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Capítulo cuarenta y cinco

Soy su secretaria personal.

No oficialmentente, pero lo soy.

O eso me dijo Amir.

Leo con cuidado los papeles que tengo en la mano mientras siento como todas las miradas están posadas en mí y no en él que explica cuidadosamente su plan elaborado para aumentar las ganancias de la empresa.

Y pensar que mi padre trabajaba aquí.

Giro mi silla en la punta de la mesa y observo con detalle su mapa plasmado en la pizarra, mis ojos viajan a cada línea y mi cabeza automáticamente las conecta formando un delicioso emparedado. Muerdo mis labios, tengo hambre.

¿Cuándo saldremos a comer?

—Espero que les haya quedado claro lo que planeo hacer, ¿alguien tiene alguna pregunta? —levanto mi mano y sonríe —¿Irina? —abro y cierro mi boca, pero de esta no sale ni una sola palabra, niego y dejo caer mi cabeza a la mesa —Bien, se pueden retirar —todos recogen sus cosas e imito su acción —Irina, tú te quedas—asiento y cierro la puerta cuando el último sale.

Volteo hacia él—¿Qué más tengo que hacer?

Guarda su móvil dentro de su saco azul y alza su mirada —nada —se posiciona a mi lado y toma mi mano —sé que tienes hambre, ya mande a alguien a comprar comida para ti —toca los botones del elevador y este abre sus puertas.

—¿Para mí solamente? ¿Y tú no comerás?

—¿Te estás preocupando por mí? —me jala de la cintura.

—No, claro que no —siento el típico hormigueo al subir y las puertas son abiertas en el típico piso solamente del jefe.

—Eso dices tú —susurra y alzo una de mis cejas—en fin, justo ahora tengo una entrevista con una revista de un instituto, fue sin cita previa, pero tampoco quiero decepcionar.

—Entonces, ¿Dónde comeré yo?

—Justo ahora debe estar por llegar Sofía con tus cosas, ella te dirá —las puertas de elevador se abren y de el sale Sofía con su típica vestimenta de secretaria profesional y detrás de ella una chica delgada, más o menos de mi altura con una mini falda roja ceñida a sus piernas y una camisa blanca holgada, trae en sus manos un pequeño bolso y camina sonando sus tacones hacia nosotros.

—Buenas tardes, usted debe ser Amir Dhall —coloca sus manos en su saco y se impulsa para dejar un beso en su mejilla.

Mis ojos se abren como platos, lo veo directamente y él reprime su sonrisa hacia mi dirección.

Esto ya no es jugar, es pasarse.

Achico mis ojos y carraspeo —Yo soy, Irina...

La chica me voltea a ver desinteresada —Sí, debes ser su secretaria —vuelve la vista a él —¿hacemos la entrevista aquí o en tu oficina?

Pero que descarada.

—Vamos a la oficina.

—Entonces, ¿qué esperamos?

—¿Irina, iras a comer? —cuestiona y niego con la sonrisa más falsa que he hecho en toda mi vida.

—No, jefe. La verdad es que se me ha quitado el apetito, prefiero trabajar en mi despacho —asiente y me da una última mirada de reojo antes de empezar a caminar hacia su gran oficina.

Entra dejando las puertas abiertas y la chica se detiene en el marco —Cuando te diga que vayas a buscar un café te vas y no regresas, vale —vuelve a mover sus piernas y toma asiento en las sillas en frente de su escritorio.

El Hijo Del Millonario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora