Capitulo 30

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Narra __________(tn)

—Ponte aun más bonita te invitaré a cenar— besó mis labios y luego me hizo entrar a mi habitación y rápidamente salió pero al parecer había olvidado algo ya que regresó —Tómate tu tiempo, no hay prisa— me avisó, sonrió y volvió a salir

Aun sumamente extrañada por su comportamiento, decidí obedecerlo ya que nunca lograría comprenderlo. Reí tontamente en mi interior.
Abrí la llave para que las gotas de agua se fueran templando, en unos segundos ya estaba comenzando a empañarse el gran espejo del baño, retiré toda prenda de mi cuerpo para poder entrar. Las gotas tibias de agua mezcladas con el jabón se llevaban cualquier rastro de impureza de mi cuerpo. Sebastián había dicho que no había prisa, así que me tomaría mi tiempo. No tanto como para hacerlo desesperar, pero no me aceleraría.
Después de unos minutos, me envolví en una toalla para poder salir a buscar que me pondría. Después de casi vaciar mi closet encontré esto:http://www.polyvore.com/cgi/set?id=17054049 
No muy convencida me vestí ya que no conocía la ‘formalidad’ del lugar al que iríamos, tal vez sería demasiado o tal vez muy poco.
Dejé mi cabello suelto como de costumbre, solo que esta vez agregue un poco de mousse para cabello, para que se formaran curvas más definidas. Después de maquillarme tomé mi bolso, me mire una vez más en el espejo para asegurarme que todo estuviera bien y salí de la habitación.
Me encontré con Sebastián quien caminaba rápidamente de un lado a otro con ‘algo’ de desesperación. Como siempre se veía perfecto, solo que esta vez vestía más formal, pero sin perder su estilo desordenado.

— ¿Por qué los nervios Villalobos?— le pregunté desde el umbral de la puerta.

Este rápidamente volteó a verme y me regaló una hermosa sonrisa mientras caminaba hacia mí.

—Te ves hermosa— acarició mi mejilla, la cual a estas alturas estaba más roja que tomate de temporada —Anda Vamos— besó mis labios y comenzó a caminar hacia las escaleras sin soltar mi mano.
— ¿Y a dónde iremos?— le pregunté entrelazando nuestros dedos.
—No te diré— cantó como niño pequeño —Es sorpresa— subía y bajaba sus cejas rápidamente.
— ¡Sebas!— alargué riendo.
—No te diré— rió junto conmigo.

Llegamos al último escalón, estaba por caminar hacia la puerta pero Sebastián no se movió y por ende yo tampoco ya que me tomaba de la mano.

—Ven— me dijo caminando hacia la sala.

*Tal vez olvido algo* pensé sin entender, pero aun así lo seguí, pasamos por el comedor hasta que llegamos al jardín.

— ¿Sebastián?— le pregunté bastante extrañada cuando abrió la puerta que daba hacia el jardín, Sin responderme nada siguió caminando. —Sebastián a que venimos a…— no pude terminar la oración, ya que quede completamente anonadada con lo que veía.

El jardín estaba decorado con una serie de antorchas, que iluminaban de una manera increíble la pequeña y cuadrada mesa que estaba en el centro. La cubría un mantel color crema, sobre esta había un delgado jarrón donde había flores, y unas cuantas velas blancas decoraban la mesa, además de la cubertería de plata y copas.
Seguía completamente anonadada sobre lo que miraban mis ojos, volteé sorprendida a ver a Sebastián, quien me miraba expectante.

— ¿Tu…Tú hiciste todo esto?— sonrió mostrándome su perfecta y deslumbrante dentadura— Es… es ¡hermoso!— le dije abrazándolo.
— ¿Te gusta?— me preguntó dando un beso en mi mejilla.
-No me gusta…-tragué saliva— ¡Me encanta!— le respondí tomando su rostro entre mis manos para guiarlo hacia mis labios.

Pasamos horas platicando, sobre nosotros, sobre las cosas que nos gustaban y las que no, era increíble estar con él, parecía que el reloj no avanzaba. No cambiaría su compañía por absolutamente nada en el mundo.

Estaba tratando de controlar mi risa, después de los chistes que me contaba. Se puso de pie y me tendió su mano, ya que logré estabilizarme gustosa la tomé e igualmente me puse de pie paso su mano libre por mi cintura mientras que yo pasaba la mía por su hombro hasta su nuca. Me apegó a su cuerpo mientras comenzaba a moverse al ritmo de una música inexistente. Lo seguí ocultando mi rostro en su cuello aspirando ese exquisito y característico aroma.

—__________ (tn)— me separé de su cuello para poder verlo de frente
— ¿Si?— le pregunte
—__________(tn) — volvió a decir seguido de un suspiro —Quiero que seas mi novia— tomó mi mano que se encontraba en su nuca para entrelazar nuestros dedos, mientras me miraba fijamente. Abrí mi boca sorprendida, su manera de ‘pedirlo’ era totalmente diferente, radical, única. Totalmente Sebastián Villalobos.
—Y yo quiero que seas mi novio— le contesté con una sonrisa que apenas cabía en mi rostro.
— ¿Entonces?— regresó mis manos a su cuello — ¿Novio y novia?— pasó sus manos por mi cintura dejándolas reposar sobre mi espalda.
—Me encanta la idea— susurré sobre sus labios, los cuales unos segundos después capturaron los míos, y así fundirnos en un lento beso.

Me estremecí debido a la fuerte corriente de aire que nos arroyó. Sebastián inmediatamente se separó de mí para quitarse el saco y pásalo por mis hombros.

— ¿Vamos adentro?— me preguntó acomodando un mechón de cabello que el viento se había encargado de desacomodar. Asentí con la cabeza.

Sebastián se encargó de apagar las antorchas, esperé a que llegara a mi lado y lo abracé por la cintura, así él pasó un brazo por mis hombros. Caminamos hasta su habitación.

—Ya vengo— me dijo sacando su brazo de mis hombros cuando llegamos a la puerta, pero antes de que pudiera dar un paso lo tome del brazo tirándolo hacia mí.

Recorrió lentamente mi cintura con sus manos, seguía caminando hacia mí, hasta que la puerta me evito seguir retrocediendo más. Sonrió pícaramente sobre mis labios, y sin darle tiempo a decir palabra alguna, capture sus labios entre los míos, rodé su cuello con mis brazos para afianzarme mejor y evitar que escapara. Aunque seguramente no lo haría.
Conforme avanzaba el tiempo, la intensidad del beso aumentaba. Su lengua con suma libertad recorría mi cavidad, las mortales caricias que brindaba en mi cintura y espalda me hacían estremecer por dentro.
Saqué una de mis manos de su cuello para buscar la perilla de la puerta, cuando logre abrirla, Sebastián sin separarse de mis labios bajo un poco para después tomarme de las piernas y cargarme acomodándome en su cadera, me sujete de sus hombros mientras reía.

—No te dejaría caer— me dijo sonriente mientras caminaba conmigo en sus brazos.
—Lo sé— le contesté segura regresando a sus labios.

De un momento a otro, estaba recostada sobre el acolchado y Sebastián estaba sobre mí sosteniendo su peso sobre su codo, para evitar dejarlo sobre mí. Por más que le decía que no era de cristal, se negaba a dejar su peso sobre mí.

—No me quiebro— le dije riendo mientras ágilmente cambiaba de posición con el ahora dejándolo recostado, mientras yo me sentaba en su cadera.

Me incliné para acercarme a sus labios y delinear el marco de estos con la punta de la lengua, mientras que comenzaba a jugar con los botones de su camisa, saque botón por botón de su respectivo ojal, me separé de sus labios y lo tomé del cuello de la camisa para acercarlo a mí, se enderecé de la cama para permitirme sacar ese, ahora, incomodísimo pedazo de tela. Y así dejar al descubierto su bien marcado y tibio torso. Con las yemas de los dedos, delineé suavemente su definido abdomen.
Tomó una de mis manos delicadamente y dio un beso en el torso de esta.

—Me encantas— dijo mirándome fijamente a los ojos, sonrojada le sonreí, introdujo sus manos por debajo del saco y las posiciono sobre mis hombros para luego deslizarlas por mis brazos y así al mismo tiempo deshacerse del saco....

El NiñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora