Coas En Una Tienda

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Los chicos salieron al callejón Diagon, no estaba tan atiborrado de gente pero aun así costaba caminar entre las personas, pero tantas personas significaba mayor público.
Los chicos miraban fijamente, poniendo incomodos a los chicos, Regulus trato de ser.....sutil, colocándose cosas que no llamara la atención de las personas, fracaso, sus accesorios de imitación de piel seguían atrayendo las miradas, al igual que sus ropas ajustadas a su cuerpo, en general, su estilo entero. Trató se tapar su cabello con un sombrero formal, pero este quedaba algo ladrando, dándole su toque de coquetería. Aunque por lo general no le molestaba que lo vieran, no conocía el lugar, no sabía por dónde podría escapar, cuales eran los callejones sin salida, sentirse perdido sólo le daban mas nervios. Severus estaba pegado a Regulus, le incomodaba de sobremanera las miradas que todo el mundo estaban dedicándole, las chicas le miraban mal y eso le molestaba, en su vida había tocado a una mujer, en su vida jamás le había faltado al respeto a una mujer, es mas, a las únicas chicas con las que hablaba decían que era un caballero, no podía golpear ni a un mosquito, se la pasaba corriendo su vida entera, jamás le habían agradado las muchedumbres o ser el centro de atención, de manera que esto era un suplicio para él.
Barty mientras tanto apretaba con fuerza su muñeco de trapo, estaba nervioso, tal vez no pudiera hacer vudú cómo su padre había llegado a hacer, pero sabía lo suficiente cómo para arreglárselas con un muñeco genérico sin rebasar el límite de lo legal.
Lucius se veía en una mala situación, todos lo volteaban a ver. No tenían problemas con su apariencia, jamás se le molesto, le encantaban sus cuernos y amaba sus alas, se entretenía con su cabello, pero ahora daría lo que fuera por ser menos llamativo, tal vez tener el cabello negro, alas retráctiles o cuernos mas pequeños, todo el mundo lo volteaba a ver, era el más alto de los 4, sus alas llamaban demasiado la atención, caminando las arrastraba un poco, las removia un poco por los nervioso.

Y para acabarla de chingar, venían con el príncipe de Hogwarts y su séquito de honor.

Sirius había insistido en acompañar a Regulus, siendo secundado por James, diciendo que era su deber como rey acompañarlos, mientras Remus y Peter fueron arrastrados por sus dos amigos.
Sirius veía a su hermano pasarle el brazo por los hombres a Severus, el cual se veía inmensamente tenso, tal vez para los demás se veía sólo serio, pero su sensible nariz perruna, podía detectar la ansiedad y estrés que desprendia el delgado chico, sentía el impulso de acercarse para calmar sus nervios, se dijo a si mismo que no era correcto ya que sólo habían hablado una vez y ni siquiera fue charla completa. La gota que colmo el vaso: alguien pasó demasiado cerca de Severus y este retrocedió de golpe a donde Regulus, prácticamente pegandose a su pecho.

-Oye, ¿estas bien? -se adelantó Sirius, acercándose a Severus

-Si, yo...no me gustan las muchedumbres- contesto por lo bajó, pegándose a Regulus.

-Tranquilo, ya casi llegamos.

Remus vio a Lucius removerse incomodo de tanta gente, optando por acercarse.

-¿Todo bien? -preguntó Remus colocándose a la par, Lucius asintió débilmente viendo para todos lados, sobre todo hacia arriba, obligándose a relajarse pensando que si algo pasaba, podía huir a la seguridad del cielo- oye, no va a pasar nada, y si pasa, no saldrá nadie herido- Lucius vio a Remus de reojo, se le notaba aún nervioso- confía en mi, no dejare que pase nada malo- le sonrió genuinamente, esperando poder dar consuelo al chico que parecía querer salir corriendo y ocultarse. Lucius se observó por un momento, nadie que no fueran Regulus, Barty o Severus se había preocupado por el, los de Hogwarts eran tan....espontáneos.

Quién lo llevaba mejor era Barty, pues Pettegrew se atrevió a empezar una charla con el rubio, descubriendo su gran y aligerado sentido del humor y lo fácil al igual de divertido que era hablar con él, ambos venían riendo, para Sirius fue sorprendente ver a su tímido amigo conversar con tanta familiaridad con el más escalofriante de los 4 recién llegados, exactamente con el que nadie se atrevía a intercambiar palabra.

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