Capitulo 7

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—Sabes— me dijo pensativo —Me agradas— rió mientras que yo me limitaba a verlo sin entender. —Deberíamos llevarnos bien 
— ¡Ja! No lo creo— le dije orgullosa.
— ¿Por qué no?— me pregunto riendo —Tú obedeces mis órdenes y yo no te digo nada— esperaba mi respuesta —Es más ten tus llaves— las puso en la mesa —Sólo llega a las tres a la casa, haz tus tareas y yo no te molestaré— me acercaba aún más las llaves del auto. 
—Aun así no me agradas— le dije y tome las llaves. Soltó una carcajada.

Subimos a su auto, después de comer, ya que a pesar de que le había dicho que no de todas formas ordeno para mí. Pase la tarde haciendo mis trabajos del colegio, acabe cerca de las diez de la noche.

Me levanté como de costumbre, entre a la ducha para después vestirme.

— ¡Llega a las tres!— me dijo antes de que saliera de la casa.
—No te aseguro nada— grite y salí.
— ¡Hey! ¡Hicimos un trato!— escuché que gritaba desde adentro, solo solté una carcajada y subí a mi muy apreciado auto

— ¡Tienes que aceptarlo! ¡Te encanta!— me dijo Juana riendo.
— ¿Qué?— le pregunté asustada — ¡Estás completamente loca!— le dije asombrada.
— ¡No la loca aquí eres tú!— me dijo mientras tomaba los libros de su casillero — ¡Tienes a ese hombre enfrente! ¡Te pregunta que si te gusta! ¡Y le dices que pensabas en cuánto lo odias!— tomo su rubio cabello entre sus manos con desesperación. 
— ¡Juana!— alargué riendo —Conozco a los chicos como él— le dije mientras caminábamos hacia el salón —Solo porque son atractivos se creen mejor que los demás y que pueden tener a cualquier chica en sus manos
—Y como sabes, tal vez él es diferente y te mira diferente— me dijo sonriente.
— ¿Diferente? — Pregunté extrañada.
—Si… cuando íbamos en el auto, y volteaba te miraba… ah… no sé cómo explicarlo— dijo desesperada.
— ¡Estas demente Juana!— le dije riendo.

Las clases como siempre pasaron rápido, excepto biología que como siempre tenía que soportar las miradas de Caeli, pero no eran sus miradas las que me incomodaban, si no que no podía hacer absolutamente nada. Así que tenía que reprimir las ganas de pararme y gritarle en su cara lo que se merece.
Después de dejar a Juana en su casa, me dirigí a la mía, eran las tres con cinco cuando llegue a la casa, grite avisando que había llegado, pero sólo estaban las del servicio, les pregunté por Sebastián y sólo me dijeron que había salido.
Después de comer, subí a mi habitación ya que tenía tarea de todas las asignaturas, así que debía comenzar lo antes posible si quería terminar temprano. 
Tome mi celular para ver la hora, Nueve treinta de la noche, había pasado seis horas haciendo tarea, bueno seguramente menos, ya que me distraía haciendo dibujos en las paginas finales de las libretas, y además de que no podía dejar de pensar en lo que me había dicho.
Baje a la cocina, tenía sed y hambre, la casa ya estaba vacía, las de servicio salían a las ocho, así que estaba yo sola en la casa, ya que no había señales de Pedro.
Caminé hacia el refrigerador para sacar una jarra con agua, la puse en la barra para poder tomar un vaso.
-¡Ah por que los ponen hasta allá!- bufé molesta en mi foro interno, ya que parecía que lo hacían intencionalmente, ponían todos los vasos en la última repisa del estante.
Me puse en las puntas de los pies, y estiraba mis brazos lo más posible para tratar de alcanzar uno de los vasos de cristal, estaba por alcanzarlo cuando dos manos en mi cintura me dieron el susto de la vida.

— ¡Ah!— me fue imposible no gritar. 
— ¿Te asusté?— era la voz de Sebastián. 

—No sólo que me gusta gritar con terror— le dije sarcástica sin voltear a verlo.
— ¿Necesitas ayuda?— me dijo cuando volví a intentar alcanzar el vaso.
—No— le contesté seca. 
—Entonces de todas formas te ayudaré— me dijo poniendo una de sus manos en mi cintura nuevamente, ahora no fue terror lo que recorrió mi cuerpo, si no un escalofrió. Apegó su anatomía a la mía, solo basto con que estirara el brazo y alcanzó el vaso. —Ten— me lo entrego. 
—No necesitaba ayuda— le dije molesta.
—Hey que dijimos de las peleas— susurró sensualmente en mi oído derecho, yo solo me dedicaba a controlar mi ritmo cardíaco al igual que mi respiración, se separo un poco sólo para girarme sobre mis talones, pero automáticamente volvió a unir nuestros cuerpos, tanto que ni siquiera la mas mínima corriente de aire pasara entre nosotros.
Me aventuré a mirarlo a los ojos, cosa de la cual me arrepentí, ya que su hermosa mirada miel me hipnotizó por completo, su rostro comenzó a acercarse, nuestras respiraciones se mezclaban y sentía como su mentolado aliento acariciaba mis labios.
Hasta que finalmente nuestros labios hicieron contacto, era increíble lo que me hacían sentir sus suaves labios, que me fue imposible no seguir el beso. Sus labios succionaban los míos...

El NiñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora