𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟔𝟒 (𝙵 𝙸 𝙽 𝙰 𝙻)

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*C U A T R O  A Ñ O S  D E S P U É S*

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*C U A T R O A Ñ O S D E S P U É S*

Probablemente nunca había sido la persona más paciente del mundo, pero odiaba demasiado que me hicieran esperar. Maggie lo sabía a la perfección y a pesar de eso parecía no importarle en lo absoluto.

Me encontraba en un pequeño parque que estaba por el centro de California. Me había convencido de que probablemente aquí era el lugar en donde más me había gustado vivir por lo que, desde que empecé a trabajar desde casa, habíamos decidido mudarnos nuevamente para acá.

Amaba California y de cierto modo no podía evitar sentir demasiada nostalgia cada vez que paseaba por algunas calles. Bebí de mi café con doble cafeína porque ayer me había quedado hasta tarde haciendo una investigación para un artículo y el estar desvelada no ayudaba con mi humor. Maggie me iba a escuchar, si es que no decidía tomarla por sus cabellos antes de que me diera la explicación de porqué llevaba más de media hora esperando a que llegara.

-Explícate.-Exigí cuando contesté a una llamada de su parte.

-Perdooooon.-Chilló.-Me quedé dormida, pero si quieres adelántate, te alcanzo en el restaurant.

-Tú y yo tendremos una larga plática Margaret Bruce.

-Perdóname.-La escuché. Parecía muy afligida.

Bufé.

-Bien, solo apresúrate, te veré allá.

-Eres la mejor.-Canturreó.

Rodé los ojos y colgué el teléfono. Mi cabeza se hizo hacía atrás y solté un suspiro de frustración. De saber que se quedaría dormida, hubiéramos quedado más tarde.

Me puse de pie dispuesta a tomar un taxi hasta aquel restaurant en donde habíamos quedado de acuerdo que almorzaríamos cuando mi teléfono vibro. Era un mensaje del trabajo por lo que me dispuse a leerlo para contestarlo de inmediato. De no ser así, terminaría por olvidarlo y lo último que quería era aquello.

Me gustaba mucho trabajar para la empresa de Virtual Planet. A pesar de que eran demasiado estrictos, era un ambiente realmente increíble. Todo lo que una Lynn de ocho años probablemente hubiera deseado tener.

Redactaba el mensaje cuando sentí como algo chocaba contra mis piernas. Volteé a ver hacía abajo encontrándome con una pequeña niña. La escuché balbucear algo debido a que creía que aún no hablaba del todo bien.

-Oye, ten cuidado.-Advertí tomándola de sus manitas para que no cayera. Soltó una carcajada. No pude evitar sonreír ante aquellos enormes ojos color miel.

-Lo lamento.-Escuché.-Recién empieza a caminar y aún no logra mantener el equilibrio.-La sostuvo. Volteé hacía arriba para ver quién me hablaba.-¿Lynn?

No pude evitar que la sorpresa se apoderara de mi expresión facial. Creía que nunca volvería a verlo, sin embargo, se veía tan bien. Tan fresco y probablemente un poco más grande, después de todo habían pasado ya muchos años. Sonreí aún sin poder creérmelo.

-Hola, Ced.

Su cabeza se ladeó y tomó a la niña en sus brazos. Me recordaba demasiado a su sobrina Kylie cuando era así de pequeña.

-¿Quién es este pequeño humano?.-Señalé a la pequeña quien parecía no querer dejar de balbucear.

Cedrik sonrió en su dirección.

-Es Katy.-Presentó.-Dile hola, mi amor.-Pidió a la niña quien empezó a mover su mano de un lado para otro.

Sonreí.

-¿Es...?

-Mi hija.-Completó.

-Tu hija.-Repetí yo sintiéndome nerviosa.

Era extraño, no había incomodidad, al menos no para mi, sin embargo, era demasiado obvio que ya no estaba la confianza suficiente para decir lo que quería decir.

-Te ves muy bien, Ced-dije remplazando lo anterior.

-Me siento muy bien.-Asintió.

-¿Puedo decirte entonces que te lo dije?.-Pregunté con un poco de gracia.

Él ladeo su cabeza y me dio una sonrisa llena de confusión.

-Bueno, depende a qué te refieras.-Condicionó.

-Te dije que si yo me iba todo iba a ser mejor para ti.

-Lynn...-Había seriedad.

-Solo quería aclararlo.-Me encogí de hombros.-Ya sabes que amo tener la razón todo el tiempo.

-Por supuesto. Es una de las cosas que mejor te definen.-Volvió a sonreír.

Yo también sonreía, porque a pesar del tiempo y de todo lo que había pasado, aun creía que Cedrik merecía que todas las personas quisieran hacerlo feliz, por lo que no podía evitar sentirme complacida por el simple hecho de hacerlo sonreír después de todas las veces que en el pasado había llorado por culpa mía.

-Me alegra que estés bien, Ced. Me alegra que hayas conseguido lo que tanto querías, y vaya mierda que es una replica de Kylie.-Señalé a la niña en sus brazos.

-Lo es.-Asintió.-Dime algo...

-De acuerdo.-Asentí.

Parecía un poco pensativo en si debía o no de decírmelo.

-El día que te fuiste... ¿Qué fue lo que realmente te empujó a hacerlo?

-Bueno... te dejé escritas mis razones. Te lo resumiré con seis palabras; yo era más tóxica que Chernóbil.

Declaré. Inevitablemente él soltó una carcajada.

-Siempre tienes algo para decir.-Negó divertido.

-Si... desafortunadamente ni el psicólogo más caro logró quitarme eso.

-Al menos ya no piensas en voz alta.-Recordó.-Me dio mucho gusto verte, Lynn.

-Me dio gusto que te haya dado gusto.-Le respondí.-Que estés bien, Cedrik.

Le di una última sonrisa antes de sonreír cuando la niña en sus brazos me dijo adiós con su manita. Le di una última mirada antes de pasar por su lado y caminar a la salida del parque.

Había sido una sensación demasiado extraña, pero no mentía cuando le había dicho que me alegraba verlo así de bien. Parecía realmente feliz con su pequeña hija. Y me satisfacía el saber que todo ese tiempo en el que había sufrido porque lo extrañaba, porque quería regresar corriendo a California y pedirle que volviera conmigo, había valido la pena.

Desde siempre me repetía una y otra vez que no importaba lo que hiciera, que no importaba si arriesgaba mi felicidad, porque con tal de verlo feliz, yo era capaz de cualquier cosa. Y me sentía complacida ahora con el simple hecho de saber que después de todo, mi decisión había sido la correcta.

𝐌𝐚́𝐬 𝐥𝐨𝐜𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐝𝐚 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora