Capítulo XXXI

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Tanjirou sentía que tendría que cerrar un ciclo para empezar otro. Costaría hacerlo, pero tenía que pasar. Había sido rechazado por Rengoku sensei, se lo esperaba desde que conoció a Akaza. Robó un beso a su profesor como despedida. Siempre lo quiso hacer, ¿por qué no? Solo era un beso inocente, con eso bastaba para al menos no marcharse con las manos vacías. 

¿Debería darle una oportunidad a Giyuu san? Pensó mientras agarraba aquel sueter que descansaba sobre su repisa, lo acercó a su rostro e inhaló el aroma. Aún tenía el olor de su profesor. Tendría que devolverlo pronto, pero hoy parecía una buena almohada para dormir con él. Antes, se lo colocó para verse en el espejo. Miraba su reflejo en todos sus ángulos, el sueter no era tan grande como el de Uzui sensei que tenía Zenitsu, pero sí llegaba a cubrirle hasta un poco más allá de las caderas. Giyuu san lo quería. ¿Qué había visto de interesante en él? Si bien, nunca tuvo pareja pero las confesiones no faltaron. Una vez tuvo que rechazar a la hermana menor de la enfermera Shinobu. Kanao, su compañera de la sección B se le había acercado entregándole una carta, sin decir nada y con un tierno sonrojo en las mejillas. Recuerda que fue en día de San Valentín, donde las confesiones de amor abundaban en la academia. Le había dado, además de aquella carta, unos bombones. Él solo pudo sonrojarse y regalarle una sonrisa, no sabía cómo rechazar tal muestra de cariño. Kanao era una chica muy bonita y callada, había sido amiga de su hermana hasta que Nezuko se mudó de la academia Kimetsu a otra, donde solo cursaría hasta ese año para luego volver a Kimetsu a cursar la secundaria. No la veía tanto desde aquel entonces, solo se había disculpado con ella. Tanjirou estaba un poco confundido aún descubriendo sus propios intereses. 

Luego de aquello, se empezó a fijar en su profesor, encontrándose perdidamente enamorado de él. ¿Su primer amor? Podría serlo, nunca había sentido ese tipo de amor antes. Con Rengoku sensei en mente, también empezó a descubrir otras cosas que le avergonzaba admitir. 

En fin, ¿cuánto tiempo lo esperaría Giyuu san? Se acostó en su cama colocando el sueter de su profesor sobre su almohada. Mañana hablaría con sus amigos sobre lo sucedido con el profesor Rengoku, no quería hacerlo por mensaje, por lo que decidió dormirse consolándose con el aroma de Tomioka sensei. Era un chico muy relajado...

Zenitsu se preocupó al no recibir ningún mensaje de su amigo, tenía tanta curiosidad de saber qué había pasado, pero al parecer tendría que esperar hasta mañana. No podía presionar a su amigo a que le responda el mensaje. Solo esperaba que no haya pasado nada malo. 

Se encontraba en la cocina, lavando los platos que ensuciaron durante la cena. Su abuelo ya se había ido a acostarse y Kaigaku parecía estar en su habitación. Soltó un suspiro. Su abuelo no se estaba sintiendo tan bien los últimos días, tampoco quería ir al doctor, solo se excusaba diciendo que eran problemas de la edad. Zenitsu sentía miedo, el abuelo Jigoro siempre fue un hombre muy fuerte, le estaba eternamente agradecido por todo lo que había hecho por él. Se había encargado de cuidarlo luego de que sus padres lo abandonaran y nunca dejó que le faltase algo. Ni siquiera era su nieto legítimo, Kaigaku sí lo era, pero él no. Sus padres solo fueron los vecinos de él, quien siempre se ofrecía a ayudarlos. Eran una pareja muy joven y complicada, no tenían suficiente dinero y habían tenido un hijo no deseado, por lo que no quisieron cargar con una responsabilidad más y lo dejaron abandonado en la casa del abuelo. Nunca guardó resentimiento por ellos, al menos había tenido una buena vida hasta ahora. 

No podía evitar preocuparse mucho por la salud de aquel que lo acogió incondicionalmente. Lo quería mucho, solo le molestaba lo testarudo que llegaba a ser. Sus problemas no parecían ser simples complicaciones de la edad. Tampoco quería presionarlo, eso podría agravar su situación. De repente tosía con fuerza y le faltaba el aire. Tenía dolores corporales y le costaba seguir trabajando en su puesto como jefe de mantenimiento en las obras públicas. Sus superiores le habían dado unas pequeñas vacaciones para que reposara, le tenían aprecio ya que su abuelo era un veterano en su empresa. Zenitsu agradecía eso también. Había comprado algunos medicamentos básicos para calmarlo y lo obligaba a descansar en su cama. 

ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora