Capítulo 01.

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EL SUEÑO DE LOS MUERTOS





Esto no se suponía que debería de haber pasado así.

Nada de esto estaba bien.

Absolutamente nada.

Sabía que el puñal no había llegado a atravesarme el pecho, pero, aun así, ver a Jera caer al suelo cubierto de sangre, hizo que una fuerte punzada me atravesara hasta dejarme sin aire. Mi mente seguía procesando todo demasiado lento. Sólo podía observarlo allí, inmóvil.

Muévete.

Por favor, muévete.

Respira. Sólo eso, sólo respira.

Pero no.

Su pecho no se movía. Ninguna fibra de ningún músculo hacía movimiento alguno. Mi cuerpo tampoco lo hacía. Mi mente opacaba cualquier cosa que estuviese a mi alrededor; el griterío que sabía que se había armado, las personas que estaban allí...nada.

No podía hacer otra cosa que mirarlo mientras la laguna roja seguía creciendo bajo él.

Está muerto.

Y entonces, Astrid entró en mi campo visual. Se había tirado sobre el cuerpo y lo había volteado. Observé cómo sus temblorosas manos intentaban detener el sangrado alrededor del puñal que aún estaba incrustado en su pectoral izquierdo. Estaba llorando y gritando.

«Mack»

¿Quién es?

«Mack, Mack»

¿Quién eres?

«Mack, tienes que moverte»

No puedo. Está muerto. Jera está muerto.

«Sí puedes. Tienes que hacerlo. Tu gente te necesita»

¿Qué puedo hacer yo?

«Estar allí. Te necesitan. Jera te necesita»

Está muerto.

«Mackenzye, reacciona»

No. No quiero.

«¡MACK!»

—¡MACK, POR FAVOR!

El grito de Astrid me resonó en la cabeza de forma distorsionada, como si dos voces diferentes se hubiesen fusionado y me aturdieron la mente. Pero me hizo reaccionar.

Me tiré de rodillas junto a la chica y... el cuerpo.

Había demasiada sangre. Mucha, mucha sangre. En el suelo, en su torso, en las manos de Astrid, en su cabello, en mis rodillas, en mi vestido...en mis manos.

Empecé a hiperventilar.

—¡No, no! —exclamó Astrid y me tomó las manos— ¡No vas a entrar en pánico ahora! ¡Me tienes que ayudar! ¡Tenemos que poner su cuerpo a salvo! ¿oíste? —farfulló rápidamente— ¡Mackenzye! ¿Me escuchaste?

—Sí...sí, sí —balbuceé— ¿Qué...? ¿Qué tengo que hacer?

Astrid volvió a ponerle las manos encimas y murmuró algo. La herida del pecho comenzó a cerrarse sobre el puñal.

—Eso durará unos segundos, pero al menos evitará que se desangre. Aunque la herida interna sigue sangrando, no podemos sacarle el puñal. No aún —dijo atropelladamente—. Ayúdame a entrarlo a la cueva, las cosas aquí están por ponerse violentas.

II. The Awakening ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora