Sí, definitivamente, ese era él.
Hubo un momento, mientras me saludaba, cuando me vio a los ojos, en que aquel dolor de cabeza, y todo lo demás se desvaneció. Solo estábamos él y yo. No podía explicarlo, solo importaba él, pero al segundo siguiente, aquellas insoportables ganas de asesinarlo regresaron. Mi mente me ordenaba que me pare, agarrara un cuchillo y lo asesinara, pero otra parte de mi me decía que no lo haga, lo arruinaría todo.
-¿Eideen?, Eideen. -Llamó mi madre. -Dale la mano a Robert
Entonces noté que el chico tenía la mano extendida hacia mí, por lo que respondí al saludo y le dí la mano también.
-Soy Robert -Se presentó -Y tú eres...
-Tris...-Me interrumpí al notar que estaba diciendo el nombre equivocado -Eideen -Me corregí -Soy Eideen.
-Un placer Eideen.
Detrás de Robert se encontraba Domenica, llevaba un vestido blanco, corto, con unos cuantos toques de encaje y un cinturón fino rojo, que remarcaba aún más su cintura y zapatos rojos que combinaban a la perfección con el atuendo.
-Eideen. Es un placer tenerte por aquí de nuevo -Dijo Domenica como si sintiera de todo menos placer al tenerme en su casa -Hace tiempo que no tenía a nadie para burlarme -Susurro de tal manera que solo yo lo escuché
-Igualmente. -Respondí haciendo referencia a su saludo inicial y a su comentario sarcástico al mismo tiempo.
Domenica y Robert terminaron de saludarnos y tomaron asiento, ellos se encontraban sentados justo frente a donde yo estaba, por lo que no podía evitar ver ciertas miraditas de odio que Domenica me lanzaba.
Ya no la aguantaba, creo que en algún punto esos impulsos que llegaban de matar a Robert se igualaban con los de eliminar a Domenica.
La cena se llevó de manera normal, todo hablaban de cosas banales y que para mi sinceramente no importaban. Domenica no paraba de hablar de su viaje a Paris con Robert, y de toda la ropa que se había comprado hacia unos días, quería tirarle un tenedor en la cara para que se callara. Y en cuanto a Robert, en general pasó toda la cena callado, de vez en cuando, cada vez que Domenica le contaba un chiste el se reía, se notaba que forzaba sus sonrisas, pero pude contemplar aquellos hoyuelos que se formaban en sus mejilla; no pude evitar lanzarle miradas asesinas. Jamie me llamó la atención por eso más de una vez, por lo que procuraba casi no mirarlo.
Jamie y yo nos mirábamos varias veces y veía en Jamie la misma exasperación que yo sentía en cuanto a Domenica. No veía la hora para irme. Durante un pequeño momento, mientras escuchaba la conversación de la Sra. Stevens y la Sra. Miller noté que hablaron de un balcón, lo busqué, supuse que se encontraba en el segundo piso, estaba lo suficientemente lejos como para despejar mi mente, y hubo un momento en que no aguanté más a Domenica ni el hecho de no poder controlar aquel odio inexplicable que sentía hacia Robert y me excusé para irme.
-Disculpen, tengo que ir al baño -Me excusé.
-Oh, claro querida, en el segundo piso, al fondo por el pasillo y a la derecha. -Indicó la Sra. Miller
Me levante de mi asiento y subí por las escaleras, no miré a nada ni a nadie, solo quería largarme de allí.
Llegué al segundo piso, y ni siquiera me molesté en ir al baño, encontré el balcón y me quedé allí.
La vista era espectacular, se veía la playa por un lado, era hermosa. Y por el otro lado la ciudad, llena de color. Comencé a imaginar a la gente allá, teniendo sus vidas normales, no iba a decir que los envidiaba, pues mi estilo de vida no estaba nada mal, tendría todo lo que quisiera cuando lo quisiera, aunque el hecho de hurtar la vida de una persona, no se sentía bien, pero a la final, todo esto valía la pena.
Contemplaba la espectacular vista desde el balcón cuando aquella sensación de hace un rato comenzó otra vez, el corazón me latía sin parar, y las aquellas palabras de dibujaron nuevamente en mi cerebro Elimina a Robert. Y sin necesidad de voltearme supe que allí estaba él.
-¿Está ocupado? -Preguntó refiriéndose al sitio en el balcón a mi lado.
-No hay nadie más, así que supongo que no. -Respondí cortante
Se posicionó a mi lado, y se recostó de espaldas al balcón, me miraba directamente a mí. No decía nada, pude evitar sentirme incómoda por su mirada en mí, pero luego me harté.
-Tengo algo en el rostro o qué. -Pregunté molesta
-Solo estaba pensando, en cual posible razón en el mundo pudo haber para que me miraras toda la cena como si quisieras asesinarme
Y es que quiero asesinarte pensé.
-Yo soy así, si no te gusta no me mires. -Contesté a la defensiva
-Oh cariño, si tú eras la que me miraba -Respondió con orgullo.
¿Cariño?, ¿acababa de llamarme cariño?
-¿Cariño? -Pregunté consternada, porque no creía que acabara de llamarme así.
-Dime -Respondió él.
-Eres un capullo -Respondí aún más consternada.
Y volvieron aquellas ganas de asesinarlo, pero ahora sí que tenía razones.
Asesínalo. Tíralo por el balcón. No lo dejes vivir.
-Pues tú eres una niñita malcriada, con un complejo de superioridad. -Repuso él.
-Y tú un irrespetuoso -Apunté mi dedo a su pecho.
-Y tú una niña que debe respetar a sus mayores -Dijo aún más cerca de mí, casi estábamos nariz con nariz.
-Eideen, Robert, mi madre dice... -Era Domenica, y se detuvo en seco cuando vio lo apegados que estábamos. Yo también me sorprendí de lo cerca que estábamos, considerando lo mucho que quería eliminarlo.
Nos separamos instantáneamente.
-Mi madre dice que bajen -Dijo Domenica mirándome con sospecha y mucho odio en su mirada.
Bajamos por las escaleras los tres juntos.
-Eideen, pensé que irías al baño. -Dijo mi madre claramente reprochándome con la mirada.
-Ammm, sí es que... -No sabía que decir.
-Es mi culpa -Comenzó Robert de nuevo. -Ella iba saliendo del baño y pues le hice conversa, y nos entretuvimos. Lo siento. -Se disculpó.
Observé a Domenica que me miraba con claro odio en sus ojos y todo ese odio era para mí. Sí, para mi solita. La verdad me importaba un bledo si Domenica me odiaba o no.
-Bueno niños, nos tenemos que ir -Sentenció mi madre.
-¿Tan pronto? -Preguntó con la súplica en su mirada la Sra. Miller
-Sí, se ha hecho muy tarde. Fue un verdadero gusto visitarte Diana. -Se despidió mi madre.
-Adiós, fue un placer -Se despidió la Sra. Miller también.
Me dirigía hacia la salida entonces sentí un jalón. Era Domenica
-Mira, no quiero que te metas conmigo o con mi novio -Amenazó Domenica
- Yo no me he metido con nadie, él comenzó.
-No me importa quien comenzó, o nos dejas en paz, o todos se enteran de lo que eres.
-¿De lo que soy? -Mierda -¿De qué hablas?
-Ohh, tú lo sabes perfectamente, crees que no lo iba a notar, eres una de ellos, una Auxilium. Y se los diré a todos si no te alejas.
Oh Santo Dios.
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The Key: Unknown
Fantastik¿Qué harías si descubres que la vida que conoces, no es tu vida? ¿Si descubres que la vida que has vivido siempre en la realidad de alguien más? ¿Que esa frase que dice "en otra vida" siempre fue cierta? Eideen Stevens descubre esta verdad, de la ma...