𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟖

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Bajé del taxi en mi departamento

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Bajé del taxi en mi departamento. Ced se había llevado su auto esta mañana al trabajo por lo que había ido temprano por el mio. Hoy iría a inscribirme a aquel curso que había encontrado la semana pasada. Decir que estaba emocionada era muy poco.

Cuando entré a mi auto sentí como mi teléfono vibraba anunciándome una llamada. Era mi madre.

-Hola...

-MICHELYNN.-Canturreó haciéndome rodar los ojos.

-¿Por qué tanta emoción, Sasha Cox?

-Quería invitarte a la casa de Virginia.-Parecía emocionada.-Podrían pasarse un rato con Ced.

-Ced está trabajando y sale hasta tarde.-No mentí, comúnmente el horario de trabajo de Ced variaba. Lo más tarde que llegaba a salir era a las tres de la tarde ya que debía entregarles el material a los del turno vespertino.

-Anda, Lynn.-Rogó.-Ced puede llegar aquí después. Quiero presumirle a Virginia a mi maravilloso yerno.

Bufé. Bueno, eso era buena señal que iniciaba a superar lo inexistente entre Dallas y yo.

-Ni siquiera sé la dirección de Virginia.

-No te preocupes por eso, te la mando por mensaje.

-Está bien.-Suspiré.-Llegaré en un par de horas.

-No te tardes.-Pidió.-Virginia ya quiere ver cuánto has crecido y lo buena que te has puesto.

-Por supuesto, mamá.

Después de que colgó le llamé a Ced.

-¿Qué paso, mi amor?-Preguntó del otro lado de la línea.

-¿Te agarro ocupado?

-Un poco.-Admitió.-Pero dime.

-Mi madre me invitó a la casa de Virginia... bueno a ambos. ¿Te pasas después del trabajo? Allá estaré.

-Claro, solo pásame la dirección.

-Te la mandaré por mensaje ¿Bien?

-Bien.

-Te amo.

-Te amo mucho más.

Colgué.

Hacía muchos años que no veía a Virginia. Ni siquiera recordaba con exactitud cómo era ella, supongo que me vendría bien un reencuentro.


Cuando salí del banco a donde fuí a pagar mi inscripción del curso, conduje hasta la dirección que me había dado mi madre. Llegué a una residencia en la cual me di cuenta de que Virginia Jones vivía de manera muy cómoda. Las casas eran grandes y se veían sofisticadas todas pintadas del mismo color y con sus jardines con pasto verde y bien podado.

Cuando di con el número de la casa de Virginia aparqué mi auto en la acera y salí poniéndole seguro a las puertas.

Toqué el timbre esperando que mi madre o Virginia me abrieran, pero para mi sorpresa quien tenía ahora frente a mí era un hombre. Era rubio y de tez blanca. Tenía sus ojos del color del mar y llevaba una playera sin mangas que dejaban ver que se ejercitaba.

𝐌𝐚́𝐬 𝐥𝐨𝐜𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐝𝐚 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora