Capítulo XXXVII

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Zenitsu ignoró los mensajes de su profesor, no tenía ganas de hablar con nadie, ni con sus amigos. Aún seguía decaído y sin energías. Gastó demasiada fuerza, al parecer. Ya le había dado todas las medicaciones a su abuelo, Kaigaku había llegado a la casa solo por un momento, pero se había marchado antes de que el rubio regresara. No quiso cenar, quizás más tarde lo haría, lo único que quería ahora era dormir, pero hasta eso le costaba. ¿Cómo callar la mente? Quiso buscar en internet algunos tips que le puedan ayudar a recomponerse en ese momento, pero no pudo. 

Estaba acostado mirando un punto en específico, sus ojos seguían rojos y ahora estaban hinchados. Uzui lo había traído hasta su casa..., ¿cómo podría solucionar su problema con él? ¿Cómo actuaría de ahora en adelante? Supuso que debería fingir que nada pasó, pero él le estaba pidiendo explicaciones. Sí, era buena idea seguir como si nada, así tendría tiempo de buscar realmente la verdad. Observaría con más detalle a su novio, se encariñaría tanto con él por si acaso, hasta que fuese suficiente. Tal vez Kaigaku no tenga la razón...

¿Tres novias había dicho? Chasqueó la lengua. ¿Podría estar él buscando tres novias otra vez? Se tapó el rostro con la almohada. Definitivamente, tenía que dejar de pensar. Era un suicidio. 

Era sábado, no había planes para nada, quizás se dedicaría a cuidar a su abuelo y a comprar las cosas para el hogar. Se tomaría ese día para descansar, al igual que el domingo, lo suficiente para volver a ver a su novio el lunes. Aunque su optimismo parecía fuera de lugar. 

Tengen miraba con impaciencia aquella carta que tenía sobre su escritorio. No dejaban de llegarles esos sobrecitos rosados de esa chica. Confirmó que se trataba de una obsesión insana desde que él la rechazó. Echó la cabeza hacia atrás y miró la vista de su ventana, la mañana estaba demasiado silenciosa y solitaria. Sonrió al recordar que ahora tenía un novio, un novio muy lindo, por cierto. Zenitsu era su adoración, era una lástima que no pudiera traerlo a su departamento. De algún modo se veía mal hacer esas cosas, pero él no tenía la culpa de la elección de su corazón. Solo se dejaba llevar por la agradable sensación que le provocaba tener a su rubio con él.

Ahora estaban esas cartas, esa chica y ese hermanastro para fastidiarlo. Suspiró para seguidamente abrir el sobre y leer la carta, ya había perdido la cuenta de cuántas ya tenía en su poder, esa chica era una lunática. Se le acercaba con más frecuencia y sin darle tiempo para reaccionar, se creía ser su amiga y lo acorralaba a veces. No podía reaccionar de otra manera que no fuera siendo amable con ella y siguiéndole el juego. Las cartas que recibía, aparte de ser incesantes declaraciones de amor, eran de amenazas.

No podía aceptar que su chico estuviera en medio de todo eso. Porque sí, la chica al parecer se había enterado de la relación que guardaba él con el rubio. Las amenazas no tardaron en llegar, así que no tuvo de otra que responder sus cartas. Tenía evidencias claras para delatarlos a él y a Zenitsu frente al director para que los expulsaran. Eso era un dolor de cabeza. Su chico podría perder la beca y él el trabajo. En fin, más le preocupaba la crisis que podría afectarle a Zenitsu.

Ume era una manipuladora muy inteligente...

Chasqueó la lengua al leer aquella letra cursiva que ya le parecía repugnante y entornó los ojos al ver cómo lo llamaba tan casual como 'mi profesor' tratando de sonar romántica. Dejó la carta a un lado luego de leer que volvía a mencionar a su rubio, recalcando que tenía evidencias sobre su indebida relación y que ella era mucho mejor que él. — La ofrecida... — murmuró Uzui levantándose de su asiento para ir a buscar algo para comer.

Tendría que hablar de esto con su amigo, él tal vez pueda ayudarlo. Sí, se decidió en enviar un mensaje a Kyojuro para que lo visite esa noche. Envió unos cuantos mensajes a su chico, preguntándole cómo estaba. Aún sentía una presión en el pecho al recordar lo mal que estaba ese día. No le respondió. ¿Qué tan malo debió de ser aquello para que su rubio llorara con tanto dolor? Estaba bien durante la mañana, un poco decaído por las pocas palabras que recibió como explicación a lo de la chica que lo visitó. No podía decirle nada aún, esperaba solucionar ese problema primeramente, solo que costaba mucho mantener la discreción.

ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora