taste | 30

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30: en la escena del
crimen.

Su cachete enterrado en la almohada, su culo alzado a más no poder, sus rodillas temblando con fuerza, los dedos de sus pies contrayéndose sin poder evitarlo; a causa de las intensas embestidas, a causa del inmenso placer recorriéndola de arriba abajo, haciendo que tuviera que tirar de las sábanas casi con desesperación, arrugándolas entre sus dedos como un intento de no perder la cabeza.

Al comienzo había tratado de mantener sus gemidos en un volumen precavido y moderado, pues aún si la música cubría aquella casa, estaba consciente de que se hallaban relativamente cerca de la habitación que muy seguramente Jaemin estaría usando también junto a Renjun, y en el fondo por alguna razón se sentía un poco paranoica. Eso, inmediatamente –por la falta de explicación–, había dado justo en el orgullo del chico, que entonces se tomó la tarea de buscar arrancarle esos gloriosos sonidos.

Con una mano se aguantaba de la cabecera de la cama para poder mantener las duras estocadas, al punto tal que las venas en su antebrazo resaltaban; la otra pasaba de sus nalgas, masajeándolas con ahínco entre sus dedos o dándoles firmes golpes, a su nuca, donde aplicaba presión de vez en cuando para mantenerla quieta en su posición. Hace tanto que no usaban una cama, que no tenían tal comodidad; quería aprovecharlo. Se sentía extasiado de ver la forma en la que su pelvis chocaba contra ese culo, haciéndolo rebotar y quedar de un delicioso tinte rojo, de escuchar los altos chillidos que salían de los labios que lo volvían loco.

Y es que Miyoung había pasado de callarse los gemidos, mordiendo su labio inferior e incluso su mano, la almohada, las sábanas, a olvidarse de toda la lógica y dejar salir sin inhibiciones los calientes quejidos. Lo cual, además, logró incrementar la excitación de Jeno y consecuentemente su ritmo, entonces haciendo de sus gritos aún más altos.

Era como un círculo vicioso que ya los tenía al borde del paraíso.

—¡J-Jeno! Dios... ¡sí, así! —lloriqueaba, sus cristalizados ojos cerrándose inevitablemente y dejando salir esas pocas lágrimas del más puro placer al sentirse ya débil, al sentir cómo el abrumador calor se reunía en un único punto cercano a estallar—. O-Oh~ —. Sus caderas torpemente iban hacia atrás para toparse con el chico, desesperada por por los menos un poco más, incluso cuando todo lo que Jeno le daba le fascinaba. Pero se daba cuenta de que siempre querría más de él.

—Mierda, te ves tan sucia ahora mismo —gruñó por lo bajo con un tono tan tremendamente sensual que en sí solo le provocó un intenso escalofrío a la castaña, empeorando cuando a los pocos segundos le dio una nalgada más.

Sollozó— ¡O-Otra! —él cumplió. El sonido mezclándose con el de sus sudadas pieles chocando sin parar, lo que además era acompañado por el obsceno chapoteo del cual era culpable su humedad—. Jeno~. Mgh, estoy tan– tan cerca. ¡Aah!

Jeno aceleró ante aquello, yendo tan rápido y duro que sus músculos ardieron por el esfuerzo, sin embargo no pudo importarle menos teniendo sus extasiados gimoteos y su espada arqueándose casi inhumanamente como recompensa. Él también estaba demasiado cerca, solo bastó que, cuando el orgasmo de Miyoung llegó –tan fuerte que se sintió mareada y por un momento incapaz de respirar correctamente–, ella apretara sus calientes y goteantes paredes al rededor de su dureza.

Gimió ronco, enterrándose inmensamente profundo en Miyoung por última vez antes de desplomarse a su lado, posando su antebrazo sobre sus ojos mientras intentaba regular su pesada respiración a grandes bocanadas. Ahora, podían escuchar la música proveniente del primer piso, también vagamente los gritos y las risas, aunque aún así eran capaces de escucharse a ellos mismos jadeantes sobre aquello. A Jeno le tomó unos minutos conseguir la fuerza tanto de voluntad como de sus piernas para levantarse a botar el condón y buscar algo para limpiarse ambos.

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora