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Problemas, problemas y más problemas.
Ser la diosa de la agricultura y las estaciones no es un trabajo sencillo. Mucho menos con una jovencita a quien cuidar.
Perséfone partirá en unos días al Olimpo y eso me preocupa demasiado, uno de esos olímpicos podría arruinar el camino de mi hija.
Y tengo mis sospechas sobre su actitud, desde su visita al Olimpo se comporta extraño.
La mayor parte del tiempo las pasa en el campo o fuera de si como si su mente estuviera en otra parte.
Es algo monstruoso pensar en perder un hijo.
Perséfone es mejor que todo, mejor que ser una diosa, mejor que tener poderes. No podría soportar perderla o ver como se aleja de mi prefiriendo a su esposo.
No me molestaría si un pretendiente ideal la cortejar, pero solo he visto estúpidos queriendo seducirla.
Ver a mi hermana Hera sufrir con los engaños se Zeus ha sido un horror. Ella deseaba ser una reina, pero pudo haber sido una simple olímpica más con tal de tener a Zeus a su lado.
Ella lo amaba, más a que a nada.
Pero ahora me cuesta reconocer como una vez fue, una diosa amorosa y bondadosa. Daba amor a los mortales como a los dioses.
Y Zeus logró que ese amor se apagara gracias a sus infidelidades. Sus hijos trataron de cortejar a Perséfone.
No podía permitir que hijos de un infiel, y uno de sus bastardos trataran de alejar a mi hija para terminar arruinando su vida.
Hera me dijo una vez que solo debía amar a mis hijos, porque entre más personas amabas más débil eras. Perséfone es mi única hija y no dudaría en matar a cualquiera por ella.
Pero la actitudes de mi hija me preocupan, me temo que se haya enamorado de algún Olimpico que haya visto, así que he ordenado a las ninfas que la acompañen a todos lados.
- Mi señora, las hijas de Océano han venido de visita - Una de mis doncellas me anuncia lo que ve, tener vigilada a Perséfone no es tarea fácil
- Bien, avisale a mi hija. Que se reúnan en la llanura así la podran vigilar - La criatura se retira a cumplir mis órdenes
A veces necesito un descanso, pero mis labores nunca paran. Eso vuelve más difícil el mantener vigilada a Perséfone por mi misma.
Las ninfas, doncellas, aún las hijas de Océano la vigilan por mi. Solo confío en ellas y en Atenea, Artemisa y Hestia.
No voy a dejar que una diosa como Afrodita y su séquito de zorras a las que llamar siervas arruine lo que he construido en dieciocho años.