𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀

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Con los brazos y piernas cruzadas me encontraba sentada en el sofá mirando a mi alrededor

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Con los brazos y piernas cruzadas me encontraba sentada en el sofá mirando a mi alrededor. Aún no estaba del todo convencida de seguir rentando este departamento, había algo que simplemente aún no terminaba por convencerme.

De cualquier modo, no tenía ganas de estar buscando otros lugares por ahora y por más ganas que tuviese de comprar uno en lugar de seguir rentando, sabía que no nos convenía. No cuando no sabía en qué momento tendríamos que irnos de aquí nuevamente.

Escuché como se abría la puerta y toda mi atención se dirigió a esta viéndolo entrar. Me miró con una ceja enarcada.

-¿Ya se te quitó lo sangrona?-Preguntó lo que todo el tiempo preguntaba cuando me venía la regla. Rodé los ojos.-Te traje chocolates.-Me los extendió cuando se acercó y se sentó a mi lado.

Miré la caja antes de regresar a verlo.

-Faltan dos.-Observé.

-Y estaban muy ricos.-Opinó haciéndome reír.-Oye... sonreíste ¿Quiere eso decir que el periodo se ha ido?

Asentí haciéndolo suspirar con lo que parecía alivio. No era fan de mi humor cuando la regla me venía y es que, por alguna extraña razón, con él me ponía como una bestia gruñona, pero lo culpaba porque todo el tiempo estaba haciendo chistes estúpidos sobre la menstruación.

Jugué con el borde de mi short del pijama que solía usar cuando estaba en casa antes de regresar a verlo.

-Vi a Cedrik hoy.-Le hice saber. Sentía que debía saberlo, después de todo nos contábamos absolutamente todo. No había porqué ocultarlo.

Pareció captarlo.

-¿Y cómo está?

-Está bien al parecer.-Asentí.-Tiene una hija.-Recargué mi cabeza contra el sofá y lo miré.-Se ve muy feliz.

-Me alegra.-Asintió.-Siempre me decías que él merecía todo lo bueno del mundo.

Asentí y suspiré.

-Estoy muy cansada.-Cambié de tema. Sentía que ya no era necesario decir más.-Maggie me hizo esperar mucho tiempo.-Fruncí el ceño.

Él sonrió y se puso de pie pasándose detrás del sofá. Sentí sus manos en mis hombros y no pude evitar relajarme un poco cuando inicio a sobarlos.

-¿Está bien un masajito?-Murmuró.

Asentí.

-Está perfecto.

Reí al sentir como sus manos bajaban lentamente colándose en mi blusa.

-¿Qué haces?

-Bueno.... Ahora que no estás de mal humor, aprovecho para saludar a mis niñas.

No pude evitar suspirar con placer cuando sus manos apretaron mis senos. Durante mi periodo las hormonas hacían que estos dolieran, por lo que el que estuviera masajeándolos de esa manera, no solo me calentaba, también me relajaba demasiado.

𝐌𝐚́𝐬 𝐥𝐨𝐜𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐝𝐚 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora