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Perséfone.

Llamame Hades

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Llamame Hades.

Esa voz grave resuena en mi cabeza, jamás había hablado tanto con un dios. Mi madre me alejaba del más mínimos contacto con ellos.

En cierto momento dejo de molestarme, todos me veían como un objeto de conquistas.

Excepto por el rey del inframundo.

Al vivir en el reino mortal sabía de su existencia, de como su nombre pone a temblar a cualquier humano.

Como hija de Deméter mi educación fue como la de una mortal de sangre noble. La labor de cada dios y diosa, los templos sagrados, los reyes y reinas de los tres reinos.

Zeus dios del rayo, padre y rey de dioses y hombres quien reina el cielo y la tierra junto con su esposa Hera.

Poseidón el dios de los terremotos y caballos, rey de los mares junto con su esposa Anfítrite.

Y por último, Hades el dios de los muertos y rey del inframundo. Sin ninguna reina a su lado.

Como diosa menor, mi madre me crió para ser recatada. Toda una doncella respetable, donde no debo verme envuelta en escándalos que comprometan al nombre de Deméter.

No soy más que conocida por ser su hija, por ser la heredera de su legado.

Pero haber conocido a uno de los tres reyes, al que algunos llaman el más poderoso fue la cosa más emocionante de toda mi vida.

Para ser el rey del inframundo, esperaba a alguien menos lindo. Los mortales lo hacían parecer un monstruo, alguien oscuro y tenebroso.

Resultó ser todo lo contrario.

Mucho más alto que yo, con profundos ojos azules y el cabello largo y oscuro. Si, parece temible pero es el dios más respetuoso que he conocido.

Llevo varios días fantaseando con él, como toda una diosa menor. Llega ha ser hasta vergonzoso para mi.

Nunca había sentido una atracción por nadie.

Y aquí estoy, buscando que mi madre no me interrogue porque me nota "rara". Los campos se han vuelto mi refugio para escapar de las preguntas de mi madre.

Aún conservo la rosa, traté de hacerla crecer pero no lo logro. Quizá es algo que solo el rey del inframundo pueda lograr.

Me siento extraña, si voy a ser parte de las diosas vírgenes por la eternidad, se supone que no debería sentir atracción por nadie.

Aunque mis pensamientos se ven perturbados cuando siento el crujir de la tierra. No puede ser posible que alguien haya empezado una guerra justo ahora y en el campo de mi madre.

Busco alguna señal de intromisión o daño en el campo pero no hay nada. Excepto por el relinchar de un caballo a lo lejos.

¿Qué hace un caballo tan lejos de los mortales?

Me intriga saber quien puede estar ahí, así que decido seguir el sonido hasta lograr ver un caballo tan platino como mi cabello. No hay jinete con el, aunque tiene la montura puesta.

Al acercarme a la criatura noto que es una yegua, en su montura hay un pequeño bolso en su interior un pergamino atado con un delicado listón negro.

Su nombre es Plata, ayer salí a los establos y recordé que dijiste que querías aprender a montar. Plata es muy dócil te aseguro que no te lastimara. Espero te guste, diosa de la primavera.

Hades.

Llevo la nota a mi pecho sin poder contener mi asombro, un regalo del rey del inframundo no lo tenía cualquiera y yo una diosa cualquiera jamás esperaría algo así.

Lo cierto es que estoy arruinada, no puedo tener sentimientos hacia un dios mucho menos si es un rey como Hades.

Tengo tantas cargas sobre mi, que desearía poder montar a lomos de Plata y desaparecer de mis responsabilidades de diosa.

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