Capítulo 1

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— Madre por favor no llore que no me voy a la guerra. Tan sólo, me voy a Milán para trabajar en un nuevo proyecto. Ya sabe madre, no me gusta estar a la sopa boba.

— Ya lo se mi hija querida,  estoy totalmente de acuerdo de que vayas a trabajar a otro país para así puedas cumplir tus sueños. Pero mi hija...¿Porque a Milán? A Italia, tan lejos de mí. — Ruedo mis ojos bajando la intensidad de paciencia que debo soportar con mi madre.

— Madre, suénate los mocos y beba agua. Solo van a ser unos meses. Nada más termine el proyecto que me han encargado vuelvo a casa a seguir haciendo la vaga. Pero ahora déjeme que me vaya porque pierdo el avión. — Abrazo a mis padres y el resto de mi familia despidiéndome de todos ellos.

Junto con mi amiga Anne me marcho hacia Milán donde nos espera un proyecto importante.
Debemos de organizar la boda de la hija del presidente del país.
Es un encargo muy serio e importante para mí, y si no fuera porque no voy a ver  tantos billetes morados juntos  en toda mi vida y esto es una oportunidad que no le cae a una todos los días donde podré ascender en mi carrera, no me hubiera planteado la idea de volver a Milán donde juré no volver.

Me relajo en el asiento del avión cerrando los ojos para volver a retroceder en el tiempo  recordando cuando estuve de vacaciones y por una borrachera conocí a Sabino.
Me flechó nada más verlo con el bañador ajustado a la paquetera.
¡Qué culo! Pensé. ¡Qué paquetera!, que andares con unas piernas largas y sin depilar caminando por la arena como  David Hasselhof en vigilantes de la playa.

No pude remediarlo, me levanté de la toalla donde ya comenzaba a tostarme y me fui hasta él un poco tambaleando por motivos que aún desconozco, echándome encima de él fingiendo que me había torcido un tobillo. Cuando en realidad era que iba con un par de cervezas de más.
Sabino estuvo mirándome el tobillo como si fuera a encontrar algo pacientemente, lo único que encontró fue mi sonrisa y unas ganas locas de irme a pasar la noche con él.
De juerga mal pensados.

Por supuesto no pasó nada esa noche, simplemente nos conocimos antes de entrar en faena un mes después, el último día que me quedaba de vacaciones.

Sabino era el hombre de mi vida. Me enamoré como una idiota que no sabía lo que era estar con un hombre maduro claro.

Después de las vacaciones seguimos en contacto, pasaron algunos meses hasta que volvimos a vernos y éste me propuso ir con él a Milán.
Acepté encantada, más feliz que una codorniz hice mis maletas y me mudé a Milán con él.
Tenía tantas ilusiones puestas y me sentía tan enamorada como que nada retuvo ni me importó mudarme ha Italia.
En ese momento no sé dónde tenía la cabeza.

Después de un año de relación comencé a ir desconfiando de él, hasta que descubrí que llevaba doble vida.
Estaba casado y tenía dos hijos.
Al descubrirlo lloré durante tres días, no tenía fuerzas para enfrentar nada. Hasta que al fin pude hablar con él, por supuesto él me hizo prometer que acabaría divorciándose de su mujer, no la amaba y si estaba a su lado era por sus hijos.
Lo creí, dejé de pasar el tiempo y él seguía con su familia mientras yo seguía esperando convertida en su amante que acabase con su matrimonio.
Desengañada, herida y con mi corazón roto en mil pedazos volví a Luxemburgo donde juré no volver a Italia y mucho menos conocer a más italianos.
He conocido a bastantes hombres interesantes a lo largo de estos  años, pero en verdad no deseo estar con ninguno.
De momento estoy muy bien así haciendo mi vida de soltera sin tener que dar explicaciones a nadie.
Si me apetece una noche de Safari, pues solo debo decir sí, y en menos de  un cantar sevillano me encuentro en una habitación de hotel dándole marcha al cuerpo.
Al terminar, me largo más feliz que una codorniz.

— Paty despierta que ya hemos llegado a Milán. — Con pequeños movimientos me avisa Anne de que debo abrócharme el cinturón porque vamos aterrizar.

TUS LOCURAS, SON MI DELIRIO #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora