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Capítulo cuarenta y seis

Atrapados en el baño.

El primer instinto del guardia de seguridad del lugar fue meternos aquí, pero su error fue cerrar demasiado fuerte la puerta.

Ahora vivimos en el baño mientras escuchamos afuera como las personas se quejan por no poder usar el mismo.

Abanico mi rostro y veo a ojos azules quitarse el saco, lo deja encima de una puerta y voltea en mi dirección —ven, dame ese chaleco —me giro y lo saca de un tirón, la camisa blanca ceñida a mi cuerpo yace con un poco de sudor y suspiro sonoramente.

—Amir, haz algo para sacarnos de esto —señalo la puerta —tenemos una hora y media de estar aquí encerrados —coloco mis manos en la cintura.

—¿Crees que no puedo tumbar esa puerta aplicando fuerza? Claro que lo puedo hacer, pero cómo le explicaremos a la gente que derribe una puerta gigante, además, no sé si los paparazzis están ahí fuera.

—Eres una niña  —digo y camino a la entrada, examino la cerradura con cuidado y él estrella su pie de lleno contra la puerta, esta hace un ruido sonoro al caer y Amir me jala antes de que quede totalmente en el suelo.

Volteo y su mano me tiende mi saco a cuadros —Nos vamos —pasa por mi lado y corro detrás de él, veo el lugar totalmente vacío mientras que las hormigas toman fotos desde fuera, ojos azules se dirige a la caja y la gerente del lugar es la primera en hablar.

—Señor, no puede estar aquí, mire como nos ha dejado—señala de un lado a otro — esto será pérdidas para nosotros el día de hoy.

—¿Cuánto hacen al día?

—Son cifras extra oficiales, no le puedo decir.

—Entonces no tendrá las ganancias el día de hoy, además tengo que pagar la puerta del baño, la derribé —ella lleva sus manos al pecho y sale detrás del mostrador, observa el pasillo del baño y da un pequeño grito.

—Voy a ser despedida, eso es seguro.

—¿cuánto hacen al día?—vuelve a cuestionar y saca su tarjeta.

—Usted no tiene el suficiente dinero para pagar las ganancias de un día, ¿dígame quién es usted?—lo señala y Amir junta sus cejas molesto, su boca forma una sola línea recta y tensa su mandíbula.

Aquí vamos otra vez mirada de: eres una cucharacha inferior a mí.

Es obvio que está enfadado.

Mete la tarjeta dentro de su cartera y saca un cheque vacío, mira el bolígrafo del chico en su oreja y lo toma sin más —supongamos que por día tienen trecientos cincuenta comensales, cada uno deja un máximo de cincuenta dólares al venir —hace una mueca con sus labios —aunque no creo que sea así —fija sus ojos en ella —lo que hace una ganancia de diecisiete mil quinientos dólares, más la puerta que al parecer es de buena calidad, el marco, el instalador y el salario extra de la persona que limpia, en total serían diecisiete mil ochocientos dólares, pero como soy generoso les voy a dar veinte mil para que conserve su trabajo —escribe la cifra en el cheque y lo deja sobre el mostrador —espero que pase buenas tardes.

—Usted es un grosero de mierda.

Alzo una ceja —¿Lo dice una loca gerente que en vez de hablar con el causante de todo esto y llegar a un acuerdo se pone a gritar histérica? discúlpeme, pero eso es poco profesional.

—Irina, nos vamos —ojos azules me tiende su mano y la tomo —nos van a bombardear con preguntas y posiblemente nos empujen al pasar, pero tenemos que salir de aquí —asiento.

—Al ataque —soy la primera en dirigirme a la puerta y él la abre, cientos de cámaras toman fotos de nosotros y cubro mi cara con mi mano libre, me apego al pecho de Amir al sentir los jalones de un lado a otro, el sonido de su auto desbloqueado llama mi atención y alzo la vista para encontrarlo a pocos pasos.

Las preguntas vienen una detrás de otra y las ignoro completamente, abre la puerta de copiloto y subo al auto como puedo, él cierra mi puerta y en segundos lo tengo a mi lado, toca la bocina y avanza sin importarle quien esté por delante.

Voltea a verme y levanta una de sus manos en mi dirección, me examina cuidadosamente y vuelve a dirigir la vista al frente, —¿Estás enojado conmigo?

Niega —Contigo no. Conmigo.

—¿Por qué?

—Debí suponer que esto pasaría, una vez que sales a un lugar público ellos están ahí, jodiendo. Además, mi humor se fue por la borda con la tipa esa.

—Pero esto no nos había pasado antes —me acomodo mejor en el asiento —¿Cómo es que ahora sí?

—No lo sé, será porque últimamente estoy haciéndome cargo de la empresa.

Toma dirección a la autopista —¿vas a la casa?

—Vamos a la casa.

—Yo pensé que tenías que terminar de trabajar, no importa, te haré una pregunta, ¿todos los días recibes tipas de ese tipo?

Sonríe —¿de qué tipo?

Ruedo mis ojos —No te hagas, sabes perfectamente de lo que estoy hablando —me cruzo de brazos.

—Lo hice solo para molestarte, ¿crees que dejaría que otra mujer que no seas tú me tocara con esa facilidad? —la comisura de mis labios se curva ligeramente en una sonrisa y muerdo mis labios —¿todavía no te das cuenta que me tienes en la palma de tu mano, irresistible?

—¿Entonces por qué haces cosas que me confunden?

Suelta la mirada de la carretera—La pregunta correcta de mí para ti es, ¿a qué estás jugando? Yo solo te sigo el juego —se encoge de hombros.

—Tienes ventaja y no es justo—susurro. Entra a la residencial y baja su ventana al llegar, los dos guardias de seguridad lo dejan pasar y se estaciona justo en frente de la casa.

—Irina, esto no me gusta —nos señala —no me gusta estar así contigo y más sabiendo que ambos nos queremos —coloca mis mechones rebeldes de cabello detrás de mí oreja —vuelve a ser mía —trago grueso.

¿Ahora qué le digo?

No sé qué decirle.

¿Cómo qué no sabes qué decirle, tonta? Dile que sí.

Orian, este ambiente no es favorecedor.

Estás en la casa, inventate algo.

Tal vez pueda...

Desabrocho mi cinturón y salgo del auto, mis zapatos se oyen resonar y abro las puertas de par en par, Kurt, Tina y Kevin  me miran expectantes y subo las escaleras sin decir ni una sola palabra.

Entro al cuarto y alzo mis pies para quitar mis zapatos, el sonido de la puerta cerrándose me dice que ojos azules ya está aquí y giro para confrontarlo.

—¿qué pasa, saliste prácticamente volando del auto?

—No tienes que pedir permiso —me dirijo lentamente hacia él, rodeo su cuerpo y toco su espalda, pongo mis pies de puntitas, mis labios apenas tocan parte de su cuello y cierro mis ojos —yo ya soy tuya.

Jala mi brazo y se voltea hacia mí, sus manos precionan mi cuerpo contra él, lame sus labios y me da una de esas tantas miradas seductoras —estaba esperando que dijeras eso, irresistible —aferro mis manos a su cuello y lo atraigo hacia mí.

—Cállate y bésame.






















...

Nota de autora: —

Dedicado a: @Eileenross 💗✨

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El Hijo Del Millonario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora