21. La enviada de Thor.

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«Veo otro salón

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«Veo otro salón. Se alza a la luz del sol y encara al norte. El veneno gotea de su techo y está construido con cuerpos de serpientes».

La profecía de la vidente[1].


La fuerza de la rabia que genera en mí el secuestro de Cleo provoca que corra como si se me hubiese activado un resorte. Supero con rapidez la distancia que me separa hasta llegar a la amplia construcción, sin mirar siquiera quién me sigue. Y entro sin más trámite.

     El gigante de nombre Olaf todavía se pasea con mi amiga sobre el hombro y va de mesa en mesa para presentarla como si fuese su novia en lugar de una prisionera. Resulta demencial porque todos lo felicitan sin reparar en que ella grita, patalea y le exige que la baje. Imagino que Christopher investiga en la dirección asignada y que hasta él no llega la algarabía, porque sé que se enfrentaría a cualquiera por su amada.

     Miro hacia atrás. Los perros guardianes y mi mafioso enfocan la mirada en los asistentes de uno en uno y les muestran los dientes.

—¡Pon a Cleopatra sobre el suelo ahora mismo! —Utilizo la voz más potente, aunque lo cierto es que me esfuerzo por ignorar el aroma a carne asada, a hidromiel y a centeno que me revuelve el estómago.

     El hombrón me observa con cara de niño malcriado. Y, en lugar de soltarla, aprovecha para ceñirla con más energía.

—¡No la dejaré! ¡Es mía, yo la encontré! —Da un golpe con el pie sobre el entablado y causa que el polvo vuele—. Me gusta y estoy decidido a llevármela a casa para que me dé muchos bebés. Estoy seguro de que será una buena madre.

—¡Suéltame, pedazo de idiota! —chilla Cleo y le patea la espalda con más brío, pero él no se inmuta—. ¿Que tú me encontraste? ¡No estaba perdida, venía hacia aquí! Además, yo elijo con quien me quiero casar y con quien deseo acostarme. Y, por supuesto, tú no estás en mi lista. ¡Antes me follo al Kraken!

     Y los espectadores de la inusual escena lanzan carcajadas que mueven el techo.

—¡Me caso contigo y no hay más que hablar! Considéralo un honor, soy un berserker  y tengo una reputación excelente. ¡Numerosos escaldos[2] cantan mis triunfos en las batallas! —Vuelve a patear el suelo como un infante en medio de un berrinche—. ¡Y no hay más que hablar!

—¡¿Que te quedas conmigo?! —Cleo lo golpea en la cabeza y las risas ahora son generalizadas—. ¡Yo ya estoy casada, imbécil! —Un gesto de decepción le sacude a Olaf el rostro mientras la posa sobre la tarima.

     Luego se rasca la cabeza y la interroga:

—¡¿Estás casada?! —Da la impresión de que mi compañera ha encontrado el único argumento que constituye un obstáculo insalvable—. ¿Es ese?

La médium del periódico #5. Las runas malditas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora