Capítulo XXXVI

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A veces llegaba más temprano de lo usual, ni se percataba de eso. Al despertarse, cualquier hora que sea, ya empezaba a organizar su día. No llegaba a desayunar porque creía que la academia era un mejor lugar para hacerlo, estar en un lugar distinto lo hacía sentir mejor. Caminar por los pasillos semi vacíos, observar la vista que tenía desde su ventana, admirar los rayos de sol que se filtraban en los salones e idear proyectos nuevos le llenaban de placer. Su departamento se sentía muy solitario y no había nada más que lo animara allí dentro, conocía cada rincón y cada vez que lo recorría, perdía el encanto. 

Ahora solo se sentaba a relajarse con una taza de café y a esperar ver a sus alumnos, principalmente a su chico. Zenitsu lo hacía sentirse como un adolescente otra vez, irradiaba juventud y podía sentir sus sinceros sentimientos hacia él. Había llegado a sentir aquello que creyó que ya nunca nacería en su interior. La adrenalina del amor. Luego de sus tres novias tuvo otros amores sí, pasajeros y que solo estaban para acompañarlo. No encendían nada en él. Eso le llegó a preocupar. 

Suspiró. La vida era tan impredecible finalmente. Observó sus documentos y miró la vista que brindaba la ventana. Se acomodó en su asiento y carraspeó cuando escuchó que alguien ingresó en su salón. Creyó que se trataba de Kyojuro, quien siempre se acercaba a visitarlo, pero no, esos pasos ligeros eran de una chica. Entornó los ojos y se giró a ver a la intrusa. 

— Tengen sensei, ¿cómo estás? — preguntó acercándose a él hasta quedar enfrente mismo a una distancia considerablemente algo peligrosa. Uzui la miró con recelo y volvió su vista a su taza de café. 

— Bien, supongo. —respondió sin intenciones de alargar la charla. La chica recargó sus brazos sobre el escritorio de su profesor y lo miró con una sonrisa divertida. 

— Me alegro que se encuentre bien... — dijo a la vez que bajaba la mirada para observar los documentos de su profesor. Empezó a juguetear con un pincel que encontró, poniéndolo entre sus labios. — No me parece que se encuentre bien, podría ayudarlo a aligerar sus tensiones, profesor. No me gustaría verlo desanimado durante la clase, podría bajar su rendimiento — sugirió recargándose sobre sus brazos e inclinándose hacia el rostro del profesor. 

— Gracias, Ume. No es necesario — carraspeó Uzui quitándole el pincel que la chica tenía en la boca. — Estoy bien — respondió tajante, recostándose sobre su asiento para distanciarse de la chica, se cruzó de brazos y la observó levantando una ceja. 

Ume se reincorporó y se ubicó detrás del profesor, colocando sus manos alrededor del cuello del albino. — Sensei, usted es muy serio — infló las mejillas. — Yo sé lo que necesitas para animarte un poco. — comentó a la vez que bajaba sus manos llegando a sus hombros. Se inclinó para quedar a la altura de su rostro y susurró en su oído. — Puede confiar en mí —

Uzui alejó sus manos con paciencia y resopló. Era tedioso lidiar con ese tipo de insinuaciones. Sintió nuevamente las manos de la chica, esta vez tratando colarse entre su ropa. — Heey — se quejó con una sonrisa nerviosa. — Es en serio, estoy agradecido con tu oferta, pero no estoy interesado. Ume, por favor — pidió levantándose de su asiento para ganarle en estatura. Bajó la mirada para mirar a la chica, quien estaba con el ceño fruncido. 

Ume entornó los ojos y suspiró. Trató acercarse nuevamente al profesor. — Yo solo quiero ser su amiga — dijo inflando nuevamente las mejillas. — Anda, profesor, quiero que me ayudes a mejorar en su clase. — hizo berrinche alarmando a Uzui. Se paró de puntas y envolvió su rostro entre sus manos. — Déjeme ayudarlo, ¿sí? — suplicó con una mirada sensual. Uzui tragó saliva. 

La chica salió del aula con una sonrisa victoriosa, ensanchándola más cuando se cruzó con ese niño teñido. Pasó a su lado con el mentón levantado, llamando la atención del rubio, quien lo veía confundido y siguió su camino tarareando una canción. 

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