«Mantente fiel a ti mismo, a tu familia, a tus amigos, a los grupos de los que formas parte y a los dioses y diosas».
Cuarta de las nueve virtudes de los vikingos[1].
El mundo se hallaba en un momento crucial, donde cualquier pequeño paso significaría la caída en el abismo. Y ahí estaba ella, vieja y agotada, mientras esperaba noticias de su pequeña. No realizaba ningún hecho relevante por el bien de la humanidad, aparte de cotillear. ¡Qué frustración!
Helen Herbert ahuecaba impaciente las almohadas sin que pudiera encontrar una posición cómoda. No era de extrañar, pues anhelaba que Anthony llegase pronto para reportarle los últimos acontecimientos en la vida de Danielle. Pese a que vivía en Ketterley —en el centro de Inglaterra y muy cerca de Pembroke Manor, la antigua mansión que le había regalado a su nieta junto con el título de duquesa de Pembroke— su niña poco tiempo pasaba allí porque siempre saltaba de un país a otro a causa de su afán de aventuras.
Era coqueta y se teñía los cabellos con un tono muy similar al natural de sus mejores tiempos. Se rascó la cabeza. Igual que de ordinario llevaba puesto unos rizadores en la cabellera rubia. No era una buena idea porque le daba picor, pero las costumbres eran las costumbres y se sentía demasiado mayor para cambiar esta. Le encantaba pasarse las manos por la mata de rulos simétricos.
—¡Aquí estoy! —Anthony apareció con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Qué alegría, Tony! —La anciana aplaudió, ávida de novedades—. Deseo saber cómo está mi nieta. Se escapa de mí para no decirme que se encuentra embarazada de Willem.
—¡¿Y te extraña?! —Se rio el espíritu—. Sabe que nunca lo has aprobado. Y para comentarte lo de la preñez primero tendría que confesarte que en el Antiguo Egipto volvieron a ser pareja.
—¿No era evidente para cualquiera que retomarían la relación? Nathan también estaba seguro de que sucedería. ¡Pobre hombre! —La señora chasqueó la lengua—. Aunque te confieso que me hace tanta ilusión otro bisnieto que poco me importa quién es el padre—. Y alzó los hombros para mostrar desinterés.
—¡Mentirosa! —Se carcajeó él y le acarició la cabellera.
El pelo de lady Helen intentó elevarse ante el contacto fantasmal, pero los rizadores lo comprimían. Estos comenzaron a girar sin control —despedían pequeñas chispas— y la señora se ciñó la cabeza con los brazos para contenerlos.
—¡No tienes remedio, lo has vuelto a hacer! —Le clavó la vista con fastidio—. Empiezo a convencerme de que te encanta verme luego durante treinta días con la melena alborotada. ¡Lo haces por gusto!
—¡Qué desconfiada eres, corazón! —Y puso cara de santo—. ¿No me conoces, acaso, desde que servía a tus abuelos como mayordomo? ¡Es increíble que pienses tan mal de mí!
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La médium del periódico #5. Las runas malditas.
Fantasy🔞ATENCIÓN, ESTA HISTORIA ESTÁ CATALOGADA COMO MADURA. 🔞 PUEDES LEER ESTA OBRA SIN QUE HAYAS PASADO POR LA ANTERIOR. CADA AVENTURA DE LA SAGA ES AUTÓNOMA. LA NOVELA 1, THE VOICE OF LONDON, ES ÉXITO DE WATTPAD WEBTOON STUDIOS. El cometido prioritari...