Capítulo 46

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Todo lo contrario a lo que parecía que el perro Donovan me atacaría por su su forma de correr hacia mí, llegó amigable y se sentó en mis pies cariñoso a restregarse en mis piernas. Claro que me recordaba. No le presté mayor atención al perro, sino a los dos hombres que me miraban perplejos.

Vicktor Asotga se acercó e hizo una reverencia inclinándose para besar los nudillos de mi mano.

-Señorita Alicia -Saludó -No sabía que se encontraba residiendo aquí.

-Sí, estudio aquí -Me limité a decir, ya que no sabía que tan permisivo se encontraba Sebastián para revelar alguna otra cosa del porqué de mi estancia ahí.

Y por primera vez, los ojos sorpresivos de Sebastián se miraban escarlata.

Y estaba más que claro que el hombre del Hotel de Thiel, era un físico por sus habilidades de destrozar una jaula de metal, y ese hombre era nada más ni nada menos que aquel, que se ha adjudicado una deuda conmigo aquella noche.

-Entonces supongo que usted también nos acompañará al té que me ha ofrecido Carlo? -Su cambio de humor se ha mejorado bastante, mientras que el de Sebastián, empeoró a uno de ignorancia total -Al fin buena compañía .

-N-no -Tartamudeé. Sebastián me tenía prohibido estar cerca del físico, así que no era buena idea confirmar asistencia.

-¿Por que no mejor se queda a comer, señor Astorga? -Sebastián propuso.

-Esa es una magnifica idea -Del pasillo se desprendió la voz de Carlo. -Mientras tanto le mostraré las pipas de elefante que le he prometido.

-No puedo negarme a tales reliquias -Aceptó, con una voz mas cortés el señor Astorga.

Se fueron, no sin antes hacer una pequeña reverencia en señal de permiso a lo cual Sebastián asintió cortés. Y en cuanto a mí, no sé porque siento que estoy en problemas. Como no dijo nada en los primero segundos, decidí salir de ahí a paso ágil. Sebastián me alcanzo y me tomó de la cintura para evitar que corriera.

-Ven acá, no te irás así -Con su brazo me levanto y me llevaba cargando directo a su habitación. Al llegar cerró la puerta con seguro y me aventó a su cama.

-No tengo nada que decir -Con todas la agallas que poseía le dije eso, y es que me eran muy escasos los momentos como estos, que yo llevaba ventaja de Sebastián y era obvio que quería disfrutarlos, así que me haré la difícil a ver si puedo negociar.

Sebastián enarcó una ceja.

-No Alicia, te equivocas. Tienes mucho que decir y lo quiero ahora -Su voz estaba muy seria, tanto que hasta me alarma en peligro -Y te juro que no querrás tan solo la idea que te ruegue porque saldrá mal.

-No tengo nada que decir -Insistí ante la falta de palabras.

Los ojos de Sebastián se tornaron escarlata, pero no estaba enojado, podría jurar que doblo sus labios en una sonrisa arrogante y malévola, nada bueno pasaría para que me dejase salir.

-Bien, lo haremos así -Sonrió y alcanzó la hebilla de su cinturón -Pequeña niña insolente.

Se sacó el cinturón en un movimiento rápido, la punta de esta tronó al hacer la fricción con el resto del cuero café. ¿Sebastián no me golpearía, o sí?

-Quiero respuestas concretas Alicia, nada de omitir información -Se acercaba lentamente hacia mí, mientras yo retrocedía torpemente en su cama.

-Se supone que tú sabes más de todo esto -Hablé para frenar su rápido avance, pero empeoré las cosas.

En cuestión de segundos nos encontrábamos en la escena más vergonzosa jamás imaginada. Me colocó en sus rodillas bocabajo sujetándome de mi cadera para que no me moviera, tal cual un padre reprende a su hijo con palmadas. Me removía para que me dejara ir, y es que no podía permitirle estar así a su merced, ¡no era una niña! . Al no estarme quieta soltó el primer golpe, fue uno muy pequeño y suave directo a mi trasero, más que dolerme, me dejo quieta y con toda la piel sensible. Mi corazón palpitaba a mil por hora y la situación vergonzosa se volvió a una excitante.

Eternos: Memorias RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora