taste | 40

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40: self-worth.

Jeno tuvo que tomarse unos segundos para procesar la pregunta, porque no se la esperaba ni tan pronto ni tan directa. Él suponía que iba a tener que medio interrogar sutilmente a Miyoung para enterarse de lo que había pasado con ese tipo sin agobiarla, además de que sería mucho más adelante, no que ahora mismo decidiría contárselo todo. Igualmente, por supuesto que esta opción era mejor. Mucho mejor.

Miyoung confiaba en él.

—Claro, bonita, yo–

Y su teléfono, que lastimosamente había decidido traer consigo a la sala de estar por si acaso, decidió comenzar a sonar en aquel justo momento. Y cuando se giró para declinar la llamada, apagarlo, y continuar con su conversación, palideció al ver que quien lo llamaba no era nada más y nada menos que su madre.

Tragó saliva. Se le había olvidado avisar que no llegaría directamente a casa con tanto ajetreo.

—¿Todo en orden? —preguntó suavemente Miyoung al ver que la reacción del chico no había sido la mejor, que honestamente tenía cara de que lo habían descubierto cometiendo el peor crimen del mundo.

—Eeh... —dudó, entrecerrando los ojos a la nada mientras contemplaba qué tan terrible sería su castigo si solo ignoraba a su madre con tal de seguir ahí y, más importante, de escuchar lo que Miyoung tenía que decir. Lo más probable era que le prohibiera salir de casa para algo más que el colegio mínimo hasta la próxima vez que pasara el Cometa Halley, lo cual no se podía permitir si iban a tener el departamento por unas semanas—. Es mi mamá —balbuceó apenado, terminando de cerrar sus ojos. Quería morirse, de verdad.

—Oh —soltó ella, pestañeando un tanto aturdida. Tenía un mal presentimiento, pero como que se había convencido de que era solo paranoia—. ¿No vas a atender?

—Debería hacerlo.

Gruñó alto antes de levantarse del sofá con su teléfono en mano para resolver eso lo más pronto posible. Se alejó lo suficiente como para no avergonzarse más de lo estrictamente necesario en aquella situación, porque sabía que se venía una matanza. Sacudió su cabello mientras atendía la eterna llamada, aguantando el aire en sus pulmones para no molestarla más.

Jeno —se oyó del otro lado, tan calmada que él sintió escalofríos—, ¿se puede saber por qué es que no has vuelto a casa?

Podía imaginar esa sonrisa macabra que muy seguramente llevaba su madre ahora mismo. Quiso poder retroceder el tiempo con un botoncito mágico y simplemente decirle apenas entrara al carro que iría a estudiar a casa de Renjun.

—Uh, e-es que... —tiró de su cabello entre los dedos de la mano que tenía libre, y bufó habiendo alejado un poco el teléfono. Sintió el peso de la mirada de Miyoung en él, por lo que le echó un vistazo, y vio que ella le hacía señas de que le diera el teléfono. No había forma de que Jeno pudiera inventarse una excusa válida para su madre, y por lo menos sabía que Miyoung era experta en éstas. Le entregó su pellejo junto a la llamada, dejando que ella se encargara con confianza.

Se permitió hasta volver a la película que habían estado supuestamente viendo antes de ese golpe de realidad tan abrupto, e incluso recogió el envase de comida china y retomó su cena. De todas formas ya estaba muerto, y en verdad no creía que Miyoung pudiera empeorarlo demasiado si es que lo fuera que planeaba hacer le salía mal, lo cual tampoco se imaginaba realmente.

Apostaría todo al tan conocido poder de convencimiento de la chica, incluso sobre el poder de sobreprotección de su madre.

Después de que Jeno acabara con su comida, cuando estaba comenzando a comprender qué estaba pasando en la película porque además de no haberle estado prestando atención era rara, Miyoung reapareció. Creyó por un segundo que ahora estaba en otra llamada, porque venía más que sonriente. Venía riendo, casi dando saltitos. Se suponía que salir solo lloriqueando era una victoria, por más bueno que sea su talento, ¿cómo es que ella estaba ilesa?

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora