27
LOS CUATRO REGALOS
—Antes de explicarle... —alargué— ¿No ha visto a mis amigos por aquí?
—¿A tus amigos? —repitió el hombre— Estabas sola cuando me topé contigo. Oh, Dioses, espero que no te los hayas comido.
—No. —Sacudí la cabeza— Nos separamos por culpa de la avalancha. Temo que estén enterrados en algún lugar o congelándose por allí. El terremoto nos hizo perder nuestras cosas.
—¿También son Cambiaformas?
—Uno lo es. La otra es una Vala.
—Entonces, estarán bien. La Vala no tendrá problemas para ubicarse con todo el Seid que esta montaña tiene y el Cambiaformas puede convertirse en lobo para evitar el frío —explicó—. A menos que se encuentre en la misma situación que tú.
Me llevé la taza de greda que Mikkel me había servido con té a los labios antes de responderle.
—No, él está bien.
—No te preocupes, de seguro los encontraremos o ellos nos encontrarán. —Mikkel se apuntó la nariz con un dedo— Este lugar tiene una esencial muy peculiar, probablemente el lobo lo pueda percibir.
Asentí distraídamente. Era cierto, si habían dos personas que podían sobrevivir en estos parajes, esos eran Kano y Asger.
—Bien, ¿te importaría actualizarme en las últimas noticias? —dijo Mikkel mientras ponía una tetera bastante vieja en la hoguera.
Le conté todo lo que había sucedido. Desde cómo llegué a ser parte de este mundo sin siquiera saber de la existencia de los Cambiaformas hasta hace unos meses, la traición de Leif, las manipulaciones de Perthro junto al rol que Cassian juega a su lado, las consecuencias que de todo aquello junto trajeron, cómo mi loba se salió de control y, finalmente, el motivo por el cual estábamos aquí. Mikkel me escuchó en silencio y con total atención sin demostrar ninguna otra emoción más que concentración en lo que decía. Cuando terminé mi relato, sentí como si hubiera vomitado mi vida entera a un completo desconocido y, francamente, se sentía bien hablar sobre esto con otra persona fuera de mi círculo y que no me quedara mirando como si me hubiese arrancado de un psiquiátrico.
—Ya veo... —musitó el hombre. Se peinó la barba mientras observaba el fuego, quizá sopesando mis palabras— Haz pasado por bastante, Mackenzye. Nadie de tu edad debería de haber vivido lo que viviste. Aunque claro, esa es la maldición que cargan las pobre reencarnaciones... —Suspiró— Escucha, no sé si yo sea la respuesta que buscas, pero sé un par de cosas. Claramente, puedes verlo. —Abrió los brazos— Estoy vivo después de tanto tiempo, ¿no es así?
—Eso es lo que no logro comprender... —farfullé— ¿Cómo es eso posible? Todas las Valas dicen que no es algo que se pueda hacer el Seid.
Mikkel se echó a reír. Tiró un trozo de leña al fuego que se había comenzado a extinguir.
—Sí, bueno...las Valas... —El hombre negó con la cabeza— ¿Sabes por qué me alejé de ellos? ¿Por qué vivo en medio de estas montañas en una casucha que parece estar estancada en el siglo veinte? —Se apoyó sobre una de sus rodillas y se inclinó hacia mí— Porque comprendí que hay muchas cosas que esas Valas nos ocultan. Cosas que son posibles para la gente como nosotros, pero que tienen demasiado miedo de sus propias capacidades.
—¿A qué se refiere? —balbuceé.
—El mundo del Seid es un mundo regido por mujeres —acotó—. Lo notaste, ¿verdad? Porque el Seid está ligado a la naturaleza femenina y, aunque se expresa en los hombres, batalla por quebrarnos. Por volvernos locos. Eso es cierto. Pero no es cierto que no haya escapatoria de ello. Recuerda mis palabras, Mackenzye: el principio del Seid es mantener un balance, pero hay miles de formas de crear ese balance —señala—. Lo que las Valas hacen es enseñarle a sus Practicantes que hay una, quizás dos o tres formas de practicar el Seid sin alterar aquel equilibrio. Que hacer algo más allá de eso, es caer en el Fiölkyngi. —Mikkel sacudió la cabeza— ¡Es mentira! La naturaleza es demasiado amplia, no puedes encerrarla en cuatro paredes y moldearla desde allí. Puede tomar las formas que quiera, no son infinitas ni ilimitadas, pero claro que son muchas más que las que nos enseñan. —Estiró la mano y de ella brota una llama— Nuestras mujeres son buenas líderes, son precavidas, piensan antes de actuar, nos han mantenido con vida y ocultos desde hace milenios. Sin embargo, son las que más han sufrido. Tachándolas de brujas, herejes y enviadas del diablo. Han sacado la cara por nuestra especie y la han sacado adelante, pero esa misma fortaleza fue construida a base de miedo. Y el miedo no es algo que puedas alejar tan fácilmente.
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II. The Awakening ©
WeerwolfSEGUNDO LIBRO TRILOGÍA LA PREDICCIÓN DE LA VALA Sinopsis. Solía creer que lidiar con ser parte de un mundo extraño donde las personas podían transformarse en lobos era lo más difícil de vida. Me equivoqué. El mundo está lleno de secretos y más uno...