Capítulo 6

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-¿Con Dickinson? ¿Por qué lo preguntas? -ahora mismo estoy tan sorprendido, que no sé qué decir. O qué espera oír ella.

-Simple curiosidad -responde, sin dejar de mirar al frente-. La he visto rondándote y me pareció que se ponía un poco posesiva contigo en el hospital cuando hablábamos. No es que me incumba lo que haya entre vosotros, ni pretendo meterme donde no me llaman, pero no me ha dado buenas vibraciones y te diría que andes con ojo con ella. Sin ofender, por supuesto. Solo ha sido mi impresión. Aunque no suelo engañarme.

-Ya, te entiendo, tranquila. Dickinson nos ha estado ayudando en el hospital -le explico, aliviado de que no la haya estado molestando. Sería el colmo-, ya sabes, por el escaso personal y eso. Era divertida y voluntariosa. Congeniamos desde el principio.

-El roce hace el cariño -dice, pero en este caso no ha sido exactamente así y se lo hago saber. 

-No es lo que piensas -niego-. Ella tenía novio, así que nunca se me pasó por la cabeza que pudiese haber algo más entre nosotros que una simple amistad. Ese no es mi estilo.

-Pero supongo que el suyo sí -me anima a continuar y por primera vez desde hace mucho tiempo, parece que han cambiado las tornas y que es una mujer quien me escucha a mí, en lugar de ser yo su paño de lágrimas. No sé cómo sentirme al respecto, pero sigo hablando porque me resulta cómodo hacerlo con ella. Eso, si ignoro el fuerte latir de mi corazón en mi pecho, lo que por otro lado, ya es una constante cuando la tengo cerca.

-No creo que ese sea su estilo tampoco. Es solo que de la noche a la mañana, empezó a hablarme de los problemas que estaba teniendo con su novio y a pedirme consejo sobre ello. Al parecer, a él no le gustaba que se pasase tantos meses fuera de casa y le pedía a todas horas que dejase su trabajo.

-Es lo típico en estos casos. Me he topado con algunos así -por un momento, creo que va a empezar a hablarme de sus propios fantasmas, pero me sorprende una vez más-. Al final los mandas a la mierda sin que te afecte demasiado. 

-Supongo -yo no he tenido que dejar a nadie en mucho tiempo, así que no sé si me acostumbraría a hacerlo.

-Puedes entender que se preocupen -continúa- o que no les guste lo que haces, pero de ahí a pedirte que lo dejes, solo para que ellos estén más tranquilos... eso es demasiado egoísta.

-Tienes razón -no puedo decir lo contrario. Las esposas de mis compañeros no lo tienen fácil, pero nunca les han pedido que dejen de hacer aquello que les gusta. Lo entienden y lo aceptan, pues ya eran SEAL antes de conocerlas, así que sabían a lo que se exponían con ellos-. Si algún día encuentro a alguien con quien compartir mi vida, tendrá que entender que esto es lo que soy y que no lo dejaré hasta que me sienta preparado para ello.

-Seguro que no tendrán problema en aceptarlo -solo ahora me doy cuenta de que lo he dicho en alto-. No hay más que verte para saber que nadie sería tan estúpido como para dejarte ir, si consigue tu atención.

Su halago, que llega de forma casual, me deja anonadado porque no me lo esperaba. Aunque sigue mirando al frente, yo no puedo evitar mirarla a ella. Casi pensaría que mi mente me ha jugado una mala pasada, si no fuese porque gira su cabeza hacia mí y sonríe.

-¿Qué? -añade-. Ahora no me vengas con que es mentira.

-Pues la verdad es que últimamente las mujeres solo me quieren como compañero de confidencias, así que no sé qué decirte -le confieso-. Quizá me vean cara de buen consejero o qué se yo, pero solo me usan como paño de lágrimas.

-¡Qué estúpidas! -ríe- ¿No me digas que se piensan que eres gay? Eso ya sería el colmo. Da más el pego tu amigo, el que estaba enganchado a ti cuando os interrumpí. Y aun así, también se ve que no necesita salir del armario porque es todo un machote.

Fawn (Saga SEAL 6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora