25. Legión Infernal.

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«Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo»

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«Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo».

1.Juan 3:8.

 Me cuesta abrirme paso hasta la guerrera de Birka, pues se halla custodiada por sus más fieros combatientes. Desde media distancia me llama la atención el pelo rubio casi blanco, los ojos verdes y la belleza de amazona. No solo es experta en lucha, sino también una mujer tan hermosa que en nuestra época, si se presentase, podría ganar el título de Miss Universo.

—No tengo nada contra ti —le grito cuando llego frente a ella y giro la espada para que mi destreza la amedrente—. ¡Pero no permitiré que me impidas lograr mis objetivos!

—¡Pues entonces morirás! —Arremete contra mí; me ataca con los dos brazos sin darme cuartel.

     Por fortuna, el arma que me han prestado es de gran calidad, pues proviene de Oriente y resiste la embestida. Trata de engañarme al amagar que me ataca por la derecha con el hacha, para luego intentar seccionarme el pecho con el cuchillo afilado que lleva en la izquierda. De este modo, aunque no me hiere, sí logra desgarrarme el bajo de la armadura de cuero.

—De verdad, no deseo hacerte daño, no me obligues —insisto, es una pena tener que acabar con una de las pocas mujeres poderosas del pasado, que se destacaron en un mundo tan misógino como este—. De verdad, entiendo lo que te propones. Pero te equivocas, esta gente es inocente y no les ha hecho daño a los tuyos.

—¡Mi pueblo también era inocente y ni así se salvó de la codicia de los tuyos! —Embiste con el cuchillo y luego con el hacha, pero como estoy alerta al máximo no puede ni siquiera rozarme—. ¡No te preocupes por hablar, en pocos segundos estarás muerta! —Me resulta imposible morir porque soy inmortal, aunque no hay necesidad de proporcionarle este dato, parece empeñada en practicar el refrán «la venganza es un plato que se sirve frío».

     Me distraigo un instante porque de soslayo percibo una nube de humo gris. Y, en medio de ella, noto que Eyra acompaña a Nathan, herido, y que lo ayuda a caminar. Por este motivo decido ser expeditiva. Reboto sobre una especie de escalón, y, acto seguido, doy un salto de macaco por encima de ella. Caigo del otro lado con la suavidad de un monje shaolin. Y, sin más trámite, le clavo la espada a la altura del corazón en la espalda. Se desparrama sobre el suelo y entra en shock, mientras la sangre pinta de escarlata los tablones de madera de roble. El hedor de la sangre y de las vísceras que ahora hay en el ambiente ha tapado el resto de los olores.

     Noto que sus guerreros se descolocan y miran en nuestra dirección sin saber muy bien qué hacer. Algunos se suben a los langskibs  y se alejan por el Báltico a toda velocidad, como si se hallaran en medio de una competencia.

     Giro sobre mí y analizo el entorno. Y me percato de que solo hay un asunto que ahora mismo requiere atención inmediata: Nathan. Me apuro para llegar hasta la niebla por la que han desaparecido la bruja y mi esposo. Solo queda una pequeña concentración, pero por suerte llego justo cuando empieza a esfumarse.

La médium del periódico #5. Las runas malditas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora