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Estoy listo para ir a una guerra de nuevo, a volver al camino, a todo por Perséfone y no puedo permitirme perderla para siempre.
Si toma sus votos en el río Estigia, no podré verla nunca más.
Haré algo que quizá no me perdone jamás, pero estoy listo. Siempre he vivido bajo mis propias leyes, y si tuviera que sacrificarme estaría bien.
Mi carro está listo, me he puesto mi armadura y lo único que falta es mi decisión.
El amor no es nada sencillo, pero hace que mi corazón corra. Quizá pensé que en un millón de años estaríamos juntos, pero no puedo dejarla ir.
No a ella.
Mi carro se pone en marcha, y me coloco el casco de invisibilidad haciéndome desaparecer de cualquier ojo. El camino hasta Nisa es un poco largo, dándome tiempo para pensar bien mi plan.
Emerjo de una grieta en el suelo, protegido en la densidad del bosque. A lo lejos escucho risas, es Perséfone jugando con las ninfas y para mi suerte esta a lomos de Plata justo ahora.
Sin pensarlo demasiado hago que mis caballos corran a toda velocidad, el ruido espanta a las ninfas pero Plata permanece en calma pues es parte de mi dominio.
Perséfone está paralizada, y con un rápido movimiento de mis manos Plata esta enganchada a mi carro lo suficientemente cerca como para tomar a Perséfone en mis brazos.
- ¡Ayuda! ¡Por favor sueltame! - Perséfone patalea y trata de golpearme aún siendo invisible para ella -
- ¡AYUDAME MADRE! -
El último grito de la diosa, entre los desesperados intentos de las ninfas de traerla de vuelta.
Cada ves nos acercamos más al inframundo y la temperatura se torna más fría haciendo temblar a Perséfone. Ver las lágrimas en sus ojos me hace sentir peor de lo que me sentía antes.
Ni siquiera se da cuenta cuando hemos pasado las puertas custodiadas por Cerbero, hago detener el carro y sin más Perséfone aprovecha por bajar e intentar correr.
Pero se queda inmóvil justo donde esta, estupefacta al observar su alrededor.
- ¿¡Dónde estoy!? ¿¡Porqué me has traído a este lugar!? - El rostro de la diosa lleno de lágrimas me hace desear ser invisible para siempre
- Porque este es tu nuevo hogar, Perséfone - Me vuelvo visible ante sus ojos, su silencio me abruma
- ¿¡Cómo pudiste!? ¡Creí que eras diferente a los demás! - Su mano se levanta y siento mi rostro arder
- Porque te amo Perséfone, quiero que seas mi esposa, reiná junto a mi - La diosa se abalanza sobre mi para golpearme de nuevo pero logro detenerla
- ¿¡Se te ocurrió pensar en mi opinión!? ¡No soy tu propiedad! - Mi paciencia se va al borde
- ¡Suficiente! ¡Acostúmbrate a esto! - Junto con mi enfado fuertes rugidos y sombras aladas se mueven sobre el palacio
Y así como el Olimpo tiene dragones, el inframundo también.
Perséfone se queda inmóvil a punto de golpearme al ver las tres criaturas sobrevolando el templo.
La diosa palidece y se desmaya, apenas logró atraparla en mis brazos. La situación pudo más y logró desfallecerla.
Al verla en mis brazos, tan pequeña, tan indefensa, tan hermosa. Nunca creí poder amar a un ser tanto como la amo ahora. La diosa de la primavera robó mi corazón.