14. Los hijos del viento.

123 19 13
                                    

«Vive con ilusión mientras estés vivo»

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Vive con ilusión mientras estés vivo».

Hávamál[1].

Desconcertado, Egil se pasó la mano por el cabello. Le resultaba perturbador que, al poner voz a los pensamientos acerca de sacrificar a los bebés, surgiese de la nada un vendaval amenazante con olor a algas, a salitre y a peces putrefactos, que producía un alarido que daba la impresión de que convocaba a los muertos del Hel. Poco después decenas de focas los rodearon y les enseñaron los dientes como si fuesen a comerlos, mientras los tiburones blancos saltaban más lejos y los enfocaban con los ojillos malévolos. Y, encima, se interponían entre la costa y los langskibs.

—¿No te parece que hay algo extraño en este despliegue? —Arne, incrédulo, señaló alrededor de ellos y se rascó la cabeza.

—¡No sé yo si es una buena idea sacrificarlos! —Gisli estudió a los niños con temor reverencial: utilizaba el índice para indicar cómo los fócidos cercaban a los pequeños y ejercían de valla protectora que los resguardaba del viento y de los humanos.

—¡Esto no es normal! —El rostro de Olaf abandonó la dureza guerrera con la que minutos antes había machacado a los enemigos y los ojos azules le brillaron igual que si se hallase en medio de una experiencia mística—. ¡No son niños, son dioses, creo que Odín nos prueba!

     En realidad, solo se limitó a comentar lo que todos a estas alturas consideraban.

—No podemos dar un paso en falso, compañeros. —Niels tenía la cara desencajada y el ceño fruncido—. Los dioses nos observan y están pendientes de nuestros actos. ¡De acuerdo con lo que ahora hagamos nos premiarán o nos castigarán!

—No os alarméis, confiad en mí. —Los tranquilizó el jefe y así contuvo los propios resquemores.

     A continuación Egil colocó las armas ensangrentadas sobre la arena y se puso las manos a la altura del pecho. Y les mostró las palmas a las fieles guardianas.

—Os prometo que no les haremos daño, entendimos vuestro mensaje. —Los cuerpos de las focas se relajaron y los escualos dejaron de saltar, se limitaron a recorrer la superficie del agua para que pudieran contemplar las aletas dorsales en señal de advertencia—. Pero comprenderéis que tres bebés necesitan cuidados, por más dioses que sean. No pueden sobrevivir aquí.

     El vikingo efectuó un par de pasos tentativos en dirección a donde se hallaban los pequeños, en tanto sus colegas contenían el aliento... Y los animales le abrieron un diminuto camino. Lo observaban sin parpadear y comprendían de manera instintiva el cambio en las intenciones.

—No tengáis miedo, no os haremos daño. —Se agachó y cogió de nuevo a Daniel, en esta oportunidad con un cuidado infinito—. Os llevaré conmigo y os proporcionaremos los mejores cuidados.

—¡Papá! —Debido al tono dulce empleado, el bebé efectuó un gorgorito y le apretó la mejilla derecha con una mano y con la otra le tiró de la barba trenzada.

La médium del periódico #5. Las runas malditas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora