taste | 23

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23: details.

Definitivamente Miyoung tenía un asombroso poder de convencimiento. Aún con Jaemin molesto a más no poder con Renjun, fue capaz de arrastrarlo hasta la casa del chino la tarde del jueves para ver películas, pues no se rendía en el tema de ayudar a Renjun, y sí, quería estar con Jeno apropiadamente. La excusa de usarla como punto de encuentro en lugar de alguna de sus propias casas ahora era increíblemente sencilla con lo verdaderamente cercanos que se habían vuelto, y solo bastó un "haz feliz a tu princesa, ¿sí?" con ojitos de cachorro para incluso tenerlo corriendo a comprar sus golosinas favoritas y demás.

Llegaron tomados de la mano, lo cual no era en lo absoluto extraño entre ellos dos. A Miyoung le hacía sentir protegida el tener la suave palma de Jaemin sobre la suya con aquel toque de posesividad, le gustaba más el dejar claro a la distancia que no estaba disponible de esa manera en lugar de la que le gustaba a él, los golpes. Era algo que por mucho tiempo solo se había permitido hacer con Jaemin, porque además de que era el único que sabía la amaba honestamente y cuidaba con todo su ser –lo cual siempre le trasmitía con tan sencillo gesto–, recordaba como una cicatriz el hábito de... Yukhei, de tomar su pequeña mano entre las suyas enormes para darle caricias.

Tocaron el timbre, ella con una brillante sonrisa satisfecha y él con una mueca que solo se le borró en el instante en el que la madre de Renjun les abrió la puerta. Se trataba de una linda señora rechoncha que, en realidad, no se parecía en lo absoluto a su hijo, y de alguna forma inmediatamente expedía una vibra cálida y reconfortante con sus rellenos cachetes cubiertos de pecas y sus dientes blancos mostrando una sonrisa alegre. Semejante a una Señora Claus, pensó Miyoung, pues incluso estaba vestida de rojo.

—¡Oh, Jaemin, cariño! ¡Pasa! —exclamó haciéndose a un lado para abrirles camino, y fue inevitable que su burbujeante energía se les contagiara y les hiciera intercambiar miradas cómplices en lo que cruzaban el umbral—. Tú debes ser Miyoung, ¿no es así? Aigo~, eres tan linda, Renjun no me lo dijo. Solo ha hablado de lo buena que has sido con él en estos días. Aunque, no le digas que te lo dije, o podría degollarme.

La castaña hizo una reverencia aguantándose una carcajada— Mucho gusto, Señora —dijo, en su tono más amable posible.

—Señora no, dime Shui —contestó, sonriendo incluso más grande, hasta el punto en el que apenas pudo ver sus ojos chocolatados.

—En realidad no lo hagas —apareció Renjun, rodando los ojos y tirando de los hombros a su madre para que se alejara de la castaña, quien ya deseaba ser adoptada.

—Aguafiestas —bufó—. De acuerdo, niños, si necesitan algo estaré aquí abajo —se dio la vuelta no sin antes darles una sonrisa más a los dos invitados, y Miyoung pudo verla tomar asiento en uno de los sofás de estampado floral y ponerse a leer un libro de inmediato.

El ambiente se tornó tenso en seguida, y Renjun solo pudo suspirar resignado y hacerles un ademán para que lo siguieran por las escaleras hacia su habitación tras cerrar la puerta principal. No era demasiado grande, pero con la cama individual pegada a la esquina y la escasez de muebles –que le daba un toque minimalista curioso– tenían considerable espacio en cuyo piso actualmente reposaban gigantes sábanas esponjosas y almohadas más que enormes que en conjunto dejaron a la chica boquiabierta y encantada. En menos de un segundo se lanzó a ellas y gozó de la mullida textura.

—Enano, esto es increíble —balbuceó con su mejilla aplastada contra una de las almohadas, la cual estaba abrazando con todas sus fuerzas con brazos y piernas cual garrapata.

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora