taste | 19

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19: help!

Renjun no tardó mucho en salir del baño, apenas había entrado para patalear con libertad y hacer un corto berrinche ante la descarada mención de una chica por parte del pelirosa. No era como si fuera nuevo ni nada de eso, ya hasta lo había visto "en acción", sin embargo el recuerdo de lo inalcanzable que era, sin falta, resultaba siendo una espina a su pobre corazoncito de plastilina.

Por mucho tiempo, aquellos dos años de amistad, se había conformado con estar a su lado, admirarlo y adorarlo, así que de hecho cuando le pasaba esto –ponerse celoso por nimiedades– se molestaba consigo mismo, porque al final era como tenían que ser las cosas.

Siempre le había parecido patético el enamorarse tontamente de un chico heterosexual –lo que a toda voz su mejor amigo era–, y se lo tenía rotundamente prohibido. Había triunfado en China cuando con éxito ignoró la inicial atracción por su amigo Xu Minghao, ni siquiera había volteado a ver al ardiente Wang Jackson; pero ¿cómo podía en verdad evitar quererlo, siendo Jaemin tan perfecto a sus ojos? ¿Siendo Jaemin lo que creía más cercano a un alma gemela, de alguna extraña forma?

Habiendo suspirado para despejarse, Renjun salió de su baño con una sonrisa por completo falsa que se borró para cuando lo vio allí tirado sobre su cama. Tenía el ceño y labios fruncidos en una mueca casi homicida, como asqueada y absolutamente furiosa, la nariz enterrada en su teléfono casi por compromiso a juzgar por que no hacía más que bajar desinteresadamente por la pantalla con el pulgar.

—¿Estás bien...? —cuestionó Renjun con cuidado al sentarse a su lado, alzando una ceja cuando apenas recibió un gruñido similar a una afirmación de parte del menor, quien ni siquiera se dignó a dirigirle la mirada—. ¿Seguro?, porque tienes pinta de que vas a–

—Sí, Renjun, estoy de puta madre —espetó Jaemin con rabia, girándose para darle la espalda y continuar con lo suyo.

Y eso era mucho más que extraño.

Porque además de que nunca le había hablado tan mal en su vida, nunca lo llamaba por su nombre desde haberse vuelto tan cercanos; siempre era con alguna clase de apodo cariñoso.

—Pues no lo parece —refunfuñó en voz baja, preguntándose si quizá le habría molestado que se fuera de repente al baño, pero eso no tenía mucho sentido—. No es–

—Renjun, ya te dije que estoy bien. Déjame en paz. Carajo.

Se quedaron en un silencio verdaderamente incómodo y quizás hasta hostil por un buen rato, donde Renjun le lanzaba analíticas miradas furtivas a su bonita pero ahora mismo tensa espalda desde el borde de la cama y el otro se limitaba a revisar sus redes sociales ignorándolo olímpicamente, aunque bufando de vez en cuando y soltando inentendibles balbuceos rabiosos para inconscientemente dejar bien claro que estaba molesto por cierta razón desconocida.

¿Le habría llegado alguna noticia mala mientras él estaba en el baño? Bueno, para estar con esa cara de culo y actitud de mierda tenía que ser algo feo, ¿no?

¿Se trataría de su familia?

Justo cuando el mayor se preocupó lo suficiente como para volver a insistir, dispuesto a llevarse una patada si era lo necesario para hablar sobre lo que le afligiera, sus ojos se enfocaron en aquella libreta. Esa repleta de los dibujos de Jaemin que hacía para sobrellevar molestas madrugadas de insomnio o días en los que el susodicho se había visto demasiado guapísimo como para aguantarse, esa. Estaba botada bruscamente en una esquina de su cuarto, de forma que estuviera abierta y de cara al piso, sus hojas visiblemente arrugadas contra el mismo.

Un escalofrío recorrió su columna al darse cuenta de que Jaemin la debía haber tirado, pues la había tenido en sus manos hace menos de cinco minutos, y era más que evidente que había sido lanzada sin cuidado; el culpable era él o su gigante peluche de Moomin. Tomó un par de respiraciones agitadas y nerviosas mientras intentaba resistir el impulso de saltar por la ventana, sintiendo unas enormes ganas de llorar porque él sabía que el pelirosa había visto sus dibujos y ahora se encontraba en ese distante estado por ellos.

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora