La médium del periódico #5. Las runas malditas.

8. Las predicciones de Nostradamus.

«Ten la personalidad, libertad y buen juicio para actuar libremente».

Sexta de las nueve virtudes de los vikingos[*].

—¡Mamá! —palmeó la pequeña Helen con alegría al apreciar que Danielle surgía frente a ella de la nada.

—¡Mamá, mamá, mamá! —corearon Liz y Daniel para no quedarse atrás.

     Pero Helen, como era habitual, deseaba destacar. Así que después de gatear un poco en dirección a la madre se paró con sus piernecillas inestables y consiguió dar dos pasos. Luego se cayó en la hierba y rebotó sobre el trasero.

     El pañal la protegió de hacerse daño, pero aun así frunció la naricilla con disgusto, se frotó la zona y pronunció:

—¡Luele!

—¡Vaya, mi amor! —La médium corrió hacia la niña—. ¡Lo has conseguido, qué lista eres!

     La levantó y giró con la pequeña para que lo entendiese como un éxito y no como un fracaso. Y funcionó porque esta rio feliz gracias a las atenciones recibidas. Danielle, mareada, se vio obligada a colocarla rápido en el césped e intentó que el resto no lo notase.

—¿Veis qué bien aprende vuestra mamá a viajar en el tiempo? —les preguntó Willem a los bebés, se hallaba convencido de que eran capaces de comprenderlo todo—. Pronto podremos perdernos en cualquier época sin ningún problema porque ella nos traerá de regreso.

     Y clavó la vista en la muchacha con profundo amor. Danielle, al escucharlo, se tropezó con una piedra y si no fuera porque Nathan la sujetó se hubiese estampado contra el suelo.

—No te preocupes —La tranquilizó el esposo en el oído al verla tan sensible—. Te prometo que todo saldrá genial, encontraremos una solución.

     Le echó un vistazo al otro hombre. Se mantenía sentado sobre el pasto en tanto se abanicaba con ímpetu.

—¿Qué te pasa? —le preguntó el periodista en voz alta al apreciar que se hallaba tan pálido como un cadáver.

—No sé, estoy mareado. Debe de ser por el calor. —Y las palabras sonaban a disculpa—. ¡Nunca me ha pasado!

—¿Seguro que estás bien? —lo interrogó Danielle y se acercó a él.

—Sí, claro. —El mafioso movió la mano como para indicarle que no se preocupase—. Enseguida se me pasará.

—No necesitas machacarte, Will, justo le decía a Dan que esta embrollada situación se solucionará porque buscamos la forma de sacar adelante lo nuestro por el bien de todos. —Notó que en el rostro del delincuente se reflejaba el alivio, aunque también se percató de que no se hallaba bien y de que el vahído no había sido un mero teatro para llamar la atención—. Algo arreglaremos.