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Jamás me había sentido tan vivo, pero en este momento con mi hermosa esposa en mis brazos siento como todo el dolor sale de mi.
Sus lindos rizos plata caen hacia su espalda y su rostro relajado me hace querer estar así por la eternidad.
- ¿Observas a tu reina? - La sonrisa traviesa de la diosa me provoca reír
- Observo a mi reina - Replico con una sonrisa
- Mi primera orden es que no salgamos de esta cama nunca más
- No tengo ningún problema con eso, mi reina - Sin más Perséfone se abalanza sobre mi con un ferviente beso
Justo cuando Perséfone está tomando en control, tocan la maldita puerta. Mis explícitas órdenes fueron no ser interrumpidos hasta que ordenará lo contrario.
- Voy a matar a quien esté detrás de la puerta - Perséfone observa la puerta con furia
La diosa cubre su desnudez con los mantos de la cama mientras me coloco mi túnica de mala gana.
- ¡Adelante! - ordeno esperando que no nos interrumpan por una estupidez
Uno de los sirvientes del palacio entra con un poco de temor.
- Majestades, no es mi intención interrumpir pero Tánatos esta cumpliendo sus labores en la tierra y no encuentro a nadie más - La criatura se ve más aterrada por la mirada de mi esposa que por la mía
- ¿Qué es lo que pasa?
- Hay problemas en el Tártaro, mi señor - Justo ahora detesto mis labores
- Prepara mi carro, quiero guardias custodiando a la reina - El sirviente corre a cumplir mis órdenes mientras la mirada de Perséfone me persigue
- ¿Vas a dejarme aquí? ¿Custodiada por guardias? - Su voz cargada de incredulidad resuena en la habitación
- Sabes lo que es el Tártaro, no puedes ir ahí correrías demasiado peligro - Ignorandome completamente se viste en cuero negro y rojo justo como la reina del inframundo
Su imagen delicada desaparece fácilmente, sus largos vestidos reemplazados por pantalones y un abrigo. Su cabello recogido en una larga trenza.
El poder que irradia me deja sin aliento.
- Ahora soy la reina, tu esposa y tus problemas también son míos - Sus manos ajustan mi armadura dejándome con las palabras en la boca
- Sabes que no puedo decirte que no - Tomando mis armas abandonamos la comodidad del palacio
Ver las alturas sombrías del inframundo junto a Perséfone me hace desear poder darle algo mejor que la oscuridad de mi reino.
Pero mis pensamientos se ven perturbados por los titanes y almas castigadas en el Tártaro.
Perséfone sin dudar utiliza sus poderes, los dioses podemos ser tan grandes como los titanes si así lo deseamos.
Aún en toda su belleza hay algo de oscuridad.
- Peleas muy bien - La diosa ríe ante mi comentario
- Debía de hacerlo bien, el mundo mortal no es perfecto - Su mirada curiosa observa todo el reino
- Deberías de ver todo el inframundo - replico sarcásticamente, la muerte no es tan perfecta como se espera
- En realidad deberías mostrarmelo, quiero conocer los famosos campos Elíseos
- Lo que mi reina desee - Dirijo el carro hacia los campos Elíseos, un tanto grises como todo el lugar
Sin dudarlo, Perséfone llena de vegetación convirtiéndolo en el verdadero paraíso. El aroma a flores inunda el inframundo cubriendo el común olor a azufre y ceniza.
Sin duda Perséfone es la verdadera reina de este lugar.