Capítulo 23

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Veo cómo golpea la pera con rabia y frustración, mientras se baña en sudor por el esfuerzo, y me siento mal por ella. Su padre no quiso hablarle después de nuestra fallida reunión en casa de Bárbara. Y aunque su hermana le recordó que en el pasado había tardado un año en hablar de nuevo con ella cuando supo que ingresaría en el ejército, parece que esta vez le está resultando mucho más duro que por aquel entonces. Y no quiero molestarla en su momento de descarga, pero apenas nos quedan 2 horas para prepararnos. El vuelo sale en 4 horas y debemos llegar mucho antes al aeropuerto.

-Si le pones una foto de tu padre, quizá sería más efectivo -intento bromear con ella, para que se relaje, aunque sé que nada de lo que le diga le ayudará ahora, tanto como lo está haciendo el boxeo. 

-Es tan cabezota -se queja, golpeando una última vez la pera, que rebota a un lado y a otro varias veces, antes de detenerse-. Sabía que no se lo tomaría bien, pero decirme esas cosas... 

-No lo piensa de verdad -aunque esté sudada, la abrazo para intentar consolarla-. Recapacitará y sabrás de él mucho antes de un año. Ya lo verás.

Creo que lo que más le duele es que va a ingresar en el programa de selección de los SEAL mañana, sin haber arreglado las cosas con su padre. Y que en mucho tiempo, no podrá hablar con él, aunque el hombre quisiese hacerlo. El programa es muy estricto y no permite llamadas personales, salvo situaciones muy concretas, lo que no sería su caso. 

-Eso espero -susurra en mi pecho. Desde hace una semana, ese parece ser su lugar favorito para pasar el tiempo, salvo las veces en que está golpeando la pera. He perdido la cuenta de las veces que he tenido que abrazarla; aunque no me quejaré, porque me encanta sentirla tan cerca de mí. Solo lamento que tenga que ser por un motivo tan triste.

-Sé que te preocupa -le digo, obligándola a mirarme a los ojos- por si no rindes en las pruebas, pero te aseguro que cuando empieces, no tendrás tiempo para pensar en nada más que en seguir en pie y no rendirte. No tocar la campana se convertirá en tu único objetivo durante un tiempo.

-¿Acaso lees la mente, Doc? -al menos, consigo una sonrisa de su parte.

-No es que te lea la mente, Fawn; es que siempre te pongo atención -mis palabras se ganan un beso de su parte, que intento saborear, porque sé que será uno de los pocos que recibiré en mucho tiempo-. Tenemos que prepararnos ya.

-Dúchate conmigo -sugiere, sin dejar de besarme-. Así acabaremos antes.

-Si nos metemos juntos en la ducha, no acabaremos antes -auguro, lo que la hace reír. Y aun así, lo hacemos.

Intento no caer en la tentación, pero resulta imposible cuando Fawn me provoca al enjabonarse. Se me seca la boca solo de verla mover las manos por su cuerpo de una forma tan deliberadamente lenta y humedezco mis labios con la lengua, lo que hace que sus ojos se fijen en mi gesto. La intensidad con la que me está mirando, acaba con la poca fuerza de voluntad que me queda.

-Eso es jugar sucio, Fawn -le digo, antes de devorarle la boca con demasiada necesidad de ella.

Sus manos recorren ahora mi cuerpo, como si me enjabonase, pero lo único que consigue es encenderme más. La giro, para que quede de espaldas y la obligo a inclinarse hacia adelante. Me arrodillo y mi boca se cuela entre sus piernas para hacerla enloquecer. Es mi venganza por haberme provocado y la disfrutamos ambos, hasta que Fawn se deshace en mis labios. 

-Espera aquí -le digo, aunque no haga falta-. Vuelvo ahora, no te muevas.

Intentando no resbalarme por el camino, salgo de la ducha y voy a por un condón. Cuando vuelvo, Fawn sigue en la misma posición, pero se está estimulando con los dedos, lo que me hace detenerme unos segundos, observándola. Se sujeta a la pared de la ducha con una mano y la otra está entre sus piernas, arrancándole gemidos de placer, mientras el agua cae sobre ella, dibujando el perfil de su cuerpo a la perfección. Es lo más erótico que he visto en mi vida.

Fawn (Saga SEAL 6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora