Capítulo 30

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Debo de encargarme personalmente del presupuesto del desfile

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Debo de encargarme personalmente del presupuesto del desfile.
De nuevo tengo que encerrarme entre cuatro paredes para debatir sobre números.
La reunión dura horas y mi paciencia está al límite.
Al salir de la sala de juntas me despido de los contables pasando de nuevo a mi oficina donde me sirvo un whisky.
Me siento agotado, la cabeza parece que me va ha estallar.
Bebo  pequeños sorbos de mi vaso despacio pensando en mi vida en general.
Desde que mi abuela Mariela de Montenelli, viuda, fundó esta empresa llevándola al éxito. Mi padre siguió cosechando más éxito y yo debo mantener este legado.
El caso es que con tantos problemas como se me han ido echando encima he descuidado la empresa acabando por firmar con un contrato con la competencia.
¡Dios mío! ¡Qué he hecho!
En parte ya no me preocupa demasiado seguir pasando horas y horas encerrando en una oficina dejando que el tiempo pase para así perderme muchas cosas como hizo mi padre conmigo y mi madre.
Mi madre siempre estuvo al margen de los negocios de mi padre haciendo como que le gustaba todo lo que mi padre le imponía. Justamente es lo mismo que he estado haciendo yo Patricia.
El haber perdido a nuestro hijo me ha hecho recapacitar llegando a plantearme de dejar la empresa para dedicarme a mi vida privada junto a mi familia.
No quiero convertirme como mi padre, el cual se comportó muy bien conmigo, pero en algunas ocasiones él no estaba a mi lado cuando lo necesitaba.
Mis padres estuvieron varias veces a punto divorciarse, si no lo hicieron fue por la culpa que sentía mi padre por lo sucedido con mi madre.
Eso fue lo que les unió los últimos años de vida de mi padre.
Ahora que lo miro desde otra expectativa, no es precisamente esto lo que deseo.
Ya perdí a Clarisa, y no quiero perder a Patricia.
Ella, es ahora  mi presente y mi futuro.
Sin ella, es como si me falta una parte de mi cuerpo.
La amo, y ya va siendo hora de que cambie mi vida.
Me duele tener que vender la empresa, pero pienso que es lo mejor.
Tengo dinero suficiente para vivir bien y poner otro negocio que no me dé tantos dolores de cabeza.

Me levanto del sofá totalmente derrotado. Siento que ya no me quedan más fuerzas para seguir adelante hasta que veo pasar a Patricia cómo un remolino de viento.
A veces me desespera sus locuras, tal vez me enfade mucho con ella, pero la quiero tal y como es.
Y aquí estamos abrazados sin decir nada.
Sí, he sido un idiota por haberme guiado más por mi ego que por la razón. La aprieto un poco más contra mi pecho como si mis brazos fueran dos cadenas y no quiero que se vaya de mi lado.
La beso desesperadamente antes de que comience hablar, si no ya si que no hay quien la pare.

Siento mi piel arder del fuego que ella me provoca, el placer nos llama, sin mirar nada la dejo encima de la mesa de mi escritorio para dar rienda suelta a nuestro encuentro.

— De verdad Monti cada vez te superas más. Siempre he querido hacerlo en tú oficina. — Patricia y sus ocurrencias.
Sin embargo, mirar el brillo de sus mirada y esa sonrisa que me tiene tan cautivado me vuelve más loco y con más ganas de demostrarle cuanto la amo.

— Joder Montinelli, estás hecho un máquina, dos asaltos seguidos. Mira querido, pienso que mejor paramos hoy y dejamos un poco para mañana, porque yo estoy más que satisfecha.  — Me río clavando mis ojos en la mujer que hace desnuda debajo mío y me abraza diciendo lo mucho que me quiere.

TUS LOCURAS, SON MI DELIRIO #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora