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Habían pasado tres días desde que Vanya entró al quirófano.
Mi mundo se dividió entre una alegría inmensa y un dolor profundo cuando los médicos nos avisaron a Lindsey y a mí que nuestra hija sobrevivió, pero que fue un milagro...
Lindsey se estaba quedando en mi casa, no quise dejarla sola. Además... La necesito.

Eso nos unió de nuevo... Creo que volvimos a estar juntos, pero a pesar de que siempre fue lo que quise... No lograba estar feliz.

No podía disfrutar de la mujer que amé toda mi vida sabiendo que teníamos una hija cuya vida pende de un hilo, sola en un hospital horrible.

Una mañana, luego de desayunar, fuimos al hospital. No nos dejaban verla aún, pero íbamos todo el tiempo a esperar noticias, o un milagro, ya no lo sabíamos.

La policía seguía buscando al trozo de mierda que arruinó de esta manera a mi familia.
Nada.
Ni un rastro.
Ni siquiera el teléfono de Vanya.

Estábamos sentados en la sala de espera. Tenía nuestras manos entrelazadas y Lindsey puso su cabeza sobre mi hombro.
Estaba llorando... Verla llorar estrujó mi corazón.

- Ya, cariño... Tranquila...

- No puedo estar tranquila, Gerard... Nuestra hija está.... Así y Denis está allá afuera, libre, riéndose de nosotros.

Tomé su rostro entre mis manos y la miré a los ojos. Había perdido el brillo característico de su mirada... Mi dulce Lindsey... Esto no se va a quedar así, te lo prometo.

- Linds... Vamos a atraparlo. Ese hijo de puta va a sufrir las consecuencias de lo que hizo y Vanya... Vanya se pondrá bien. Ya lo verás.

Lamentablemente, ni siquiera yo mismo me creía lo que decía.

Un médico pasaba por ahí y yo me levanté y lo seguí.

- Disculpe... Somos los padres de Vanya Ballato... ¿Cómo...?

El médico revisó unas planillas que llevaba... Los segundos se hacían eternos.

- Sí, la señorita Ballato acaba de salir del quirófano, nuevamente.

-¿Qui-quirófano?

- Sí, su estado se complicó levemente pero estará bien. Recibió golpes en sus riñones pero se recuperará. Podrán verla en unos minutos, está en la habitación 496, tercer piso.

- Muchas gracias.

Corrí hacia Lindsey y le repetí lo que el médico nos dijo.

Corrimos hacia el elevador y subimos al tercer piso. Nuestras manos estaban juntas y tensas.
Comenzamos a caminar por el pasillo...490...492....¡496!

Entramos lentamente, había mucho silencio...

-¡Oh, Vanya! - lloró Lindsey corriendo a tomar la mano de nuestra pequeña.

Yo no me atreví a mirarla. Le fallé estrepitosamente y no podía ni siquiera verla...

- Gerard... - gimió Lindsey en medio de su llanto.

Me acerqué a su cama. Me sentí mareado cuando la ví, mis sentidos se nublaron.

Ahí estaba la niña de mis ojos.
Destruida.
Pálida, herida.
Sus párpados se habían vuelto negros.
Sus labios estaban agrietados y sin color.
Su pequeño cuerpo estaba lleno de cables y agujas, tenía un respirador.
Sólo se oía el pitido de la máquina que tomaba su ritmo cardíaco.

- Lo siento, cariño... Lo siento tanto - lloré.

Lloré como un maldito bebé, porque soy un maldito idiota débil.
Le fallé.
Te fallé, Vanya.

- Lo siento, Linds... Perdóname, mi amor, prometí que cuidaría de ella.

- No digas eso - Lindsey se levantó y se acercó a mí. Sentí sus cálidas manos en mis mejillas. - No te culpes...

El pitido de las máquinas comenzó a hacerse más y más rápido. Miré a Vanya.

Estaba convulsionando.

Las escenas pasaban delante de mis ojos en cámara lenta.

Médicos y enfermeras corriendo hacia mi hija. Un médico nos sacó por la fuerza de la habitación.
Lindsey lloraba en mis brazos.
Por la rendija de la ventana en la puerta logré ver cómo aplicaban electroshock en Vanya con un desfibrilador.
Una vez... Nada.
De nuevo... no había reacción de su parte.

Mi niña...

La estábamos perdiendo...

Famous Last Words 1 • Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora