Capítulo XLII

6.1K 732 782
                                    


Zenitsu estaba resignado. Ahora no tenía de otra que olvidar a su profesor. Nunca estuvo seguro de su relación, siempre estaba con altibajos en cuanto a su autoestima. Sus malos pensamientos terminaron siendo reales. Él no era suficiente para Uzui Tengen. El inalcanzable profesor de artes lo había ilusionado solo para jugar con él, ¿por qué? ¿Es esa su inmadura venganza por ofenderlo el primer día? Suponía que era él el idiota por creer que alguien como Uzui se fijaría en su imagen.

Se había encerrado en su habitación, Kaigaku lo había acompañado para visitar al abuelo, quien estaba empeorando. No se levantaba de la cama, y él se encontraba en el peor estado para atenderlo con lucidez. Por ello, su hermanastro se había ofrecido a darle los medicamentos y a acompañarlo, dejando al rubio un momento a solas en su habitación.

Se había ilusionado tanto, tratando de ignorar las palabras de Kaigaku, sumándole las cartas de amor que recibía su profesor. 

Se había puesto el sueter de su profesor, ni sabía por qué lo hacía, pero necesitaba aspirar su aroma otra vez. Se acostó en su cama y miró el techo. Tenía mensajes pendientes que responder, sus amigos trataban de comunicarse con él, al igual que Uzui, aún no había dejaba de enviar sus sus mensajes de buenas noches. Pensó que debió haber comprado helado, para sumirse en su depresión con algo dulce al menos.

Se colocó los auriculares, las canciones de amor serían las idealeas para ese momento. Quiso animarse con algunas de superación, pero aún era demasiado pronto para creer que sería fácil olvidar a Uzui. Solo quería dejar de pensar por un momento, tal vez olvidar la existencia del albino y respirar tranquilo por un segundo. Pero no podía hacerlo, si estaba deprimido, exprimiría hasta lo último de ese sentimiento con la esperenza de quedar seco. Era tedioso saber que tendría que verlo todos los días.

¿Por qué dejó que su corazón se enamorara del profesor de artes?

Kaigaku se encontraba cuidando a su abuelo. Empezaba a preocuparse, su abuelo no se veía bien, hasta llegó a pensar que no podría llegar a pasar de esa noche. Se quedó allí con él, sin apartarse de su lado. No pudo evitar sentir una presión en su pecho. El abuelo Jigoro era su figura paterna, lo cuidó desde pequeño con tanta atención y siempre preocupándose por educarlo, dándole todo lo que tenía a su disposición. Pudo verlo trabajar duro para darle lo mejor a él y a Zenitsu y ahora, verlo de ese modo, lo hacía sentir muy mal. Nunca fue un buen nieto para su abuelo, nunca pudo darle orgullo y agradecerle todo lo que hizo por él. Era un fracasado. Chasqueó la lengua y sintió la humedad en sus ojos. Lo tomó de la mano.

—  Perdón, abuelo — susurró, esta vez dejando que las lágrimas se hicieran lugar con más intensidad. 

— Kaigaku, ¿por qué me pides disculpas? Yo lo siento, no quiero verlos tristes — respondió, provocando más sollozos en su nieto. 

— Abuelo, no. Tú eres fuerte, sé que te quedarás aún. Te prometo que mejoraré y me quedaré contigo. — no podía hablar bien por el nudo que sentía en la garganta. 

— Supongo que sí lo fui, por eso los crié del mismo modo, con la misma fuerza, para acompañarlos aunque no esté. —

— ¡No digas esas cosas! — reclamó el azabache, acuclillándose a su lado mientras seguía agarrando su mano con fuerza.

— Por eso, Kaigaku, tú también eres fuerte al igual que Zenitsu. Estoy tan feliz de verlos crecidos y siendo buenos chicos. Pero Zenitsu, a mi chico dorado, aún le cuesta andar solo. Todavía necesita apoyarse en alguien... — la tos no le dejó terminar de hablar, alarmando a Kaigaku. 

— Abuelo, no te preocupes. Ya no hables, te hace mal... — el azabache se apresuró en hablar, acomodando a su abuelo para detener la tos. 

ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora