taste | 36

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36: hotline bling.

Exactamente a las nueve y cincuenta y tres de la noche ese martes –pues recordaba que era más o menos la hora a la que le había escrito el día anterior–, Jeno envió un mensaje a Miyoung para hablar sobre lo ocurrido en la biblioteca. No pretendía que fuera incómodo, pero sí quería estar al tanto de lo que pasaría entre ellos dos ahora. No quería asumir nada, pensar que ya tendrían sexo como antes, y que al final fuera todo un malentendido y únicamente se hubiera tratado de ella jugando con él.

No le extrañaría mucho, por lo menos.

Sorprendentemente, Miyoung ignoró su mensaje y decidió llamarlo en su lugar. Jeno no se creía tampoco tan listo para tener la conversación sin interrupciones y directamente con su voz, por lo que de por sí estaba desestabilizado, pero no mentiría al decir que había vuelto a ser tomado desprevenido al momento en el que escuchó un gemido de la otra línea justo al atender. No había ni podido soltar una palabra de lo que quería preguntarle, y ya sentía que se le haría una erección muy pronto.

—¿M-Miyoung...?

Estoy en este instante tocándome... —fue lo segundo que se escuchó, en un murmullo cargado de placer que a Jeno se le hizo lo más erótico del mundo— Y estoy tan mojada, tan jodidamente empapada de solo pensar que eres tú quien lo hace, Jeno-yah.

—Ay, Dios —balbuceó, pasando las manos por su cabello con desespero antes de razonar lo suficiente como para levantarse por un segundo a cerrar apropiadamente la puerta de su habitación. Suspiró, de vuelta sobre su cama, y evaluó su media erección. La razón superó al deseo por un momento, cuando decidió decir:— Miyoung-ah, tenemos que hablar sobre esta t-tarde.

No le parecía tan justo el llegar decidido a discutir su situación, y que tan sencillamente le cambiara los planes.

¿T-Tenemos que...? Eso es aburrido... Yo me estoy divirtiendo mucho con lo mío.

—Entiendo, entiendo —apenas pudo responder, totalmente afectado por la respiración agitada proveniente de la chica que a veces variaba a un ligero quejido, como si se los estuviera aguantando—. Es solo que... es importante. Y creo que deberíamos resolver eso primero. Como dijimos, ser más precavidos.

Para Jeno tenía toda la lógica del mundo. Pero para Miyoung, literalmente con una mano enterrada bajo sus pequeños short rosados y la otra sosteniendo el teléfono para poder escuchar la voz de la única persona en la que podía pensar cuando se encontraba así... sí, le era estúpido.

Pero podemos hablar de lo que te dé la gana cuando ambos hayamos tenido un orgasmo, ¿no te parece mejor? —se quejó la castaña, y él casi pudo ver ese puchero en sus labios. Necesario o no, también la prefiguró dando esos brinquitos de berrinche. Cada vez notaba más de ese carácter de niña consentida, pero tampoco podía quejarse si realmente se le hacía entrañable.

—Eso... es cierto —tuvo que admitir, oyéndose derrotado en su tono. Suspiró otra vez, y terminó de acostarse por completo sobre el colchón. Estaba más que seguro de que ahora Miyoung llevaba su típica sonrisita entre complacida y pícara.

Entonces dime algo rico...

—No tengo ni idea de cómo hacer eso —le respondió, sintiendo su cara arder por la pena con fuerza. Puso un brazo bajo su cabeza como apoyo y mantuvo la vista en el techo, con la tortuosa y demasiado detallada imagen mental de la chica tocándose a su lado.

—Sí sabes hacerlo... —refunfuñó Miyoung, dando la vuelta sobre su cama para quedar sobre sus rodillas y el codo del brazo cuya mano mantenía sostenido el teléfono. No sacó la otra de debajo de su ropa, sin embargo dejó de moverla por los momentos— Ya lo has hecho muchas veces. Dime lo que me harías de estar aquí, lo que quisieras que yo hiciera...

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora