— ¿Quién se aprovechó de ti?— eso no lo pronunció Juan y mucho menos yo, volteé hacia el umbral y vi que era Sebastián el que entraba a la sala cargado con bolsas.
—Tú, idiota— dijo Juan mientras se acercaba amenazante mente hacia Sebastián, traté de pararlo, tomándolo de la camisa, pero fue inútil, se paró frente de él y lo empujó.
—Mira— soltó una sarcástica y furiosa carcajada —No se dé que rayos estás hablando— puso las bolsas en el piso —Pero será mejor que te largues ahora— le dijo amenazante mente.
—Bueno— reí nerviosamente mientras me ponía entre los dos, de frente a Juan—Creo que será mejor que te vayas— le dije casi rogando, puse mis manos en su pecho, para hacerlo hacia atrás.
—No… yo no me voy hasta partirle la cara a éste…— ni siquiera me miraba, solo lo miraba a él con una fría mirada, y estaba cien por ciento segura que la mirada de Sebastián era igual o más despectiva.
—Genial, no sabes las ganas que tengo de dejarte en el piso— sus voces llenas de rabia, me hacían estremecer.
—¡Ya basta! déjense de tonterías… Juan vete por favor— le insistí, pero lejos de hacerme caso, me tomó de la cintura, para levantarme en el aire y hacerme a un lado.
— ¡Juan!— grité cuando vi como le tiraba un golpe a Sebastián, este paso el dorso de su mano por debajo de su labio inferior, para limpiar la gota de sangre que había brotado.— ¡Basta!— volví a gritar solo que ahora Sebastián le devolvió el golpe.
Todo pasaba tan rápido y a pesar de mis seguidos intentos de separarlos, si no era Sebastián, era Juan el que me hacía a un lado.
— ¡Juan! ¡Uno más y no te vuelvo a hablar en mi vida!— le grité haciendo que volteara a verme, su ceja y labio sangraban al igual que Sebastián.
—No puedo dejar que este tipo se aproveche— me dijo molesto.
— ¡Pero entiende que no me hizo nada!— me puse nuevamente en medio. —Por favor vete— le volví a pedir. Tomó el cuello de su camisa y limpio sus labios.
—Sabes que te quiero— me dijo resignado, se acerco a mí y beso mi mejilla.
Miro fulminante mente a Sebastián una vez mas y salió de la casa, escuché el golpe de la puerta e inmediatamente lleve mis manos hacia mi rostro para ocultarlo. Me sentía terrible.
—Por eso quería hablar contigo… para evitar que le dijeras a medio mundo que abuse de ti— me dijo furioso mientras tomaba las bolsas del piso que ahora estaban esparcidas por toda la sala.
—Yo no dije absolutamente nada a nadie— le dije caminando detrás de él.
—Si claro… ¿entonces por qué este imbécil se me hecho enzima?— me gritó.
— ¡Tal vez porque vio las marcas que estúpidamente dejaste en mi cuello!— le grité igualmente, no iba a permitir que él me gritara sin razón.
—Discúlpame… pero tú dejaste las mismas marcas o incluso peor en mi cuello y no estoy quejándome con la primera persona a la que vea— dejo las bolsas sobre la mesa de la cocina.— ¡Ja! Ahora resulta que yo tengo la culpa…— le dije sarcásticamente.
—¡Si! ¡tienes la culpa desde haber hecho una fiesta, beber hasta perder el conocimiento y no dejarme ir!— se acercó mientras enumeraba fríamente lo que decía.
— ¿No dejarte ir?— pregunté riendo — ¿A caso te apunté con un arma? ¿Te amarré? O ¿Te amenacé para que te quedaras?— ahora yo enumeré con mis dedos.
—Pues uno solo recuerda lo que le conviene.
— ¿Lo que le conviene?— volví a reír —No lo creo… porque nada de lo que sucedió me conviene y aun así recuerdo algunas cosas— dije seca.
— ¿No te conviene?— ahora fue él quien soltó una carcajada —‘¡Shh Sebastián! ¡Si podemos!’— dijo haciendo una aguda voz, tratando de fingir la mía.
— ¡Eres un idiota!— le dije ahora más que molesta.
— ¡Si un idiota al cual casi violas! -Solté una carcajada.
—Sabes que… ¿Por qué no te vas? ¡tomate el día! ¿Por qué no te vas con tu novia o algo así?
— ¿Qué? ¿Ahora estas celosa?— se acercó a mi lentamente.
—No tienes tanta suerte…
—No necesito suerte…— seguía acercándose —Se que te gusto…— esta vez yo no retrocedí, no le demostraría debilidad.
—Si me gustaras ya te tendría aquí…— levanté mi mano mostrándole la palma de mi mano.
— ¿Cómo? ¿Así como yo te tengo a ti?— levantó una de sus cejas mientras sonreía victoriosamente de lado.
—Bien sabes que no es cierto…— le dije riendo, me di media vuelta y camine hacia las escaleras...