. A decir verdad, creo que se hizo un prejuicio de mí cuando me examinó de pies a cabeza, yo era consiente que mi atuendo no lucía del todo decente.

-Buen día -Saludé sin recibir contestación -Estoy buscando a Evan Harford, ¿Se encuentra en casa?

-¿Para qué lo solicita, señorita? -De nuevo ese tono agresivo.

-Necesito entregarle una carta -Dije tajante.

-El joven Evan no se encuentra en casa.

-¿Usted podría entregársela? -Le pregunté, se me hacía tarde y esta señora no cooperaba.

-No le seré de mucha ayuda, tengo órdenes específicas de sólo recibir correspondencia o recados de carácter privado únicamente de familiares y amigos, y con todo respeto señorita a usted nunca la había visto entre los Harford -Me dijo totalmente altanera. Su respuesta la sentí como si me hubiera dicho: "No encajas en alta sociedad"

A estas alturas ya estaba enfurecida.

-Oh, entiendo su trabajo -Guardé la calma -¿Cree que regrese pronto el joven Evan Harford?

Eternos: Memorias RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora