Capítulo 10

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No, no puede ser que Alexis esté precisamente aquí.
¿Y ahora qué hago?
Tengo que esperar a mis amigas si no quiero irme a casa caminando.
¿Y si me reconoce Alexis?
¡Ay mamá! Menuda vergüenza pasaría. Vamos por nada del mundo quiero que me vea en un lugar como este, llegaría a pensar lo que sí es y no quiero darle esa información.
Aunque por otro lado, ahora que lo pienso, ¿Qué hace él aquí?

Rezar el Rosario no creo. Pero que burra que soy.
Qué va hacer sino tener sexo. Será viudo, pero también querrá mojar el churro.

Sigo vigilándole a ver lo que está haciendo.
A decir verdad no está haciendo nada malo. Solo habla con las demás personas y de vez en cuando se ríe. No veo nada sospecho en él. Salvo que me crecen unos celos de pensar que se acuesta con otras mujeres.

¿Y qué espero? Al fin y al cabo él es un hombre libre, puede hacer con su vida lo que quiera.
Pero es que a mí me gustaría tanto que me comiera con patatas.
Si ya lo decía yo, estoy maldecida porque no es normal que sienta tantos deseos por Alexis y al mismo tiempo quiera alejarme de él.
De verdad, estoy fatal de la cabeza, si sigo pensando tanto en Alexis voy a coger otra enfermad. La de la bobería.

En fin, algún día podré conseguir mi propósito de dejarme llevar por él para que me coma con patatas.
Pero precisamente hoy no.
En estos momentos me urge buscar a mis amigas e irme cuando antes de aquí. Pero antes, debo de ir al baño.

Al salir del baño, pasan dos mujeres y una de ellas acaba chocando conmigo dándonos un golpe en la cabeza.
La mujer se disculpa y yo sigo mi camino de vuelta al bar para poder encontrarme con mis amigas.

Con mi mano puesta en un lado de la cabeza, me paro unos minutos debido a que me siento algo mareada.
Me quedo quieta apoyándome con un mano en la pared y la otra en mi cabeza esperando que este mareillo sin importancia se me pase.

— Disculpe señora, ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda? — No, esto no me puede estar sucediendo.

Alexis está detrás mío preocupándose por mí.
Siento pánico, incluso comienzo a sudar con la idea de que pueda reconocerme. Inmediatamente me aseguro de que la peluca y la máscara están en su sitio, aunque mi cuerpo parece de gelatina.

— Gracias, estoy bien. — Respondo en italiano, algunas palabras me acuerdo todavía pero también cambio un poco la voz aunque casi no puedo hablar es lo único que se me ocurre para despitarlo y no llegue a reconocerme.

Él, se planta delante mío mirándome con esos malditos ojos claros tan hermosos preocupado.
Evito mirarlo, no puedo permanecer un minuto más parada delante de él, aquí hay mucha luz y puede reconocerme.
Intento moverme pero él me corta el paso.

— La veo algo inquieta. ¿Desea que llame alguien para que la atiendan? — En otro momento lo vería tan mono preocupándose por mí. Pero ahora mismo solo quiero huir.
Niego con mi cabeza e intento caminar. Mierda, ahora el pie me falla, si no fuera porque Alexis me agarra rápidamente hubiera tenido una caída espectacular besando el suelo.

— Disculpe, no quiero molestar, pero déjeme que le ayude. — ¿Porque tiene que ponerse tan cansino ahora mismo?
Hago lo posible por tapar más mi rostro, incluso me separo de él echando a caminar todo lo deprisa que me permiten los tacones.

Al llegar al bar, busco a mis amigas rezando para que al menos una esté.
Pero no consigo localizarlas y al que veo es Alexis.
La madre que lo parió, es que no me va dejar en paz.
Me meto entre la gente intentando escabullirme del hombre que me persigue.

Sin querer me meto en uno de los pasillos que dan a las habitaciones de toma y dale mambo.
No veo casi nada y tampoco veo a  nadie. Solo escucho música y gemidos.
Angustiada  con la idea de poder encontrarme de nuevo Alexis subo por las escaleras y me meto en la primera habitación que veo.
Paso despacio, incluso me quito los tacones por el dolor de pies que tengo.
Me apoyo de espaldas en la puerta, intento bajar mis pulsaciones pensando en lo cerca que he estado de que Alexis hubiera podido reconocerme.
Miro a mi alrededor, la habitación me resulta muy conocida o es que son todas iguales, una de dos.
Tomo asiento en el sofá, mis manos tiemblan hasta las tengo frías del mal rato que he pasado.

En ese instante escucho la puerta cerrarse.
Hay madre la que acabo de liar.
Estaba escapando de Caperucita y me ido a topar con el lobo.
No tengo duda, es el hombre enmascarado, vestido tan solo con unos jeans.
¡Por los clavos de Cristo! Pero se puede ser más sexy.

Él camina despacio hasta donde me encuentro sentada, su mirada lasciva   me atraviesa como un dardo envenenado de placer.
Me levanto sofocada notando mi cuerpo temblar, hasta los pezones los tengo  tan duros  que puedo rayar cristal, y qué hablar de mis partes bajeras.
El chichi parece una piscina.

Estiro mis brazos intentando pararlo. Niego con mi cabeza queriéndole avisar que no hay sexo.
Me hago a un lado empezando a caminar hasta la puerta.
No llego muy lejos, su mano atrapa mi muñeca acercándome más hasta su duro pecho.
Su boca busca con desesperación la mía. Trato de no seguirle el juego, pero soy tan débil, tan indefensa,  y estoy tan cachonda pérdida.
Resumiendo, como me tiene atrapada en su cuerpo y yo no tengo ganas de liberarme, diríamos que estoy deseosa de que sea él quien apague mi fuego.

TUS LOCURAS, SON MI DELIRIO #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora