Capítulo XXXIII

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Zenitsu se sentía nervioso con esa carta cerca. La había puesto sobre su escritorio y la dejó reposar ahí para observarla. Tenía miedo de leerla, sentía una presión en el pecho y su cabeza daba vueltas. Leía una y otra vez el nombre de su profesor sobre el papel, ya era una letra que se aprendió de memoria. Los corazones un poco mal formados y el color rosa del sobre evidenciaban que se trataba de una carta de amor. 

Se sentó en su silla y agarró aquel sobre entre sus manos temblorosas. Tragó saliva y miró a los costados. Su habitación se encontraba en silencio total. Su abuelo debería estar durmiendo y Kaigaku había vuelto a salir con sus amigos. Ya había pasado dos día desde que se robó esa carta del portafolio de su sensei. ¿Se habrá dado cuenta? Uzui no le había dicho nada aún, hoy lo había visto en la escuela y todo parecía normal. Quiso buscar si había más cartas pero no pudo husmear en el portafolio del albino porque no tuvo oportunidad. Uzui no le había quitado la vista de encima en todo el día. Resopló. Ya era tarde, pero no podía conciliar el sueño debido a ese problema que tenía sobre su escritorio. Tendría que acabar con sus dudas ahora mismo. Miró por la ventana y admiró la oscuridad de la madrugada, solo faltaban algunas horas para el amanecer y no tenía ganas de ir a la escuela. Negó con la cabeza y empezó a abrir el sobre. 

Sacó el papel que se escondía dentro y miró con detenimiento. Las letras cursivas lo hacían ver más romántico. Fecha de aquel viernes, 'Para mi profesor' Hmm, Zenitsu frunció los labios. 'Cuánto me alegra obtener una respuesta suya, mi profesor. Saber que usted también esté interesado me complace y debo admitir que, puedo sentir que la conexión es mutua' ¿What? El rubio frunció el ceño. Esta carta era una respuesta a la respuesta que le había dado el profesor. Asintió con la cabeza, tratando de comprender y seguir con su lectura. 

Leyó rápidamente todo lo que había, pausando en las últimas frases. Era una carta demasiada acaramelada y le provocaba arcadas en el estómago. Pero qué significaba eso de 'Espero vernos nuevamente para acabar con las tensiones' El rubio arrugó la nariz. ¿Quién era esa chica y por qué le escribía una carta así a SU profesor? Se enrabietó. Lo más importante, ¿Por qué su sensei no le había mencionado nada de ello? ¿Podría ser acaso que él solo sea una conquista más en su larga lista? ¡Maldición! Si fuera así, prefería mil veces ser rechazado de un principio antes de sentirse utilizado de ese modo. 

Aún era muy temprano para decepcionarse de Uzui. Esperaba que su profesor pudiera aclararle por sí solo esta situación. Él no preguntaría, era el albino quien debería comenzar con el tema... y si no lo hiciera, comprendería por qué aún no le había pedido que fueran parejas. Le daría dos semanas de tiempo. Trataría de desviar su atención y que lo mirara solo a él. Pero demonios, se sentía tan mal. ¿Podría ser cierto lo que Kaigaku le había dicho? Suspiró y volvió a meter esa hoja dentro del sobre. Algún día debería devolvérselo a Uzui. También se sentía mal por inmiscuirse de ese modo, pero él no quería que su sensei quisiera a alguien más...

Dejó la carta en la repisa de al lado y se acostó con la mirada fija en el techo. Aún había tiempo para encontrar respuestas antes de estallar, solo tenía que controlarse y conocer mucho más a Tengen. 

Al día siguiente se encontró con Kaigaku en la academia, este se había ofrecido a ayudarlo con las entregas de las carpetas. Zenitsu lo miró con desconfianza pero aceptó. Era temprano así que sus amigos aún no llegaban. Su hermano no se despegaba de él, le había indicado que podría ir a repartir las mitad de las carpetas en los otros pasillos, pero este se negó provocando un bufido en el rubio. 

Recorrieron los pasillos en silencio. Zenitsu podía sentir las miradas de su hermanastro de vez en cuando, incomodándole un poco. Hasta que decidió romper con el silencio. 

— ¿Ya pensaste en mi propuesta? — preguntó Kaigaku mientras colocaba sus manos en los bolsillos de su pantalón. 

— ¿Ah? Pues... no mucho, para ser sincero. — respondió sin ganas el rubio a la vez que dejaba las carpetas sobre los escritorios de las aulas que ingresaban. El azabache entornó los ojos.

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