Comenzamos a enviar mensajes de texto a todos nuestros conocidos, podíamos ver como cada persona presente en la cafetería sacaba su celular, para automáticamente soltar una sonrisa.
— ¿Estás segura de esto?— me preguntó Juana sonriente.
—Si— solté una carcajada —Explotará— le dije y la risa de Juana se unió a la mía.Todo el colegio ya estaba enterado de la fiesta, sería el viernes en la noche, ósea mañana.
—¿Y como comprarás las cosas?— por cosas se refería a alimentos y bebidas con alto nivel de alcohol.
—No lo sé yo solo compraré comida— le dije ya que yo no ingería alcohol.
—Pero te quitó tus tarjetas— me dijo sin entender.
—No todas— saqué mi cartera de mi bolsa y saque una tarjeta de débito —Solo que no sé cuánto dinero tiene— le dije.
—Esperemos que lo suficiente— rió Juana.
— ¡Juana! ¡Tendrás que ayudarme!— le dije en tono de suplica.
— Si ¿con qué?— me preguntó.
—Yo estoy castigada, ¿podrías ir a comprar tu las cosas hoy?— le pregunté.
—Claro— me contestó —Solo que es tarjeta de débito y necesitan tu firma— me recordó, era inútil. Tenía que ir yo.
— ¡Hay no!— cubrí mi rostro con mis manos —Entonces ya veré que le invento— le dije no muy convencida.Las clases pasaron rápido, ya que además me distraía con los mensajes que me llegaban sobre la fiesta. Apenas toco el timbre y salimos.
—Entonces nos vemos mañana— se despidió Juana ya que tenía que ir por unos libros y se iría mas tarde a su casa.
—Hasta mañana— le dije subiendo rápidamente ambas cejas.Salí y ahí estaba el auto de Sebastián, con su dueño recargado en un lado, como siempre llamando la atención -Engreído- pensé con molestia.
Camine hacia el auto, cuando estuve cerca Sebastián subió. Abrí la puerta del copiloto, pero alguien me llamó.— ¡_______(tn)!— era una varonil voz.
— ¡Juan!— dije cuando vi a uno de mis grandes amigos caminando hacia mí, tenía mucho tiempo sin verlo, ya que había salido de viaje con su familia.
— ¿Como estás hermosa?— me dijo alzándome entre sus fuertes brazos, el era como un hermano para mí. Mis padres lo adoran como el a ellos.
— ¡Hey no me vuelvas a abandonar!— le reclamé riendo mientras me bajaba, mientras me acomodaba el cabello pude ver a Sebastián de reojo, quien había bajado del auto y veía con detenimiento la escena.
—Oye es cierto lo de…— me dijo pero tape su boca con mi mano rápidamente, ya que sabía sobre que me iba a preguntar.
—Ven— le dije para que se agachara y poder susurrar algo en su oído —Si es cierto el viernes en mi casa tengo mucho que contarte ves al tipo de allá— le dije señalando disimuladamente con mi mirada, Asintió levemente con la cabeza. —Es mi niñero y lo detesto— reímos los dos.
—No…— estaba por repetir.
—Shh…—lo volví a callar —dile a Juana que te cuente la historia.
—¿Y por qué no vamos a comer o a tomar algo así me platicas?— me dijo tomándome de la cintura, acercándose lentamente.
— ¿Juan? ¿Qué haces?— le pregunté extrañada.
—Esta celoso— susurró mirándome con sus ojos color café, que iban de mis ojos hacia donde estaba Sebastián.
—Claro que no— le dije riendo —Tiene novia y nos llevamos pésimo— le susurre.
—Pues yo veo otra cosa en su rostro— me dijo seguro —Bueno entonces hermosa nos vemos mañana— me acompañó al auto, le sonreí y me despedí con la mano. Cerró la puerta y me guiñó un ojo. Para después regresar a donde estaban todos.
— ¿Y quien es ese?— pregunto Sebastian con voz dura a medio camino.
—No te interesa— le dije fulminándolo con la mirada para luego regresarla al exterior del auto
—Tienes razón, no me interesa— me dijo sin despegar la mirada del camino.Me levanté por los insistentes golpes de Sebastián en la puerta, como todos los días, cepillé mis dientes, entré a la ducha y me vestí.
Llegue al colegio, ahora este día en especial paso aun más rápido que los demás, ya que tenía la preocupación de alcanzar a comprar las cosas para en la noche, además tenía que buscar que ponerme, arreglarme y sin que Sebastián se diera cuenta. Tenía que buscar una manera de sacarlo de la casa.
Ahora en la salida no estaba Sebastián, así que camine hacia casa, acompañada de Juana, quien me contaba que era lo que iba a usar en la noche. Después de pasar por su casa me dirigí a la mía.—Señorita el Joven Villalobos le dejo una nota— me informó una de las de limpieza mientras sacaba un pequeño papel doblado.
—Gracias— le dije y se retiró.