taste | 01

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01: faldas y tutorías.

Todo comenzó en un día caluroso, un día de verano en el que lo único en la mente de Jeno era el por qué tenía que ser tan buen amigo. Idealmente, se habría quedado en casa con su perfecto aire acondicionado y bebidas frías –su habitual estrategia para combatir a las altas temperaturas. Sin embargo, sus planes se vieron arruinados por una llamada de su mejor amigo, quien había sido lo suficientemente descuidado como para reprobar varias materias y tener que recuperarlas en lugar de disfrutar de sus vacaciones como el resto; necesitaba de su ayuda con Química.

Jeno era responsable y estudioso, además de considerado y caritativo, por lo que ni siquiera consideró el inventarse una excusa para poder quedarse en casa a descansar. Así, terminó teniendo que transitar las pocas calles que lo separaban de la casa del menor bajo el latoso e intenso sol. Para cuando tocó el timbre, ya estaba bajo una fina y prolija capa de sudor.

—¡Nono~! —lo recibió su mejor amigo con una amplia sonrisa de dientes perlados, pronto estrechándolo entre sus brazos sin importarle en lo absoluto el estado del contrario.

—Quítate y dame una limonada —protestó en cuanto se hubo separado de él, tomándose su tiempo para quitarse los zapatos en el recibidor y cambiarlos por las pantuflas que habían sido suyas desde la primera vez que visitó la casa del pelirosa.

No es que fuera mucho para allá, a su madre no le hacía ni un poco de gracia que se juntara con un revoltoso de renombre como lo era Jaemin –ésta sería una excepción al tratarse de temas escolares– y básicamente se lo tenía prohibido. No obstante, cuando de hecho iba, era atendido como si fuera de la realeza por, al contrario, ser él un chico ejemplar de renombre. Un pueblucho como el suyo no dejaba que nadie pasara desapercibido, por lo tanto todo el mundo se conocía entre sí.

—Amargado —replicó el menor aunque sin borrar su sonrisa. Cerró la puerta y se dirigió parsimoniosamente a la cocina para acatar a la orden con Jeno siguiéndolo a sus espaldas.

—Repíteme cuál es la parte que no entiendes, Nana.

Se ubicó en el mesón de la cocina, colocando su bolso escolar sobre el mismo antes de sacar sus impecables apuntes con tranquilidad en lo que Jaemin rebuscaba por la nevera.

—No me pidas que te lo repita porque con todas las tareas que me han mandado ya no recuerdo ni cómo me llamo —se sinceró sin vergüenza alguna con una mueca y un ligero siseo, sirviendo entonces dos vasos de limonada frente a los cuadernos del contrario.

—Gracias —murmuró por lo bajo, tomándose casi la mitad de su bebida de un trago. No habían sido más de... seis cuadras, quizá, pero con aquel sol, aún bajo el aire acondicionado de Jaemin, sentía que estaba a punto de sofocarse—. Al menos puedes decirme de qué se trata si lo ves en mis apuntes, ¿no?

—Supongo —resopló, rodando los ojos, y se encogió de hombros—. De todas formas ya viene Mi-

Y fue interrumpido por el ruidoso sonido del timbre, que automáticamente lo hizo correr a toda marcha para salir de la cocina, dejando a un fastidiado Jeno a solas. Él solo pudo poner los ojos en blanco antes de abrir su cuaderno de Química en las clases más básicas, pues estaba seguro de que su amigo no entendería nada muy complicado. Dos pares de pasos resonaron por el pasillo, pero Jeno no subió la mirada sino hasta que apenas por el rabillo del ojo distinguió al vaso del que él había estado bebiendo, que había posado a un lado de sus pertenencias, ser levantado de su sitio.

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora