taste | 06

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06: platillo perfecto.

Jaemin tenía un problema, y Miyoung estaba dispuesta a resolver ese problema. Porque, de hecho, el problema de Jaemin le caía como anillo al dedo, especialmente ahora que habían acabado aquellas convenientes tutorías y con ello las oportunidades para atacar a su presa –Jeno.

Como bien sabemos, la amistad entre el pelirosa y el pelinegro, aunque realmente fuerte y relativamente antigua, es desaprobada por la madre de Jeno. No era de extrañarse, la verdad, puesto que por el pueblo ruedan historias de las travesuras de Jaemin, tales como la vez en la que se coló a la piscina de su instituto a media noche y nadó ebrio y desnudo hasta altas horas de la madrugada.

Incluso la madre de Jaemin cuestionaba el que ellos dos pudieran llevarse tan bien, ya que el mayor es considerado un hijo modelo. Aunque ella, siendo la progenitora del llamado malaconducta, se alegraba de que fuera así y esperaba que Jaemin pudiera aprender del otro.

La cosa era que siempre que tenían que tener contacto extraoficial hacía falta un mediador; en verdad era un milagro que le hubieran dejado darle clases. Ahora Jaemin necesitaba con desesperación que Jeno le prestara uno de los controles de su consola –siendo que Jeno era el único que confiaba en él–, pues unos días atrás jugando con Miyoung había terminado rompiendo uno de los suyos –claro que ese detalle era omitido– y estaban aburridos en su casa.

Por lo general, Renjun era el encargado de hacer de puente entre los dos, pero el chino no contestaba llamadas por nada del mundo y el muchacho sentía que se moriría por no tener nada que hacer.

Así, Jaemin inocentemente le rogó a Miyoung que le hiciera ese favor, y ella gustosa accedió, además ganándose el que él lavara los platos de la cena. Unos cuantos minutos y estuvo frente a la puerta del pelinegro, ansiosa de atraparlo con la guardia baja. Hasta se preguntaba cuánta era la probabilidad de que se apareciera sin camisa y apenas en pantalones de chandal, aquellos que eran tan fáciles de quitar.

Sin más preámbulo y montando su mejor sonrisita angelical, tocó el timbre y retrocedió dos pasos, balanceándose de adelante a atrás y tarareando a la vez. La puerta se abrió después de unos segundos, y sus comisuras se elevaron satisfechas de reconocer el desconcierto en las facciones de un desaliñado Jeno.

—¿Mi-Miyoung?

Parecía un cachorrito confundido, usando unos lentes redondos que jamás había visto en él y una camiseta por lo menos dos tallas más grande; pero, atinó con los pantalones grises gastados. No era exactamente el ardiente sujeto que rondaba por sus expectativas, sino una versión del mismo que le generó ternura sin poder evitarlo. Atractivo aunque fuera en otro sentido.

—En carne y hueso —contestó, dando una pequeña vuelta sobre su eje que consiguió empeorar al embobado chico. Sonrió levemente—. Jaemin me dijo que había hablado contigo.

—¿Ah...? —frunció el ceño notablemente perdido y ladeó su cabeza, aunque pronto se iluminaron sus facciones. Sacudió su cabeza, viéndose realmente como un adorable cachorro— ¡Ah, sí! El control... Ehm, es que no esperaba que vinieras tú. Lo siento, estoy algo... sorprendido.

—¿Acaso hubieras preferido que viniera ese enano chillón? —cuestionó cruzando su brazos con fingida molestia, enmarcando a consciencia sus pechos dentro de su linda blusa y dejándolos practicamente en toda la cara de Jeno.

—Hubiera preferido no tener que interrumpir mi siesta por Jaemin —se encogió de hombros y ella rió un poco, atontándolo por ser la primera vez que lo hiciera con un comentario suyo—. Puedes... uh, quedarte aquí o... pasar. Como te sea más cómodo. De todas formas no tardaré mucho. Eso espero.

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora