𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐𝟔

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Faltaban solo dos horas para que Ced saliera de trabajar cuando llegué a California Beach

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Faltaban solo dos horas para que Ced saliera de trabajar cuando llegué a California Beach. Estacioné y salí corriendo hasta su área de trabajo.

Cuando llegué recibí el saludo de algunos miembros del personal con los cuales había conversado alguna vez. Había estado en cada una de las áreas en diferentes horarios. Conocía a todos en el lugar sin importar el horario.

Me encontré a Ced cerca de la alberca de los delfines en donde revisaba al Dr. Espiráculo. Cuando se enderezó al terminar con su chequéo diario, me acerqué a él abrazándolo por la espalda. Pegué mi mejilla a esta para que él no pudiese verme cuando ladeó la cabeza. Lo intentó una vez más sin tener éxito. Fué entonces que desenganchó mis brazos de su torso y se dió la vuelta para poder verme.

Su expresión de sorpresa me hizo reír un poco.

-¡Sorpresa!

Pasaron solo unos milisegundos cuando las comisuras de Ced se alzaran en una sonrisa. Pasó mis brazos por su cuello acercándome a él y dándome un casto beso. Soltó mis manos bajando una a mi cintura y la otra metiéndola entre las raíces de mi cabello.

-Estás muy guapa.-Volvió a besarme.

Cuando me separé de él sonreí satisfecha con su respuesta.

-¿Ya casi terminas?

Asintió.

-Solo terminaré de ordenar unos expedientes y podremos irnos.-Caminó hasta el escritorio lleno de estos.-¿Cómo te fue hoy?

Me senté frente a él e inicié a contarle todo lo que había pasado esta mañana. Desde que llegué al estudio de fotografía hasta que me despedí de Annie. Esto último con más emoción de la que solía utilizar comúnmente.

Para cuando terminé Ced me miraba con una enorme sonrisa. Había dejado de lado los expedientes.

-¿Qué?-Reí.

-Nada.-Negó aún con la sonrisa.-Es solo que me encanta verte así de emocionada.

Sonreí como estúpida acercándome para depositar un beso en su mejilla. Acaricié su cabello viendo cómo se inclinaba hacia mí con los ojos cerrados.

-Deberías dejarte crecer el cabello.-Comenté haciéndolo soltar una carcajada.

Cuando llegamos a casa después de haber ido a comer, me dispuse a cambiarme a algo más cómodo iniciando por sacarme el maldito sostén y dejándome una blusa blanca sin mangas que, debido a lo vieja que estaba, se veía desgastada y unos pequeños shorts color rosa que eran de mi pijama. La temperatura en California había empezado a sobrepasar los cuarenta grados matándome de calor.

Caminé hasta la cocina y saqué unas bolsas de hielo colocándolas en mi cabeza y otra entre mis axilas. Suspiré sintiendo lo frio sobre mi piel.

-¿Qué haces?-Preguntó Cedrik llegando. Me miró desde la puerta de la pequeña cocina con una sonrisa burlona.

-Hace calor.-Me quejé.

Cuando Ced estaba a mi lado me quitó la bolsa de las axilas dejándolas en el mesón a nuestro lado. Me tomó de la cintura acercándome a él. Mis manos con la bolsa de hielo pararon en su pecho desnudo. Él también se había cambiado de ropa.

-Ese corte te hace ver muy ardiente, nena. Me estás poniendo muy cachondo.-Murmuró rozando sus labios con los míos.

Quitó la bolsa de hielo del medio de ambos provocando que mis pechos a penas cubiertos por la desgastada tela rozaran con su pecho desnudo. Con una de sus manos me tomó de la nuca iniciando con un beso ansioso. Lleno de deseo y pasión que provocó que un jadeo saliera en el medio de este.

Retrocedí hasta dar con el mesón y, sosteniéndome del trasero, Ced me subió sobre este quedándose entre mis piernas.

Mi ciclo menstrual solo provocaba abstinencia. Probablemente me ponía muy cariñosa con él, pero no lo dejaba tocarme de manera sexual, y no era que no tuviese la suficiente confianza para hacerlo, sino que los dolores y el flujo abundante solo provocaban que el sexo fuese en lo último que pensara. Para cuando este terminaba Cedrik siempre estaba dispuesto a volver a nuestra increíble rutina.

Suspiré al sentir sus labios absorber la piel de mi cuello. Sin detenerse, sus manos alcanzaron el elástico de mis shorts. Levanté un poco mis caderas permitiendo que los sacara junto a mis bragas. Sus besos bajaron por mis clavículas y dejó un par de besos en mis muy visibles y fruncidos pezones antes de bajar por mi abdomen. Mi respiración era tan pesada gracias a la excitación que invadía mi cuerpo.

Pasó una de mis piernas sobre su hombro viéndome a los ojos. Aquellos ojos del color de la miel tenían las pupilas tan dilatadas. Mirándome con deseo besó mi pierna armando su camino hasta mi entre pierna.

-Ced...-Gemí cuando sentí como su lengua me acariciaba.

Con una de mis manos me sostuve del mesón sintiendo que en cualquier momento caería, mientras la otra viajo a su cabello aferrándose a él sin ser muy brusca. Eché mi cabeza hacia atrás sintiendo como el placer se apoderaba de mi cuerpo. Gemidos involuntarios escapaban de mi boca sin poder evitarlo. Cuando sentí como llegaba, solté un fuerte gemido el cual estaba segura que habían escuchado los vecinos.

Mientras intentaba recuperar mi respiración, Cedrik se enderezó. Tomé su rostro entre mis manos limpiando mis restos de sus labios rosados e hinchados. Él era tan sexy. Me dió una de sus hermosas sonrisas antes de unir sus labios con los míos, esta vez el beso era más lento, sin embargo, podía sentir la intensidad en este cuando sus labios presionaban los míos. Separándonos solo para tomar aire y volver al ataque sentía como la excitación volvía a mí. Cedrik se encargaba de eso mientras acariciaba mis pezones sobre la tela desgastada.

Jadee y me aferré a su espalda al sentir como me jalaba a la orilla del mesón y se adentraba en mí de una sola estocada. Ni siquiera me había dado cuenta del momento en el que había bajado sus shorts y no era como si me importara. Estaba disfrutando de este momento. Siempre disfrutaba cuando hacíamos el amor.

Mientras él se movía enloqueciéndome, su rostro estaba escondido en mi cuello dando pequeños besos que me hacían suspirar.

-Nena...-Gruñó en mi oído haciéndome soltar un gemido.

Regresó a mis labios y cuando se separó me miró directamente a los ojos. Sentí como una enorme ola de placer me invadía desde la punta de mis pies hasta mi cabeza, haciendola inclinar hacia atras cuando sentí como llegaba a mi orgasmo. Solo bastaron de un par de movimientos para que Ced también llegara.

En el silencio de la cocina solo se podían escuchar nuestras pesadas respiraciones. Pasé mis manos por su desordenado cabello intentando acomodarlo sin mucho éxito.

-Acabas de despeinarme, mi amor.-Bromeó haciéndome reír.

-Y puedo despeinarte más.-Lo provoqué mordiendo su labio.

Suspiró dramáticamente.

Tomó mis piernas haciendo que las enredara en su cintura y me tomó del trasero. Conmigo sobre él, empezó a correr hasta la habitación haciéndome reír. Abrió la puerta y me acostó sobre la cama acostándose sobre mí. Suspiré al sentir como su entrepierna rozaba con la mía.

-Me gustaría que me demostraras eso.-Murmuró.

Sin problema alguno lo haría.

𝐌𝐚́𝐬 𝐥𝐨𝐜𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐝𝐚 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora