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Capítulo trece

Pov Irina

Cada beso lo recuerdo en mi mente como si fuera la mejor experiencia de mi vida y es que no me ha dado un beso cualquiera persona, no, me los ha dado Amir Dhall.

El chico que cientos de chicas quieren.

—¿Por que estás tan feliz mija? —sirvo mi plato de cornflake con efusividad —Y mira que tu solita te levantaste temprano, te bañaste y bajaste a tiempo, ¿te sientes bien? —asiento y busco la cuchara para mi plato.

Como no me voy a sentir bien cuando dormí toda la noche pegada a un six pack y unos brazos relamente acogedores. Suspiro y llevo la primera cucharada de cereal a mi boca, debo comer rápido porque él pasará por mí en diez minutos.

—Buenos días familia—dice mi papá al entrar por la puerta de la cocina —Oh, pero mira quien se levanto temprano—camina hasta mí y revuelve mi cabello.

Me agacho para que no me despeluque más y sigo comiendo, el clarkson de su auto suena afuera y me levanto, pongo el plato en el fregadero y tomo mi bolsa para salir—adiós, familia—cierro la puerta tras de mí y me aguanto las ganas de correr hacia el carro.

Abro la puerta trasera del auto y tiro la mochila para poder subirme cómodamente, cierro la puerta y lo primero que veo es su sonrisa haciendo relucir esos perfectos dientes —Buenos días, irresistible —me acomodo en el centro de los dos puestos delanteros y planto un beso en sus labios.

—Buenos días ojos azules, no te quisiera molestar, pero debes sacar este carro de aquí antes de que tus suegros vengan a investigar —sonrío nerviosa.

—¿Y que tiene que mi suegro se entere que su hija está saliendo con su jefe?

—Eso es muy malo—volteo mi vista hacia la casa y los veo asomados por la ventana—sal de aquí, ahora—baja la palanca y hace andar el gigantesco auto, se detiene en la acera antes de entrar al tráfico de la vía principal y gira en su puesto, me toma de las manos y me estampa contra él.

—Realmente te necesito aquí adelante, cruzate —toca el puesto y paso una de mis cortas piernas hacia delante —tengo que quitar eso de solo faldas para las niñas en el instituto o terminaré matando a más de uno—junto mis cejas—porque cuando te agachas o te doblas se ven tus bragas y no es que no me gusten—siento un azote en mis nalgas y cruzo el otro pies rápido, dejo que mi peso caiga de lleno al puesto —pero tampoco quiero que alguien haga eso, porque aparte de que lo torturo vivo a ti te daré unas buenas nalgadas por dejar tocarte—abro y cierro la boca tratando de replicar y mi sangre llega a las mejillas, desvío la mirada y lo escucho sonreír.

—No te burles, no es gracioso — doy un manotazo a su hombro y simula quejarse de dolor—deja de provocarme, desde anoche lo estás haciendo y tú lo sabes—lo observo de reojo.

El mastodonte se encoge de hombros —No sé de qué me hablas.

Achico mis ojos—Tu sabes de lo que hablo— acuso —cuando te empezaste a quitar la ropa tan seductor y quedaste en boxer abrazándome—tuerzo mi boca.

—¿Me vas a negar que te gusto?

—Sí, te lo voy a negar —cruza un último semáforo y dobla en la esquina del instituto —además, anoche me sentía enana con tu enorme cuerpo, pero había una parte que no sentí y eso me extraño, en fin —él junta sus cejas y se estaciona.

—¿Qué parte no sentiste? —le doy un fugaz beso en los labios y llevo mi cuerpo hacia la parte trasera del auto alcanzando mi bolsa.

—Algo que tienes entre medio de las piernas y te hace hombre por naturaleza —sonrío. Sus ojos azules brillan con intensidad y tira su asiento más para atrás, me toma en peso y coloca mis piernas al rededor de él, tira su cuerpo para delante y tira mi bolsa al asiento de copiloto.

El Hijo Del Millonario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora