capítulo 26

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La sangre brotaba de cada una de las heridas del cuerpo, los ojos desorbitados por el dolor, un eterno grito silencioso que nunca logró salir

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La sangre brotaba de cada una de las heridas del cuerpo, los ojos desorbitados por el dolor, un eterno grito silencioso que nunca logró salir. 

Un sentimiento de impotencia la invadió al ver que solo era una niña de cinco años no podía evitar nada de lo que estaba sucediendo. Su madre estaba muerta, ya no sufría, ya no sentía dolor, pero sus ojos inertes la miraban, con tristeza. Escucho el nefasto ruido que genera la carne al ser desgarrada, cientos de manos tratando de obtener una presa de su víctima. Vómito ante la escena un par de veces, el estómago se le revolvía al ver como su madre empezó a desaparecer hasta convertirse en un puñado de huesos.

Vio la satisfacción en los ojos de aquellos seres que devoraron a su madre viva, vio el deseo, la lujuria que aquel acto les provocaba aquellos que no pudieron probar su carne,  vio lo más nefasto del mundo con tan solo cinco años.

Su padre, un hombre con ojos azules y el rostro cubierto se acercó a ella, cuando le tendió los brazos para tomarla, sintió que debía correr, “tu padre es peligroso” la voz de su madre apareció en su cabeza, empezó a retroceder con pavor mientras gritaba del  miedo, ya  no confiaba en él ya no podía hacerlo. Su padre era un monstruo y lo más aterrador es que el era el único humano allí pero era el que más miedo le generaba.

Corrió despavorida intentando esconderse, cruzó varias puertas pero aquel lugar era un laberinto, puertas, pasillos, más puertas, no parecía poder salir de allí rápido. Pasó un largo tiempo así, hasta que el ruido cesó, todo quedó en silencio y un frío abrazador se le metio por lo huesos, se devolvió temerosa, llorando en silencio asustada, escuchó un tenue llanto, se asustó sin embargo siguió.

Su hermana lloraba junto a los restos de su madre, en su rostro se veía una clara muestra de horror que ver aquello le generaba, al alzar la cabeza la miró y en sus ojos vio odio puro, un rechazo doloroso.

-¡Esto lo hizo tu padre!- gritó entre llanto- ¡lo hizo porque es un monstruo… y tú también lo serás-! Arene se apartó de allí corriendo hacia el oscuro bosque.

Arelis se agacho junto aquel cadáver deforme y espantoso producto de un sacrificio, abrazo lo que aún quedaba de su madre y lloró, sintiendo que en ellos se le iba la vida, su lindo vestido y su piel se llenaron de sangre, estuvo así mucho tiempo hasta el momento en que escuchó un ruido a su espalda, se levantó rápidamente al ver a una mujer con capota, tenía poco más que su hermana, en ese momento no lo supo a ciencia cierta, pero le pareció cerca los veinte. La mujer se acercó a ella con cautela, así que empezó a correr, sin embargo corrió hacia un lugar sin salida, a la espalda de la mujer estaba la puerta frente suyo la pared y al lado el gran abismo, empezó a gritar despavorida, y un último acto de terror se agacho cubriendo su cabeza con las manos y rodillas, empezó a gritar del  miedo.

-Mi pequeña Arelis…- las manos la alcanzaron y se estremeció de miedo.

Judasan vio como Arelis despertaba abruptamente, casi cayéndose de la cama, se apresuró a llegar hasta donde estaba, Arelis retrocedió en su cama al verlo, su mirada estaba llena de un miedo abrumador.

La guardiana y el príncipe pirataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora