Capítulo 9

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-¿Cómo que se han quedado allí? -no doy crédito a lo que dice Gibbs. Se suponía que habíamos venido solos para que nadie se quedase atrás y ahora me dice que cuatro personas lo han hecho. Y entre ellos, Doc-. Los has expuesto al peligro sin necesidad, Gibbs. ¿Cómo se te ocurre...?

-Suficiente, Holt -su orden me calla, pero solo porque es mi superior y sé que cuando usa ese tono, es mejor no llevarle la contraria. Sin embargo, no puedo evitar que la ira bulla por mis venas y aprieto los puños para no hacer algo de lo que más tarde me arrepienta-. El soldado no habría sobrevivido al traslado si el doctor no lo estabiliza primero y tampoco teníamos tiempo para esperarlo. Fue idea suya el dejarlos atrás mientras poníamos a salvo al resto.

-Y seguramente tú no has puesto demasiadas pegas a esa idea -vanas esperanzas las mías de no replicarle.

-He de hacer lo mejor para la misión.

-Y dejarlos indefensos mientras salvas al resto es lo mejor para la misión -digo con ironía, sin poder evitarlo.

-Moore y Snaider se han quedado con ellos para protegerlos -endurece su voz-. Y me llevaré a dos de los nuestros para ir a buscarlos, en cuanto me asegure de que te alejas de aquí sin proble...

-No pienso irme sin ellos -lo interrumpo. Me da igual si después decide disciplinarme, porque el plan era volver todos juntos y eso no va a cambiar mientras yo pueda evitarlo.

-Harás lo que yo te diga, Holt. 

-Accedí a no traer refuerzos -le recuerdo sus órdenes, por si las ha olvidado- para no tener que dejar atrás a nadie. ¿Y ahora me estás diciendo que es lo que vamos a hacer? ¿Después de haber renunciado a traer a un equipo que nos ayude con el rescate? Pues lo siento mucho, Gibbs, pero no pienso obedecer. No me moveré de aquí hasta que todos, absolutamente TODOS, se suban al halo.

-No me desafíes más, Holt -me amenaza, acercándose tanto a mí, que cualquier otro se habría acobardado. Pero yo no. Cuando creo que algo está mal, no me callo ni reculo-. Estoy harto de tus insubordinaciones. Harás lo que te ordene y lo harás sin protestar. 

-Y yo estoy harta de que cambies los planes a tu antojo cuando te place -lo enfrento-. Esto no es ningún juego Gibbs.

-¿Crees que no lo sé? -grita- ¿Crees que me gusta haberlos dejado atrás? Pero debo hacer lo mejor para todos y...

-Esto no es lo mejor para todos -lo interrumpo-. Es lo mejor para ti. Así, si no logras salvar al resto, al menos habrás cumplido parte de la misión con el primer vuelo. Con decir que han surgido inconvenientes después, ya salvas tu culo, ¿no?

-El herido está más muerto que vivo -sus palabras me duelen porque está insinuando que mi idea es la correcta. Solo lo dije por despecho, pero veo que es lo que estaba pensando cuando decidió dejarlos atrás- y estos hombres necesitan atención inmediata. Mi prioridad es salvar a quien puede ser salvado. 

-Arriesgando la vida de quien se ha quedado para cuidar del casi muerto -le recuerdo.

-A eso se le llama triage, Holt.

-A eso se le llama ser un capullo, Gibbs -replico.

-Te llevarás a estos hombres a la base -ahora está hablando mi superior y aprieto la mandíbula, cabreada- y yo regresaré a por los demás, con un par de hombres, tal y como te he dicho. Para cuando vuelvas al punto de extracción, estaremos esperándote. 

-Gibbs, eso no...

-Es una orden, soldado -me grita, tan cerca de mi cara, que su aliento me golpea de pleno y cierro los ojos por inercia.

-Sí, señor -odio que se imponga usando su rango. Se supone que somos un equipo y que decidimos entre todos. 

Al menos eso era lo que hacíamos antes, cuando empezamos a trabajar juntos. Gibbs era un jefe increíble, que siempre tenía en cuenta la opinión de todos a la hora de trazar planes. Éramos como una familia e incluso nos juntábamos cuando estábamos de descanso en casa y salíamos a entrenar juntos. Pero después enfermó su esposa y su carácter comenzó a empeorar porque ella quería que se quedase a su lado mientras no se recuperaba de todo. Discutían mucho por eso cuando estaba en casa, así que empezó a no permanecer mucho tiempo allí. Siempre buscaba algo que hacer lejos de ella. Empezó incluso a pedir más horas extra, con la falsa excusa de pagar el tratamiento de su esposa, aunque nosotros sabíamos que lo hacían los padres de ella. Ni siquiera le importó perjudicarnos a nosotros, obligándonos a seguirlo misión tras misión, casi sin tiempo para disfrutar de nuestras propias familias. Así fue como se empezó a torcer todo. Pero lo peor fue en aquella última misión que aceptó, a pesar de que su esposa había empeorado tanto que no le daban muchas esperanzas de vida. Solo cuando ella murió mientras estábamos fuera, Gibbs comprendió que había obrado mal y que la había abandonado cuando más lo necesitaba. Ahora vive amargado y los remordimientos por no haber estado con ella en su último aliento no le permiten pensar con claridad en muchas ocasiones. Se ha vuelto más intransigente y déspota. 

Fawn (Saga SEAL 6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora