Se supone que la felicidad de una Madre está en ver crecer a sus hijos... Bien, Ottawa no es el mejor lugar para enseñarle a caminar a mi hija.
—¡Camina, pequeña, camina! —Eloise está quieta, no está interesada en mover sus pies al mismo tiempo que examina de pies a cabeza a Félix. Siento que algo busca...
—Oye, no va a caminar porque sí —Le afirmo.
—Mira, Elo, tengo un caramelo —De la nada, Félix saca una paleta de su bolsillo. A mi hija le brillan sus ojos y comienza a dar un paso hacia adelante... Sus once meses de nacida han sido bastante interesantes.
—¿Crees que sea buena idea dejarla a solas con este enfermo? —Braddie me mira aludido y me sonríe.
—A pesar de todo, tu Padre quiere a su nieta —Dice encogiéndose de hombros.
—¿Es broma, no? —Braddie niega con la cabeza y ambos miramos detenídamente como Félix acurruca a mi hija en sus brazos.
—¿Sabes que eres la cosita más hermosa de la tierra? —Félix está siendo muy dulce con ella... ¿Qué es ese nuevo sentimiento? ¿Celos?
—Venga, no más guerra, cariño —Suspiro y me encamino hacia la puerta.
—Félix, ten ojo con ella... —Me mira y asiente.
—Siempre.
ROGGER
Elizabeth ha dejado en claro que no podíamos salir de Atlanta pero, ya era tarde. Estaba por aterrizar en el vuelo veintinueve de la aerolínea más cercana del pueblucho, pero, aún no tenía ni la menor idea en qué departamento se estaban quedando los esposos del año.
La verdad de las cosas era que no estaba interesado en estar con ellos, Eloise había sido como mi hija en estos meses en los que he compartido con ella y, la verdad de las cosas, es que no iba a permitirme más días sin mimarla...—¡Será una niña mimada por tu culpa, Rogger! —La voz irritante de Elizabeth retumba en mi cabeza pero, me importa una mierda. Necesito a esa niña.
—¿Necesita algo más, Señor? —La azafata está bien buena, sus piernas al descubierto, sin medias ni nada, hacen que crezca un pequeño fuego dentro de mí.
Me detengo, examino el pasillo del baño y lo veo desocupado... ¿Y si me la tiro en este instante?—¿Condones, lleva? —Pregunto curioso. Sus ojos azules me miran estupefactos y siento que alguien pellizca mi brazo.
—Cierra el pico, hombrezote —Sophie, pendeja. —¿Podría traerme un jugo y una bolsa de papas? Se lo agradecería mucho —La azafata sonríe a medias y asiente.
—Estaba por cederme su cuerpazo, aguafiestas.
—¿Eso crees? Yo creo que tenía más pinta de querer lanzarte por la puerta —Dice indicándome el pasillo. ¿Era coña, no?
—¿Cuándo se me ha resistido una chica? —Ella sonríe.
—Elizabeth es un vivo ejemplo —Dice coqueta.
—Muere —Digo ya cabreado. La azafata vuelve al cabo de veinte minutos con lo que la dulce chica le había pedido y ella me cede las papas. —¿Y esto qué?
—Come, cuando Elizabeth te vea allá se te lanzará y deberás de correr. Trato de cuidarte, necesitas energía para salir corriendo por Dios sabe donde —Examino su mirada prófuga y suspiro a otro lado. Echo el asiento hacia atrás y ella me observa.
—¿Te gusto que me miras tanto, pequeña? —Ella sonríe traviesa.
—No estás en mis planes, tarado. Soy una niña. Cinco años y un día —Dice. ¿Por qué todos están con esas? Que me haya encariñado con la muñeca no quiere decir que quiera follarla. Solo le he tomado cariño, no es que quiera tener una familia con ella. ¿Familia? ¿Qué rayos es eso?
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Memorias imborrables. [TERMINADA]
Teen FictionComo todos recuerdan, Elizabeth se fue a estudiar de todos modos a Canadá... Dejó su pasado atrás, en donde también olvidó por completo lo que era su amor hacia Braddie Winther. Elizabeth pasa años lejos de Atlanta y vive su vida normal en Ottawa, c...