18. El Infierno está en la Tierra.

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«Una nación oscura e insignificante, bárbara y arrogante, súbitamente ha caído sobre nosotros, como una ola de mar, y como un jabalí salvaje ha devorado a los habitantes de esta tierra como si fuera hierba»

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«Una nación oscura e insignificante, bárbara y arrogante, súbitamente ha caído sobre nosotros, como una ola de mar, y como un jabalí salvaje ha devorado a los habitantes de esta tierra como si fuera hierba».

Focio, patriarca ortodoxo de Constantinopla[*],

(810-891).

«Dios me ha dicho que debes bajar al Infierno, necesitamos asegurarnos de que los bebés no están allí. Y eres el único ángel con el que puede contar para esta tarea. Yo estoy convencido de que lo harás a la perfección», recordó Brooke el pedido de Da Mo. Mientras, su espíritu entraba en la estatua que había en medio de la principal plaza del Tártaro, que era en realidad lo que quedaba de su cuerpo fosilizado.

     Sabía que este era el cometido que se esperaba de ella —servir de informante—, pero no resultaba tan sencillo como le gustaría. Al descender siempre rememoraba las últimas, perversas y agónicas horas de vida. Sus restos calcinados atestiguaban el horror que había padecido.

¡No permitiré, monstruo, que vuelvas a hacerme lo mismo! —había insultado a Satanás y luego le había gritado a Asmodeus, el demonio de la sensualidad y de la lujuria—: ¡Ni a ti! ¡No sé qué me has hecho, pero has conseguido que me seduzcan!

Y me alegro, pues mi función es romper las barreras mentales para que todos consigan la libertad —le había replicado él con desparpajo—. Por lo visto he vuelto a hacer muy bien mi trabajo, pues incluso ahora que estás enfadada te has sentido libre como para volverte a correr con las atenciones de Mary y de Sheldon... Y no necesitas mentirme, huelo tus fluidos. —La había apenado con este comentario—. ¿Para qué arruinar lo conseguido por un simple enojo? Eras un pequeño capullo: cerrado, triste y mustio. Ahora tus pétalos se han abierto a nosotros, orgullosos y húmedos, y pronto los compartirás de forma generosa con quien te guste, en el Infierno estarán encantados de acostarse contigo. ¿Conoces algún placer mayor que el que proporciona el sexo? ¡Ninguno! ¿Hay alguna libertad más absoluta que desear y que te deseen?

     Y se había regodeado con la orgía en la que habían participado gracias a su poder demoníaco. ¡Si hasta había conseguido que sintiese unos deseos incontrolables de hacerle el amor a Mary, su examiga, cuando a ella jamás le habían llamado la atención las mujeres!

     Movió la cabeza para borrar estos pensamientos que la avergonzaban y miró en dirección a Agares y a Yekum, los demonios que custodiaban la plaza. Comprobó que dormían como bebés sobre el cómodo banco. Al costado de ellos había varias botellas de whisky vacías. Estiró los brazos y las piernas con lentitud. Al principio —por la rigidez— se sintió igual que un robot recién conectado y que probaba las articulaciones metálicas. En el instante en el que el alma se fusionó con el cuerpo calcinado saltó de la tarima. Se aproximó a los demonios y los tocó. Mediante esta acción lograría que durmieran horas.

La médium del periódico #5. Las runas malditas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora