taste | 42

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42: roots.

Miyoung no podía creerlo. Tenía frente suyo a la persona más atractiva que hubiera visto en sus cortitos quince años. Esos hermosos ojos tan grandes y expresivos, como si fuera el galán de una caricatura; los carnosos labios que brillaban un poco por lamerlos constantemente; su cabello oscuro y algo largo, fluyendo cada vez que se movía al hablar; los llamativos piercings en sus orejas que lo hacían ver más misterioso de alguna manera; su altura que hacía perfecto juego con hombros y brazos musculosos –aunque no es que el resto fuera diferente.

Sabía que vendrían los amigos de su hermano, pero lo último que se esperaba era que viniera uno así. Los que había conocido antes la hacían sentir estúpida e inmadura, poco más. Sin embargo, ahí estaba ese hombre, un universitario-casi-adulto, sonriendo como un tonto al hablar con ella sobre sus rebeldías, porque aparentemente Doyoung solía contarles algunas cosas. Reía más fuerte de lo que alguna vez hubiera visto ser tan atractivo, y le hacía preguntas y daba opiniones como si realmente estuviera entretenido.

Sus manos eran enormes, y de vez en cuando con ambas rodeaba casualmente una de las pequeñas de Miyoung si quería enfatizar un punto. Ella sentía un cosquilleo cuando lo hacía, y él lo hacía mucho. Le gustaba eso.

El tipo ni siquiera volteaba a ver a sus amigos por estar hablando con Miyoung... Él prefería estar hablando con ella sobre todo.

Oh, que alguien la despertara pronto de ese cuento de hadas...




Miyoung se encontraba sentada en su cuarto, escuchando música en sus audífonos mientras jugaba con su cabello, a tres semanas de haberlo conocido. No solo había ido a su casa los fines de semana, sino un par de esporádicas veces más. Es decir, ya habían hablado bastante, suficiente para que ella no pudiera sacarlo de su cabeza. Habían intercambiado números, también, por lo que a cada momento estaban en una conversación entre chistosa o tierna.

Yukhei era muy dulce.

Ella lo sabía, esa noche de viernes vendrían un par de amigos de Doyoung para celebrar el cumpleaños de uno de ellos. Les gustaba el pueblo porque era callado, y la casa Kim porque sus padres eran agradables. Por supuesto, Yukhei le había confirmado su asistencia a Miyoung, quien no podía estar más emocionada.

Intentó distraerse haciendo tarea, lo cual en verdad le parecía una ridiculez. Sin embargo, no sabía qué más hacer. No quería llamar a Jaemin porque sabía que terminaría arrastrándola a algún lado, y aunque no era que la idea le molestara, no quería ni desperdiciar un segundo en el que Yukhei estuviera en su casa. Jaemin podía esperar.

Antes de que pudiera dormirse sobre su cuaderno de Matemáticas, sonó el timbre, y prácticamente llegó en dos segundos a la puerta principal. Se miró en el espejo a un lado y arregló su cabello, que se había vuelto un desastre por la carrera. Tomó profundas respiraciones antes de dignarse a abrir, y entonces sonrió brillantemente cuando vio a su hermano junto a ¿Taehyung? –no le importaba mucho, la verdad– y su Yukhei.

Se lanzó a abrazar a Doyoung, secretamente imaginando que pudiera hacerlo también con el moreno. No obstante, cuando lo fue a saludar a él hasta bajó la mirada. Nunca conseguía verlo a los ojos por mucho tiempo sin avergonzarse. Se sentía diminuta, pero de alguna manera le gustaba. Yukhei le había comentado que se veía tierna cuando se sonrojaba; no había razón para aguantárselo, pero no podía evitarlo.

Fue después de la cena que, cuando los universitarios se instalaron en el patio para celebrar al entonces pelirrojo, Yukhei se escabulló. A fin de cuentas, el reflector no estaba sobre él, así que se le hizo sencillo mientras los otros dos estaban ocupados preparando el alcohol. Entró a la casa y subió las escaleras con sumo cuidado, y para cuando llegó frente a la puerta con un cartel de "se busca" pegado, tocó suavemente.

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora