Capítulo L

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Zenitsu se encontraba yendo de un lado a otro, trataba de concentrarse en su labor y de apartar a Murata que no paraba de seguirlo. Estaba cansado, por lo que decidió sentarse a descansar y a observar cómo los personales llegaban a armar el escenario, colocando los instrumentos abajo y la mesa del dj arriba. El salón estaba quedando muy bonito y elegante, las cortinas plateadas y doradas estaban por todas partes, hasta colgando en el techo, tenían también algunas luces cristalinas para resaltarlas con más brillos. Los colgantes de luces también decoraban gran parte de las esquinas y el techo, dándole un estilo más ostentoso, pero agradable para la vista. Las mesas tenían manteles blancos con diseños plateados y las flores relucían encima de ellas. Había jarrones de flores altos en cada entrada y esquina, y Yushiro se encargaba de manejar a los personales.

— Está quedando muy bonito, ¿no? — habló Murata, sentándose al lado del rubio. Zenitsu asintió.

— Supongo que hicimos un buen trabajo... — murmuró fatigado.

— Será una linda noche, te estaré esperando — dijo levántandose y despidiéndose del rubio, quien volvió a asentir como respuesta. Hubiera querido ser pareja de Uzui sensei, pero Murata se le había adelantado, además, aún estaba confundido. Si bien, ya no veía a Ume cerca de él, la veía distante, pero siempre que se cruzaba con ella, esta parecía estar matándole con la mirada. Era incómodo. Kaigaku tampoco ya no dijo nada, estaba enfocado en sus estudios y en cuidar al abuelo, la enfermedad de su abuelo lo hizo cambiar repentinamente, al parecer.

Cuando ya terminó con su deber, decidió ir al hospital. Ese día no había actividad escolar, por lo que la mayoría estaba en casa, preparándose para la gala de la noche. Algunos habían venido para tomar clases de etiqueta y baile junto a Mitsuri sensei, quien se había ofrecido a enseñarles a cómo comportarse esa noche especial. La mayoría era de cursos inferiores. Mientras pasaba frente a esa sala, entrecerró los ojos al ver a Murata allí dentro, practicando el vals. Se sintió mal por él, no era tonto, el azabache quería llamar su atención porque tal vez podría gustarse de él. Esa idea le incomodaba un poco, ¿y si se le confesaba hoy? No estaba preparado para esas cosas. Él seguía enamorado de Uzui.

Ingresó al silencioso hospital, admitía que el típico olor farmacéutico le agradaba, así que estaba cómodo allí dentro. Se encontró con Kaigaku, quien estaba sentado fuera de la sala donde estaba su abuelo, esperándolo. — ¿Cómo está? — preguntó refiriéndose al paciente.

— No tan bien, volvió a dormirse, pero le está costando mucho respirar, por eso tuvieron que ponerle un tanque de oxígeno. — respondió cabizbajo. Zenitsu suspiró e ingresó a la habitación de su abuelo, siendo seguido por su hermanastro. Sintió una presión en el pecho al verlo tan pálido y con ese respirador enredado en cables.

— ¿Tan mal está? — preguntó con pesar, acuclillándose para mirarlo detenidamente. Kaigaku asintió.

— Según el doctor, ahora está estable, pero todo depende de cómo evoluciona en las siguientes horas. — respondió colocando las manos en los bolsillos. El rubio asintió y volvió a mirar a su abuelo. — Por cierto, ¿vas a ir al baile de esta noche? — preguntó analizando a su hermano.

— No quisiera ir, preferiría quedarme a cuidarlo... — respondió sin quitarle la mirada al paciente. Kaigaku resopló.

— Deberías ir, tampoco es bueno que estés aquí. Tienes que distraerte un poco — sugirió entornando los ojos. Zenitsu se volteó a mirarlo.

— ¿Tú no vas? — preguntó con el ceño fruncido. Kaigaku negó con la cabeza. — Pero si es tu último año —

— Sí, pero estoy mejor aquí. Tampoco es que muera por ir, no pasa nada si voy o no — respondió ladeando la cabeza. — Tú ya tienes pareja, no deberías dejarla plantada — señaló.

ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora